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Tadashi Yamaguchi

El sudor frío empapaba mi frente mientras me aferraba al lavabo, buscando refugio en la fría cerámica. Mis manos temblaban incontrolablemente, y un zumbido ensordecedor llenaba mis oídos.

No podía pensar con claridad.

Era el líder, se suponía que debía saber qué hacer, pero en ese momento, solo podía sentir el peso de la responsabilidad aplastándome.

Mis uñas se clavaron en mis brazos, rascando la piel con una intensidad que ni siquiera notaba. El dolor punzante me sacó de mi trance, y miré con horror las marcas rojas que surcaban mis antebrazos.

Las cicatrices viejas se habían abierto de nuevo, sangrando silenciosamente.

De repente, la puerta del baño se abrió con un chirrido y Tsukki entró, mirándome con una expresión indecifrable.

¿Por qué siempre tenía que aparecer cuando me encontraba más vulnerable?

Su presencia me sobresaltó, y las palabras brotaron de mis labios en un torrente incoherente.

—Lo siento, Tsukki, lo siento mucho. No quise... no estaba pensando— murmuré.

Se acercó a mí con cautela, como si temiera asustarme. Se agachó frente a mí y, con ternura acarició mi cabello. Mis ojos se humedecieron con el simple toque de sus dedos sobre mis mechones.

—Tranquilo, Yams. No pasa nada. Todo está bien y lo estará.

Su voz era como un bálsamo para mi alma agitada. Me envolvió en un abrazo cálido y protector, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que podía respirar de nuevo.

Las lágrimas brotaron de mis ojos y empaparon su camiseta, pero no se apartó. Me acunó en sus brazos hasta que mis sollozos se calmaron y el silencio se apoderó de nosotros.

—Lo siento, Tsukki— murmuré de nuevo, acariciando las cicatrices en mis brazos— Me hice daño y sé que también te lastima...

Tomó mi mano entre las suyas y la apartó de mis heridas— Deja de eso— Me miró a los ojos con una intensidad que me dejó sin aliento— Si quieres herirte, llámame, llegaré para ti enseguida.

—¿Qué pasa si no estás ahí?

—Siempre lo estaré.

—Promételo.

—Lo prometo.

Shoyo Hinata

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Shoyo Hinata

La imagen de Yamaguchi saliendo del baño, con la mirada perdida y las cicatrices en sus brazos abiertas, aún me perseguía. Quería hablar con él sobre las cosas que me estaban sucediendo, la molestía que sentía luego de aquel suceso con Los Noctámbulos.

Un miedo irracional me impedía acercarme y romper el frágil silencio que nos rodeaba.

Me acurruqué junto a Kageyama en el sofá, buscando refugio en su calor familiar. Su mano rozó la mía y me miró con sus profundos ojos azules, llenos de una quietud que me tranquilizaba.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora