12. Noches Húmedas.

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Me encontraba jugando a la Play. Al igual que en los últimos días, lo hacía solo para distraerme con algo, porque ya conocía prácticamente de memoria los juegos que tenía. De todas formas, algunos todavía lograban divertirme.

La puerta se abrió de repente y me alegré de tener la ropa puesta. Se trataba de mi prima. Ayelén me miró desde la puerta, pude notar la rabia contenida en sus ojos. Antes de que tuviera tiempo de decir algo, ella habló.

―Fuera ―dijo con voz seca.

―¿Qué? ¿Por qué? Tefi me dio permiso para estar acá todo el tiempo que yo quiera.

―Eso cambió. Ahora esta es mi pieza. Voy a dormir con Estefanía por unos días. Vos podés volver a tu pieza.

―¿De verdad? ―Pregunté, alegrándome, como el gran ingenuo que soy. Un segundo después me di cuenta de que esto debía ser una trampa.

―Sí, vas a dormir con mi mamá.

Toda mi alegría se desvaneció al instante. Entendí que Ayelén se las había ingeniado para convencer a Estefanía de pasar la noche acá, solo para obligarme a dormir con Cristela. Macarena aún no me permitía volver a su cuarto, no quería molestar a Gisela y, ni por asomo, quería quedarme a solas con Pilar. Mi única opción era Tefi... hasta que Ayelén cambió todo.

―Dale, pendejo ―me dijo―. Salí de acá. Si querés llevate la mugrosa PlayStation.

Salí de la pieza, pero no me llevé la Play, porque quizás Tefi quisiera jugar. Además en mi dormitorio tenía otras formas de entretenimiento.

Volver a mi cuarto me entusiasmó. Por unas horas pude estar tranquilo en mi propia guarida, jugando con la computadora. Ahí mi catálogo de juegos era mucho más grande, y llevaba sin tocarlos desde que inició la cuarentena. Se sintió como una bocanada de aire fresco. Sin embargo esto se terminó cuando mi tía Cristela decidió que ya había llegado la hora de dormir.

―Perdón ―me dijo apenas entró al dormitorio―. Imagino que no te debe resultar cómodo dormir con la pesada de tu tía; pero Ayelén insistió mucho en que quería pasar algunas noches con Estefanía. No me extraña, Tefi es la única con la que se lleva bien.

―No pasa nada, tía. Ya me estoy acostumbrando a esto de dormir con otras personas. Solo espero no molestarte.

―No, a mí no me molestás para nada.

Al decir esto se quitó la blusa y el short, quedando en tanga y en corpiño. Ya la había visto así, durante el torneo de culos, pero ahora ella era la única mujer presente. Su anatomía no competía contra la de chicas más jóvenes y voluptuosas. Toda mi atención se centraba en su definida figura. Su vientre plano, y esos dos melones, casi tan grandes como los de Gisela. Tengo que reconocer que, para la edad que tiene, y considerando que es madre, mi tía Cristela tiene un cuerpo maravilloso. Hay algunas huellas que delatan su edad, pero son mínimas.

Cristela se acostó en la cama y decidí que lo mejor era hacer lo mismo. Al fin y al cabo ya tenía sueño y cuanto antes me durmiera, más rápido se me pasaría la noche.

Para acostarme me quedé en bóxer, lo cual no me avergonzó para nada, porque prácticamente era como tener puesto un short. La cama es de una plaza y media, eso significa que dos personas pueden dormir ahí... siempre y cuando no sean muy voluminosas. Soy delgado y mi tía también, pero aún así quedamos demasiado juntos en la cama.

―Que descanses ―me dijo ella, con amabilidad, y apagó la luz.

Me quedé con los ojos abiertos, mirando hacia la oscuridad, creyendo que esta noche me resultaría imposible dormir. Pero ocurrió como tantas otras veces en las que concilié el sueño sin darme cuenta.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora