56. Esto es Guerra.

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Esto es guerra.

Sí, tengo la pija dura y estoy muy excitado. Estoy disfrutando este momento en muchos niveles. Sin embargo, no debo olvidar el verdadero motivo por el cual estoy haciendo esto: demoler las barreras de defensa de mi abuela Fernanda.

El recuerdo de mi madre llorando es lo que me mantiene enfocado. No importa lo caliente que sea la situación, ni lo linda que esté mi abuela toda desnuda y en cuatro frente a mí mientras le come el culo a Pilar. Debo mantener mi mente en el objetivo principal.

—¿Y Nahuel? ¿Te vas a quedar ahí quieto sin hacer nada? —Preguntó Fernanda.

—Eh, no... no... es solo que... te vi tan entusiasmada con Pilar que no quise interrumpirte.

—Me parece que a la abuela le gustó mucho mi culo —sé que mi hermana dijo esto más para alimentar su propia autoestima que para comprometer a la abuela, sin embargo funcionó en los dos sentidos.

—Bueno, es que... chuparle el culo a una mujer me trae algunos recuerdos que quizás debería dejar guardados.

—Pero me imagino que no solo será por los recuerdos —dije—. O sea, mirá el culazo que tiene Pilar...

—Oh, sí... sí... eso no se puede discutir —Fernanda volvió a meter la lengua en el agujero anal de Pilar—. Sé que es mi nieta y no debería decir estas cosas, pero... si la situación fuera la indicada, podría pasarme todo el día chupando un culo tan lindo como este... y esta, concha... dios... qué linda la tenés.

—Gracias, abuela... ¿le das una chupadita?

—Claro... con mucho gusto.

Fernanda se prendió a los gajos vaginales de Pilar, comenzó a chupar con fuerza. Aproveché ese momento para acercar mi verga. La dejé entre las nalgas de mi hermana y empecé a presionar su entrada trasera. No hice mucha fuerza porque era importante que la abuela colaborase en este acto. Luego de darle jugosas lamidas a la concha, dirigió su lengua a mi glande y comenzó a llenarlo de saliva. Lo tenía tan cerca del culo de Pilar que, obviamente, ella también recibió unas cuantas lamidas. Y así fue, que con la ayuda de la hábil lengua de mi abuela, fui metiendo de a poquito la verga en el culo de mi hermana. Sabía que Pilar podía tolerar un buen castigo por detrás; pero el plan... debíamos atenernos al plan.

Pude meter más o menos la mitad de mi verga en el culo de mi hermana e incluso le di unas cuantas embestidas cortitas, como para ir poniéndola a tono.

—Ay... es muy pero muy rico —dijo Pilar...

—Me imagino, esta verga en el culo debe ser una completa delicia —aseguró mi abuela—. Está mal que lo diga; pero es la verdad.

—Sí, una delicia total, aunque... uf... me está doliendo mucho... ah...

— ¿Querés que la saque? —Pregunté, con tono de preocupación.

Todo esto no era más que una escena actuada. Sabía que a Pilar no le dolía nada. Este era un punto clave en el plan, porque nos mostraría en qué punto estaban las defensas de la abuela.

—Sí, sacala... disculpá, hermanito. De verdad creí que podíamos pasarla bien un rato, pero... no se va a poder. Me duele mucho. Tenés la pija muy grande.

La saqué, mostrando lo dilatada que había quedado Pilar, y al instante Fernanda dijo:

—Nena, no te pierdas esta oportunidad por culpa de un poquito de dolor. Sí, es cierto... a veces puede doler un poco, lo digo por experiencia, a mí también me rompieron el culo. Te aseguro que el tipo que más me la metió por ahí no fue tan considerado conmigo. Él me ponía en cuatro, o contra la pared y... "Gritá puta, que sé que te gusta". Y yo gritaba... él me daba con todo, con esa pija ancha que me volvía loca. Me dolía, y al mismo tiempo me gustaba. Yo le pedía más. Necesitaba más. Se me hacía agua la concha de una forma que no te puedo explicar. El muy desgraciado me volvió adicta al placer anal. Me da mucha vergüenza admitirlo, porque sí que considero que disfrutar por el culo es de puta. Y con mucho dolor en alma este tipo me hizo dar cuenta de que... soy muy puta, porque lo disfruté a pleno cada segundo. Por él terminé haciendo cosas que nunca me imaginé. Lo admito: dejé que sus amigos me rompieran el culo. Bah, en realidad... no es que lo haya dejado, es que yo les supliqué que, por favor, me dieran una buena cogida por el orto. Los hacía entrar en casa cuando mi marido no estaba, y me convertía en una puta que chillaba de placer cuando le llenaban el orto de pija... es una sensación maravillosa. Deberías experimentarla, Pilar. Te repito: no pierdas esta oportunidad.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora