17. Duelo de Hermanas.

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Durante la noche que pasé en la pieza de Gisela no pude dormir casi nada, por eso me pasé buena parte del día siguiente durmiendo. Eso provocó que mi horario de sueño quedara desfasado con respecto al horario en el que dormía mi tía Cristela, por eso no nos vimos mucho en los días siguientes. Por la tarde solía tener la pieza solo para mí, y eso me hizo bajar la guardia. Confiado en que mi tía no entraría hasta la noche, decidí hacerme una buena paja. En mi cabeza tenía miles de imágenes que me pedían atención a gritos. Iban desde las tetas de Gisela, pasando por la boca de Pilar, hasta la concha de Estefanía. Me siento culpable por tener estos pensamientos con mis hermanas; pero no puedo evitarlos. Me basta con recordar la humedad de la concha de Estefanía y la tibieza de su sexo para que la verga se me ponga completamente dura.

Cuando estaba concentrado en plena paja, la puerta se abrió. Lo que me sorprendió fue mi propia falta de sorpresa. Sé que suena contradictorio. Me explico: hace unos meses, cuando empezó esto del aislamiento, uno de mis mayores temores era que una de las mujeres de mi familia me sorprendiera masturbándome; pero como ocurrió varias veces, y ya todas me vieron desnudo y con la verga dura, no me importó que alguien entrara a mi pieza justo en ese momento y me sorprendiera con las manos en la masa. Me dio igual, sabía que podía explicarle la situación a cualquiera de ellas, incluso a Gisela, y que ellas sabrían comprender.

La intrusa resultó ser Cristela. Pude notar cómo sus ojos brillaban al verme la pija y entró al cuarto dando pequeños saltitos, como si fuera un duende... bueno, un duende con unas tetas inmensas. Ni siquiera tenía puesto un corpiño, sus firmes pezones apuntaban hacia adelante y las tetas rebotaron con cada salto. Cerró la puerta detrás de ella y se acercó a la cama, meneándose como una gata en celo. Supe cuáles eran sus intenciones y eso me llevó a acelerar considerablemente el ritmo de mi paja.

―Tranquilo, Nahuel ―me dijo―, si le seguís dando tanto a la manija, te va a explotar la verga. ―Tomó mi mano y la apartó suavemente de mi verga―. Eso, dejá que la tía se haga cargo. No creas que me olvidé del acuerdo que tenemos. Te prometí que te iba a ayudar con tu problema, y eso pienso hacer. Voy a estar muy orgullosa de vos el día que aprendas a contenerte.

―¿Cuando deje de acabar en menos de cinco minutos? ―Pregunté, mientras miraba maravillado sus grandes melones. En la parte de abajo solamente tenía puesta una pequeña colaless rosada, la tela no era transparente, pero sí le marcaba muy bien los gajos vaginales.

―Sí. A tu mamá le preocupa que puedas quedar impotente, lo cual es una boludez. A mí me preocupa más que puedas pasar vergüenza el día que empieces a relacionarte con mujeres.

―Sí, a mí también. Eso lo veo como algo mucho más realista.

―Lo es. Conozco hombres que pasaron malos momentos por culpa de la eyaculación precoz, y no quiero que a mi sobrino le pase lo mismo. Así que a partir de hoy vas a comenzar tu tratamiento sexual con la tía Cristela.

―Suena bien ―dije, a pesar de que estaba muy avergonzado.

¿De verdad ella pretende chuparme la v...?

Sí... sí lo prende.

No me dio tiempo a reaccionar. Su boca se acercó rápidamente a mi verga y se metió todo el glande adentro, me miró con una sonrisa y con ojos de gata. Cuando sentí su lengua moviéndose alrededor de la cabeza de la pija, casi me vuelvo loco. Mi espalda se arqueó en un potente espasmo y eso provocó que más de la mitad de la verga se clavara en la boca de mi tía. Ella emitió un sonido gutural, creí que la estaba ahogando, pero no fue así. Agarró mi verga con más fuerza, la apretó con sus labios, y pude sentir cómo empezaba a succionar. Esto fue impresionante. Cuando mi verga estuvo dentro de la boca de mi mamá, Alicia no succionó de esta manera.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora