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Hitoka Yachi

Tomé todas mis pertenencias lo más rápido posible: ropa, artículos personales y mi computadora. Traté de comprimir todo dentro de mi maleta y luego agarré mi mochila, empacándola con más cosas. Con manos temblorosas, escribí una rápida nota para Shimizu.

"Shimizu, lo siento. Sé que esto no es justo para ti, pero necesito irme. Te prometo que pronto nos encontraremos de nuevo. Por favor, cuídate y no te preocupes por mí. Te amo más de lo que puedes imaginar. - Yachi."

Finalmente, me permití respirar por un momento. El alivio de irme de un país que tanto odiaba se mezclaba con el dolor de dejar atrás mi vida y a la persona que amaba. El tiempo parecía correr más rápido de lo que pensaba. Con un nudo en el estómago, fui a la sala y dejé mi equipaje a un lado para descansar del ajetreo.

Sin embargo, la puerta principal se abrió de golpe, revelando a Shimizu y Asahi entrando en la sala. Mi novia escaneó la situación tras sus lentes y se dio cuenta del equipaje.

No tenía lugar a donde huir.

—¿Ya es momento de que te vayas del país? ¿Finalmente te irás?— preguntó con una mezcla de dolor y decepción en su voz.

—Sí— respondí— Planeaba dejarte una nota. Lamento dejarte, pero sé muy bien que pronto nos encontraremos de nuevo.

Mientras hablaba, noté que Shimizu tenía unas esposas sujetas en una mano y que Asahi bloqueaba la puerta. Mi corazón se aceleró y me pregunté si acaso ya lo sabían todo.

Hitoka... —murmuró Shimizu.

—Eres muy inteligente —le dije con una sonrisa.

—Y tú eres muy estúpida —espetó— ¿De verdad creíste que con esa coincidencia de la familia y la sangre, no me daría cuenta de que eres Cibersombra?

—Esto es exactamente lo que planeaba. Que te enteraras de todo.

—¿Por qué te uniste a la pandilla sabiendo lo atroces que eran?

—¡No entiendes nada de lo que sucede! —le grité, frustrada.

—Entonces quiero entenderte. Quiero saberlo todo.

—Hay algo más grande detrás, más grande que los Ravens, el Nekoma e incluso que los Noctámbulos.

—¿Te refieres a la Madriguera? —preguntó confundida.

—Es mucho más grande...

—¿Te uniste a la pandilla por eso?

Asentí— Al comienzo fue por eso. Quería investigar qué era eso que tanto aparecía en la red oscura. Comencé a estar más activa en la red para que los Ravens me notaran y reclutaran; funcionó y entré en el círculo interno de los Ravens. Planeaba salir rápido de ahí, pero me encariñé con los chicos. Sé que ninguno merece la cárcel. Si quieres, puedes arrestarme, pero no diré nada.

—No quería que la situación terminara así— sollozó.

—Yo tampoco. Planeaba descubrir algo de este peligro, ganar algo de dinero y huir contigo, para formar una vida nueva con la persona que más amo en este mundo.

—Si me amas tanto, ¿por qué me mentiste de esa manera?

—No lo sé— le confesé.

—Perdón por no poder apoyarte —dijo mientras me colocaba las esposas.

—Te amo —le dije, con lágrimas en los ojos.

Shimizu apretó las esposas en mis muñecas, con su mirada llena de tristeza y resignación. Sabía que nuestras vidas nunca volverían a ser las mismas después de esto.

 Sabía que nuestras vidas nunca volverían a ser las mismas después de esto

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Kei Tsukishima

Marqué el número de Kageyama y esperé largos minutos mientras escuchaba el tono sonar una y otra vez. Cada segundo que pasaba sin respuesta aumentaba el nudo en mi estómago. El miedo de perder a mis amigos se arremolinaba dentro de mí, trayendo recuerdos de las veces que ya habíamos perdido a otros. Pensé en Nishinoya atrapado y Kinoshita inconsciente. Si algo le pasara a los demás, no sé si podría soportarlo.

Volví a llamar cuando no me contestó. Esta vez, después de unos tonos, escuché la voz de Kageyama al otro lado.

—¿Qué quieres?

—¡¿Dónde demonios estabas?! —le grité, incapaz de contener mi frustración y miedo—. ¡No vuelvas a desaparecer así con Shoyo!

Tsukishima, cálmate. ¿Qué sucede?

Respiré hondo, tratando de recuperar algo de compostura— Debemos reunirnos lo más rápido posible. Algo está pasando, y no es bueno.

¿Dónde nos vemos? —preguntó con su tono serio que empleaba en este tipo de situaciones.

—En el estudio de Yamaguchi. Es el lugar más seguro aparte de la casa segura —respondí, sabiendo que necesitábamos un lugar donde pudiéramos pensar y planear sin ser interrumpidos.

Colgué el teléfono, esperando que Kageyama entendiera la urgencia de la situación. El miedo seguía presente, pero la determinación de proteger a mis amigos era aún más fuerte.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora