08. Los Secretos de Pilar.

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Después de pasar la noche en el dormitorio de Macarena, quedé muy ansioso por repetir la situación. Quería volver a quedarme a solas con ellas y que me contara acerca de sus anécdotas sexuales, y si lo hacía desnuda, mejor. Pude hacer esto durante la tarde, al fin y al cabo estábamos en plena cuarentena y ninguno tenía muchas cosas para hacer. Sin embargo preferí no presionarla demasiado. Me mantuve toda la tarde lejos del cuarto de Macarena... y lo más lejos posible del culo de Ayelén. Mi prima seguía paseándose por la casa en tanga y parecía buscar momentos inoportunos para agacharse frente a mí y mostrarme cómo su concha mordía la tela de su ropa interior. No quería darle el gusto de tener una erección frente a ella, por lo que intentaba cambiarme de habitación cada vez que la veía llegar. Deambulé por toda la casa... excepto por el cuarto de Pilar. Esa puerta permanecía siempre cerrada y ni siquiera me animaba a pasar frente a ella... aunque debía hacerlo, obligatoriamente, si quería ir al baño.

Cuando salí del baño me quedé mirando la puerta, como si detrás de ella viviera una bruja malvada, o si fuera la entrada a un mundo mágico. Me sobresalté al escuchar que alguien detrás de mí hablaba.

―¿Querés hablar con ella? ―Era Macarena, estaba vestida solamente con una remera sin mangas, que le marcaba mucho los pezones, y una diminuta tanga negra.

―¿Eh? No, para nada. No quiero molestarla.

―¿Qué te hace pensar que la vas a molestar?

―Em... no sé...

―Dijiste que querías conocerla un poco mejor.

―Sí, pero mejor otro día.

―¿Por qué otro día?

―Porque vos me prometiste ayudarme con eso, pero no me dijiste nada de Pilar. No sé ni siquiera de qué puedo hablar con ella.

Puso los ojos en blanco y después me agarró del brazo. Tiró con fuerza y prácticamente me arrastró hasta su cuarto. Entramos y ella cerró la puerta detrás de nosotros.

―Vení, vamos a hablar.

Me alegré de que ella se sentara en la cama. Yo hice lo mismo, a su lado.

―¿Averiguaste algo sobre Pilar? ―Le pregunté.

―Algunas cosas, charlamos bastante en estos últimos días.

―¿Y hay algo que me pueda servir para iniciar una conversación con ella?

―A ver, Nahuel. Si vos querés charlar con una chica, andá y hacelo. Más si es tu hermana. ¡Ni que fuera la chica que te gusta! ¿Cómo vas a conseguir novia si te da tanto pánico hablar con las mujeres?

―Pero... pero...

―Pero nada. Podría contarte varias cosas sobre Pilar.

―¿Me vas a contar?

―No. Prefiero que vos solito averigües todo. Tenés que quitarte el miedo de hablar con las mujeres y Pilar podría ser la práctica perfecta. Si es cierto que sabes tan poco de ella, entonces va a ser casi como charlar con una desconocida. Como si estuvieras en una discoteca y ves a una mujer que te llama la atención. Si eso pasa, yo no voy a estar al lado tuyo dándote línea para conversar con ella. Probablemente esté en algún rincón oscuro, chupándole la pija a alguno ―soltó una risotada por su ocurrencia.

A mí no me pareció tan gracioso. Me resultó incómoda la idea de que si iba a una discoteca con Macarena, ella se alejaría y terminaría de rodillas, con la verga de un desconocido en la boca. Hasta me podía imaginar a ese desconocido mirándome con una sonrisa socarrona, como si me dijera: "La putita de tu hermana me comió la pija".

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora