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Tadashi Yamaguchi

Me desperté en medio de la noche, sobresaltado por el sonido insistente de mi celular. Mis ojos aún estaban pesados, nublados por el sueño.

No sabía en qué momento me había quedado dormido en la camilla de Kageyama. Recordaba cómo, después de llorar hasta quedar sin lágrimas, ambos nos habíamos derrumbado sobre el colchón, exhaustos.

El brazo de Kageyama estaba sobre mi cintura, un gesto que, aunque podría haber resultado extraño para otros, para nosotros no lo era en absoluto.

De niños solíamos dormir todos juntos: Tsukishima, Kageyama, Shoyo y yo. Esos recuerdos, tan llenos de inocencia y felicidad, intentaron infiltrarse en mi mente, pero los rechacé rápidamente.

No podía permitirme pensar en eso ahora.

El teléfono seguía sonando, arrastrándome de vuelta a la realidad. Con un suspiro, agarré el aparato y miré la pantalla. Era una llamada de un número desconocido.

Dudé un momento, pero sabía que no tenía opción.

Respondí.

—¿Quién es?— pregunté con la voz aún cargada de sueño.

Hubo un silencio al otro lado de la línea, seguido de un suspiro largo. Entonces escuché una voz familiar.

—Me alegra saber que estás bien, Tadashi— dijo Bokuto.

Una punzada de culpa me atravesó al escucharlo. Durante todo lo que había pasado, había olvidado por completo a Bokuto. No pude evitar sentirme mal por ello, como si lo hubiera traicionado al dejarlo fuera de mis pensamientos en un momento tan crucial. Mi corazón se apretó mientras trataba de procesar sus palabras.

—¿Dónde estás?— pregunté con la esperanza de obtener respuestas.

Guardó silencio un momento antes de responder, su voz sonaba distante, como si estuviera a miles de kilómetros, tanto en mente como en cuerpo.

—Prefiero no decírtelo— respondió al fin— Pero logré salir cuando Tsukishima entró.

¿Había huido mientras nosotros luchábamos por nuestras vidas? Mis pensamientos se volvieron más oscuros al pensar en esa posibilidad.

—¿Nos usaste como distracción?

—Sí, aprendí de los Noctámbulos cómo huir, aunque implique dejar a los demás atrás.

Su franqueza era desarmante, pero eso no suavizó el golpe; siempre había considerado a Bokuto como alguien en quien podía confiar, pero ahora esa confianza se sentía traicionada.

—¿Nos encontraremos de nuevo?— pregunté sin saber si realmente quería saber la respuesta.

—Tal vez sí, tal vez no. Dependerá de si siguen trabajando como los Ravens o no.

—Tsukki mencionó que hicimos un trato con la policía. Nos ayudarían si los Ravens dejaban de operar.

Soltó una risa seca— No pueden tirar todo su trabajo por la borda. No es muy Raven de su parte hacer eso, ¿no lo crees?

Sus palabras resonaron en mí, una verdad que no podía ignorar. Todo por lo que habíamos luchado, todo lo que habíamos sacrificado, no podía simplemente desaparecer.

—Tienes razón.

—No te rindas, Yamaguchi. Si es necesario, quemen todo hasta los cimientos para seguir trabajando. No dejes nunca tu arte. El mundo necesita justicia, y si hacemos nuestra parte, como yo haré la mía, podemos ayudar, aunque sea solo un poco.

Partners in crime// Tsukiyama/kagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora