45. Las dos caras de Gisela.

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Macarena y Sabrina me dijeron que podía tomarme unos días para mentalizarme. Estar preparado era fundamental. Las ignoré, porque eso hubiera supuesto aguantar más días de silencios incómodos durante el almuerzo y la cena. Más momentos en los que veía a mi madre ocultando avergonzada los pechos dentro de su escote si recibía una mirada inquisidora de Brenda. Y más situaciones incómodas espontáneas en los pasillos cada vez que me cruzaba con Brenda.

Alicia estaba entrando en lo que Macarena describía como "un estado obsesivo compulsivo". Volvió a su vieja práctica de limpiar intensamente toda la casa. Después del almuerzo la vi fregando los platos como si quisiera cambiarle el color a la porcelana, y cuando terminó con todos, empezó otra vez. Quise decirle: "Mamá, ya los lavaste, quedaron súper limpios, no hace falta lavarlos otra vez". Pero sabía que esas palabras no tendrían sentido para ella. No estaba intentando librarse de la suciedad de los platos, sino de la de su mente.

―Mamá está cada vez peor ―le comenté a mi tía Cristela, hablando en voz baja y en el otro extremo del living, para que Alicia no pudiera oírnos.

―Sí, la vi en este estado varias veces y sé muy bien cuándo está atravesando uno de sus peores momentos. Todas las señales indican que este es uno de esos malos momentos.

―¿Qué tan malo es? ―Pregunté.

―Anoche se despertó a las tres de la madrugada y se puso a limpiar el baño. ¿Y sabés qué es lo peor de todo? Que lo había limpiado antes de acostarse.

La situación era mucho más seria de lo que imaginaba. No sabía qué podría pasar con mi mamá si seguía hundiéndose en su obsesión. Tal vez volviera a manifestar su aborrecimiento por el sexo, o tal vez volvería a atacar a Gisela por sus inclinaciones sexuales. No podía permitir que eso ocurriera.

Ya no podía soportarlo más. Lo mejor era encarar el asunto cuanto antes.

Por eso dos días después de la charla con Sabrina, le dije a Macarena:

―Es hoy. Lo vamos a hacer hoy y que pase lo que tenga que pasar.

―Muy bien ―respondió ella―. Preparemos todo.

―¿Estás nerviosa? Porque yo sí.

―No lo estoy.

―¿Confiás mucho en el plan?

―No exactamente. Sino que a mí las consecuencias de que todo salga mal no me preocupan tanto. Creo que la que debería estar nerviosa es mamá. A ella sí le afecta, no solo porque es una de las principales involucradas, sino también... bueno, porque se hace problemas por todo.

―Sí, es bastante... intensa ―no quise entrar en detalles―. Por suerte vos vas a hablar con ella y la vas a preparar mentalmente para todo lo que va a pasar.

―¿Qué? ¿Por qué yo?

―Porque yo voy a hablar con Tefi, Pilar y Gisela. Vos solo tenés que hacerte cargo de Cristela y de Mamá. ¿Ves? Salís ganando. Yo tengo que hablar con más gente.

―No, salgo perdiendo, porque me toca la más chiflada de todas.

―Esa chiflada es tu mamá, y esta vez te toca a vos aguantarla. Yo tuve que dormir con ella durante semanas mientras vos cogías plácidamente con la tía Cristela.

―Uf, está bien. Le hablo yo ―dijo, poniendo los ojos en blanco.

Como bien dijo Macarena, a mí me tocó la parte sencilla. Hablar con Pilar y Tefi. Lo de Gisela... bueno, eso no fue tan fácil como me imaginaba.

A Tefi y a Pilar solo tuve que pedirles que a las cuatro de la tarde en punto se personificaran en el living, porque íbamos a tener una charla en familia muy importante. Ellas creyeron que hablaríamos de Ayelén y yo dejé que lo siguieran creyendo. Era más fácil que explicarles el verdadero motivo de la reunión.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora