05. Convivencia en Cuarentena.

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Debo admitir que me costó mucho conciliar el sueño. No creo que se haya tratado de mi imaginación, mi hermana Macarena realmente se masturbó mientras compartíamos la cama. No puedo encontrar otra explicación a sus gemidos ni al rítmico movimiento de su brazo. Pero pasados unos minutos ella se calmó y yo, de a poco, comencé a quedarme dormido. Desperté un par de veces, cuando ella giró en la cama. No pude evitar pensar que ambos estábamos desnudos. Nunca antes había dormido desnudo en la cama con otra mujer. Jamás imaginé que la primera vez que hiciera eso sería con una de mis hermanas.

Me levanté tarde, otra vez. Algo que se estaba volviendo una rutina, en estos días de cuarentena donde el reloj carecía de importancia. Me daba lo mismo levantarme a las tres de la tarde que a las cinco de la mañana. A la única que parecía molestarle esto era a mi madre.

Cuando salí de la pieza de Macarena, ya vestido, me crucé con Alicia. Ella me tomó del brazo y me dijo:

―A ver si empezás a acomodar un poco esos horarios. No es sano que duermas a cualquier hora.

―Pero mamá...

―Por esta vez pasa, sé que tuviste una noche muy peculiar ―no quería recordar lo que había pasado durante la noche―. Pero eso se tiene que terminar. Después vamos a hablar vos y yo.

Lo que más aterraba era que todas mis hermanas (e incluso mi prima y mi tía) se enterasen del pequeño accidente que tuve frente a mi mamá. Pero conociendo a Alicia, me parecía altamente improbable que ella hablara de ese tema con alguien más. Para mi madre sería un martirio tener que explicarle a otra persona que su hijo le llenó la cara con semen. Así que en ese sentido podía quedarme tranquilo. Además noté que ella no estaba enojada, algo muy extraño en mi mamá. Seguramente se debía a la gran noticia de la que todas ya estaban al tanto: Macarena no se había contagiado de Covid.

―Está bien. ―dije, como restándole importancia al asunto.

Gisela apareció de golpe en el pasillo, seguramente volvía hacia su dormitorio. Al verme me dio un fuerte abrazo, mientras mi mamá se alejaba. Pude sentir la tibieza de los grandes pechos de mi hermana contra uno de mis brazos.

―¡Al final fue solo una falsa alarma! ―Exclamó, sin soltarme―. Me pone muy contenta, en especial por Macarena. Me enteré que pasaste la noche en su cuarto. ¿Qué tal está?

Se apartó de mí y me miró con una sonrisa maternal.

―Cuando mamá nos contó la buena noticia, Macarena se sintió mucho mejor... incluso mamá le pidió disculpas por haberla tratado mal.

―¿Mamá pidiendo disculpas por algo? ¿Estás seguro de que no lo soñaste?

―Yo también me sorprendí... pero pasó de verdad. Creo que se puso contenta porque no había riesgo de contagio.

―Sí, hoy la vi más contenta de lo habitual. Me imaginé que era por eso.

Ella siguió rumbo hasta su pieza.

El ambiente en mi casa era mucho más alegre que en los últimos días. Vi que Tefi y Ayelén charlaban en el living, se estaban riendo de algo. Probablemente estaban planeando cómo arruinarle la vida a algún pobre infeliz, porque así son de crueles. Sólo me queda esperar que ese pobre infeliz no sea yo.

Decidí no interrumpirlas, cuando están juntas se potencian y la mejor estrategia es pasar desapercibido.

En el comedor me encontré con mi tía. Estaba sola, mirando el celular con una gran sonrisa.

―¿Viste a Macarena? ―Le pregunté, extrañado por no haberla cruzado en ninguna parte.

―Creo que está en la pieza de Pilar ―respondió, sin apartar la cara del teléfono. Soltó una risita que la hizo ver como si tuviera veinte años menos. Debo reconocer que mi tía es una mujer muy bonita y su cabello rojo realmente la favorece.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora