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Tadashi Yamaguchi

Nos encontrábamos estacionados en un rincón oscuro de la ciudad, lejos del bullicio y las sirenas policiales que aún se podían escuchar a lo lejos. El silencio era opresivo, solo roto por el sonido del motor del auto en marcha y nuestros propios latidos acelerados.

Shoyo, con la mirada perdida en la distancia, rompió el silencio— Cuando todo se calme, iremos en busca de Tsukishima y Kageyama.

Me giré hacia él, con el corazón lleno de pesar— Es en vano, Shoyo. Es probable que ya los hayan arrestado, o peor aún, que...

No pude terminar la frase. La imagen de Kageyama y Tsukishima tendidos en el suelo, heridos o incluso muertos, me invadió por completo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y las lágrimas amenazaron con brotar de mis ojos.

Me tomó la mano con fuerza, como si quisiera transmitirme su propia esperanza— No lo sabes. No seas tan pesimista, Yams.

Miré a sus ojos, llenos de determinación, y sentí una pequeña chispa de esperanza encenderse dentro de mí. Tal vez tenía razón. Tal vez Kageyama y Tsukishima aún estaban vivos.

—Ahora lo importante es que nosotros estemos a salvo. Reconstruiremos todo de cero, juntos— dije tratando de sonar seguro.

En ese momento, mi celular sonó, rompiendo el silencio una vez más. Miré la pantalla y vi el nombre de Tsukki parpadeando. Respondí la llamada con manos temblorosas.

—¿Tsukki? ¿Dónde estás?— pregunté con urgencia.

—No importa dónde esté. Lo importante es que vengas a mí con Shoyo lo más rápido posible. Te enviaré una dirección.

—¿Pero qué...?

Sin darme tiempo para responder, cortó la llamada, dejándome con más preguntas que respuestas. Apreté el celular con fuerza en mi mano.

—¿Por qué Tsukishima tiene que ser tan misterioso?— exclamé con frustración.

—Ya averiguaremos qué pasa. Lo importante es que Tsukishima está vivo y que quiere vernos.

Asentí con la cabeza, tratando de calmar mis nervios. Tenía razón. Ahora no era momento para el miedo ni la incertidumbre. Era hora de actuar y encontrar a nuestros amigos.

Encendió el motor del auto y salimos del callejón. La noche aún era larga y oscura, pero en nuestros corazones brillaba una pequeña llama de esperanza. La esperanza de encontrar a nuestros amigos y de volver a estar juntos.

Shoyo me miró con recelo, sus ojos grandes reflejando la oscuridad que nos rodeaba

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Shoyo me miró con recelo, sus ojos grandes reflejando la oscuridad que nos rodeaba. Habíamos llegado al lugar indicado, la casa abandonada, imponente y solitaria, parecía tragarse la luz de la luna.

—No me gusta esto, Yams— murmuró, apretando mi mano con fuerza— Tengo un mal presentimiento.

—Tranquilo, Shoyo. Todo estará bien.

Escondí mis cuchillos en diferentes bolsillos de mi chaqueta y Shoyo me alcanzó un revólver de su colección de armas. Este, a su vez, cargó su ametralladora con movimientos precisos.

La tensión era palpable en el aire, espesa como la niebla que cubría el campo.

Nos acercamos a la puerta y la golpeamos con cuidado. Unos segundos de silencio absoluto fueron seguidos por un sonido metálico del interior.

Alguien estaba cargando un arma.

Shoyo se apartó un poco y apuntó con la suya, listo para cualquier eventualidad. La puerta se abrió lentamente y una figura alta se recortó contra la luz tenue del interior.

—Kageyama...— Shoyo corrió hacia él y lo abrazó con fuerza— ¡Estás bien!

El pelinegro correspondió al abrazo, su rostro serio se suavizó por un instante. Luego, se separó y lo besó en los labios.

Mi corazón latió con fuerza en mi pecho. Ver a mis amigos reunidos de nuevo era como un bálsamo para mi alma.

Desde dentro de la casa salió Tsukki— Yams.

—¡Eres un verdadero idiota, Kei!— exclamé acercándome— ¿Por qué tienes que ser tan condenadamente misterioso!

Sin decir nada, lo besé. Un beso tímido al principio, que se transformó en uno apasionado y lleno de deseo. Me aferré a sus brazos y él me acercó rodeándome por la cintura.

—Bueno, bueno— una voz nos interrumpió— Si bien la escena es muy tierna, tenemos trabajo que hacer.

Era Keiji, quien se encontraba parado en el marco de la puerta, con una sonrisa irónica en su rostro.

—¿Keiji? ¿Qué haces aquí?— pregunté, sorprendido.

—Siganme y les diré— nos guió por un pasillo oscuro hacia una gran sala— Estamos todos.

—¿Todos? ¿Todos Los Noctámbulos?— mis sentidos se agudizaron y me coloqué frente a Shoyo mientras caminábamos,

—No, solo quedamos Bokuto y yo.

—¿Qué?

—Entonces, ¿a qué te refieres con que están todos?— intervino Shoyo.

—Solo vean, ¿está bien?

Al abrir la puerta, me quedé atónito.

La sala estaba llena de gente. Miembros del Nekoma, Las serpientes, Kamomedai y, para mi sorpresa, La Madriguera.

—Todos llegaron para unirnos contra un enemigo en común— dijo Keiji.

Crucé miradas con Osamu, el líder de La Madriguera— ¿Estamos en paz ahora?— pregunté con cautela en cuanto se acercó— ¿Sin rencores por lo que hice?

—Por ahora, sí. Debemos unir fuerzas para enfrentar la amenaza que nos acecha.

En ese momento, Kuroo apareció al lado de él, nunca creí ver a estas dos pandillas conviviendo tan naturalmente.

—Hola, Yams, nos volvemos a encontrar— saludó Kuroo— Resulta que no fue La Madriguera quien incendió la casa del Nekoma.

—Ninguno de mis hombres estuvo involucrado. Nosotros también sufrimos un ataque hace poco— dijo Osamu.

—¿Tuvieron muchas bajas?— pregunté.

—Solo perdimos a Riseki.

—Lo lamento. Te doy mi más sentido pésame.

—Gracias...— era inquietante lo muy parecido pero a la vez distinto que era a comparación con Atsumu— De todas formas, ustedes y los Noctámbulos son los que necesitan más apoyo, perdieron a varios miembros.

—Cuando tengamos la oportunidad— dije con determinación— sacaremos a los Ravens de la cárcel.

—Antes de eso. Debemos eliminar la amenaza principal.

—Cuéntanos todo lo que sabes.

Y así, en medio de esa alianza inesperada, nos pusimos a trabajar juntos, uniendo fuerzas para descubrir la verdad y vengar a nuestros compañeros caídos.

En medio de la oscuridad, una luz de esperanza comenzó a brillar. La unión hacía la fuerza, y juntos, estábamos dispuestos a enfrentar cualquier desafío que se nos presentara.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora