28. Jugar con Fuego.

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Un ruido sordo pero constante me despertó. Me llevó varios segundos comprender dónde estaba. Recordé que me había quedado a dormir en el cuarto de mi madre porque esa bruja de Ayelén se apropió de mi dormitorio. Alicia me dio asilo solo porque le recordé la promesa que ella le había hecho a Macarena de prestarme su cuarto cuando yo lo necesitara.

Me moví lentamente intentando averiguar la procedencia de ese ruido. Parecía provenir de la misma cama en la que estábamos durmiendo. El colchón vibraba un poquito y podía escuchar un leve chasquido húmedo. Mi adormilado cerebro me dijo que podía tratarse de algún ratón que se hubiera metido a la cama... pero por suerte, el mismo susto, activó mis neuronas y me hizo comprender que esa idea era absurda.

Giré y encontré a mi izquierda a mi mamá. Ella estaba completamente desnuda y me daba la espalda. Estaba realmente preciosa. Al bajar la vista me encontré con sus grandes y redondas nalgas y allí comprendí el origen de ese extraño sonido.

Alicia tenía las piernas muy juntas, y justo entre ellas y las nalgas se veían sus gajos vaginales, húmedos y apretados. También pude ver un par de dedos acariciándolos lentamente y que, de vez en cuando, se hundían dentro de la concha.

Mi mamá se estaba haciendo una paja mientras yo dormía y eso despertó mi líbido. Yo también estaba desnudo y mi verga comenzó a ganar tamaño de inmediato. Agarré mi verga y comencé a sacudirla lentamente. Después de todo lo que pasó con mi mamá, supuse que no tomaría a mal si me sorprendía haciéndome una paja. Quizás pudiera molestarle que lo hiciera mirando su culo. Aunque, en mi defensa, puedo decir que no lo hice para fantasear con mi propia madre, simplemente me vi atraído por la anatomía femenina. Esas curvas y esos gajos vaginales eran imposibles de resistir.

Mientras me masturbaba noté que ella estaba respirando cada vez más rápido y sus dedos también aceleraron el ritmo. Me pregunté qué haría cuando me dieran ganas de acabar; pero eso de momento no era un problema. Aún podía aguantar un buen rato más. De a poco me estoy volviendo un pajero experto. Probablemente no sea algo de lo que muchos estén orgullosos, pero a mí me agrada saber que estoy mejorando en estos asuntos.

―Nahuel... ¿estás despierto? ―La voz de mi madre me sobresaltó un poco, pero como ella habló con calma y en voz baja me dije a mí mismo que no había nada de qué preocuparse.

―Sí, estoy despierto...

―Ah... ok. ¿No te molesta que yo esté...?

―No, no me molesta ―me apresuré a decir. Sabía cómo finalizaba esa frase y quise ahorrarle a mi mamá el tener que completarla. Sé que para ella no es fácil admitir que se está haciendo una paja.

―Bueno... muy bien. ―Hizo una pausa―. Y me imagino que vos estarás haciendo lo mismo.

―Sí... ¿te molesta?

―No, no me molesta.

―Bien.

La conversación fue extraña e incómoda, pero creo que los dos la superamos lo mejor posible. Seguimos con lo nuestro y mientras más miraba cómo sus dedos entraban y salían de su concha, más me costaba convencerme de que esto estaba bien. Al menos necesitaba saber lo que mi madre opinaba al respecto.

―Eh... ¿no te importa que te mire?

―No, claro que no. Ya hablamos de ese tema en el baño, Nahuel. No me molesta que me mires.

―Muy bien, solo quería estar seguro.

―¿Querés ver mejor? ―Preguntó con cierta timidez en la voz.

―Em... no sé... podría ser.

Alicia flexionó la pierna de arriba y la separó de la otra. Su concha quedó completamente al descubierto.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora