EPÍLOGO
Narrador omnisciente
Un año había pasado desde aquel fatídico día, un año desde que el mundo de Kageyama, Yamaguchi y Tsukishima había cambiado para siempre.
El tiempo no había logrado sanar completamente las heridas, pero había dado lugar a la aceptación, a un nuevo tipo de vida en la que aprendían a vivir con la ausencia.
Era un día gris, con nubes que cubrían el cielo y un viento suave que hacía crujir las hojas secas en el suelo. Los tres caminaban en silencio por el cementerio, cada uno inmerso en sus pensamientos, mientras avanzaban hacia una tumba en específico.
Al llegar, se detuvieron frente a la lápida, en la que el nombre de Shoyo brillaba grabado en piedra, un recordatorio permanente de la luz que había sido apagada demasiado pronto.
Tsukishima fue el primero en inclinarse, sacando un paño de su bolsillo para limpiar la tumba con delicadeza, como si temiera dañarla. Sus movimientos eran meticulosos, casi reverentes.
—Hola, Shoyo. No puedo creer que ya haya pasado un año. A veces siento como si hubiera sido ayer... Otras veces, parece una eternidad.
Hizo una pausa, sus manos deteniéndose un momento en la superficie fría de la lápida. Aunque mantenía su compostura, había un brillo en sus ojos que delataba el dolor que aún llevaba dentro.
—Estoy cuidando a todos...—continuó— Así que... puedes descansar en paz. Hacemos lo mejor que podemos, día tras día. No es fácil, pero sabemos que es lo que tú hubieras querido.
Yamaguchi dio un paso adelante, sus ojos fijos en la tumba mientras se arrodillaba junto a su novio. Le costaba encontrar las palabras, pero sabía que tenía que hablar, que tenía que decirle a Shoyo lo que había en su corazón.
—Shoyo...— empezó tragando el nudo que se formaba en su garganta— Hemos cambiado, o al menos lo intentamos. Dejamos atrás lo peor de lo que éramos como Ravens. Ahora, tratamos de concentrarnos en ayudar a otros, en hacer el bien. No siempre es fácil, a veces la oscuridad nos tienta, pero cada día hacemos lo posible para resistirla— observó el nombre gravado en la piedra y suspiró— Sabes, muchas veces me pregunto si estarías orgulloso de nosotros. Aún hay días difíciles, pero cuando pienso en ti, en cómo siempre encontrabas la manera de seguir adelante, me da la fuerza para continuar. No sé si logramos ser los héroes que queríamos ser, pero al menos... estamos intentándolo. Estamos intentando ser mejores, por ti.
Un silencio respetuoso cayó entre ellos, roto solo por el susurro del viento entre los árboles.
Entonces, Kageyama, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante, tomando aire como si se preparara para decir algo que le había estado pesando en el alma durante mucho tiempo.
—Shoyo...— empezó, su voz sonaba temblorosa—.No hay un solo día que no piense en ti, que no te extrañe. Te amo, y siempre te amaré. Estás en mi corazón, y ahí te quedarás, siempre.
Se detuvo, luchando por mantener la compostura mientras sentía cómo las emociones lo abrumaban— Pero... no puedo seguir así para siempre. No quiero estar solo. Tú lo sabes. Lo sabes mejor que nadie. No quiero traicionar lo que tuvimos, pero también sé que la vida sigue. Quiero pedirte algo, cariño. Quiero pedirte permiso... permiso para enamorarme de alguien más. Para quererlo, para ser feliz. No sé si podré hacerlo, pero necesito saber que está bien. Necesito que me des tu bendición.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos mientras hablaba, y tuvo que detenerse para recuperar el control de su voz. Miró la lápida, esperando una respuesta que sabía que nunca vendría, pero que, de alguna manera, sentía que Shoyo ya le había dado.
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Partners in crime// Tsukiyama/kagehina
Teen Fiction"Nunca nos llevarás vivos Juramos que la muerte nos separará Llamarán a nuestros crímenes una obra de arte."