20. En Caliente.

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La sesión de fotos con Gisela me dejó al palo. Por más que acabé, en mi cabeza seguían resonando las palabras de mi hermana. Nunca la había visto en una actitud tan erótica.

Pasé por el living y me encontré a Tefi charlando con la tía Cristela, noté que ellas guardaban silencio, como si estuvieran esperando a que yo me fuera. No quise interrumpirlas, por lo que seguí camino hasta mi dormitorio. Allí me encerré e intenté despejar mi mente jugando a algo en la compu.

Esto me distrajo durante unas horas, pero de a ratos mi verga se acordaba de lo ocurrido en el cuarto de Gisela y amenazaba con ponerse dura otra vez. Podía pedirle a mi tía que me ayudara con este asunto, pero no me gusta abusar de su gentileza.

Como no sabía qué hacer, fui a darme una ducha. Esto de estar encerrado a veces me da igual y en otros momentos comienza a ser asfixiante. Si pudiera salir a la calle, al menos iría a correr un poco, eso me ayudaría a quemar energía. Hasta dormiría mejor. Sin embargo no puedo pisar la vereda sin que mi mamá me haga un juicio oral y público. Ella no confiaría en mí si le dijera que solo pretendo ir hasta la plaza a dar un par de vueltas. Mi mamá creería que mi intención es encontrarme con algunos de mis amigos, lo cual puede ser cierto, aunque yo no lo pretenda. Porque ella sabe muy bien que mis amigos suelen frecuentar esa plaza, y algunos incluso van a pesar del "aislamiento preventivo y obligatorio".

La ducha fue tranquila, por suerte nadie vino a interrumpirme. Salí del baño envuelto en una toalla y no llegué a dar ni tres pasos cuando una puerta a mi izquierda se abrió. A pesar que se trataba del cuarto de Pilar, no fue a ella a quien vi. Era Macarena, completamente desnuda, su piel estaba cubierta de pequeñas gotas de sudor y su pecho subía y bajaba con el rápido ritmo de su respiración. Me fijé en su vagina y noté que estaba cubierta de un líquido transparente y viscoso, al igual que la cara interna de sus muslos. Al verme ella sonrió.

―Hey, pero mirá a quién tenemos acá ―me dijo con entusiasmo, como si lleváramos meses sin vernos.

―Eh... hola

Espié de reojo hacia el interior de la habitación, y allí estaba Pilar, acostada en la cama. Se apresuró a cubrirse el cuerpo con las sábanas, porque al igual que Maca, estaba completamente desnuda. La cabeza se me llenó de imágenes eróticas.

―¿Estás ocupado? ―Me preguntó Macarena.

―No, para nada.

―Buenísimo. Pasá... Pilar quiere hablar con vos.

―¿Ahora? ―Preguntó Pilar, desde adentro.

―Sí, nena. Ahora es el mejor momento, ya sabés por qué te lo digo.

Me pregunté a qué se refería con eso, pero no tuve mucho tiempo para analizarlo. Maca me tomó del brazo y me empujó hacia el interior del cuarto. Al igual que antes, ella cerró la puerta y se fue, dejándome solo con Pilar.

―Em... hola ―saludé, con timidez. Intenté sostener mi toalla, a pesar de que Pilar ya me había visto desnudo, me daba mucho miedo que se cayera. No quería incomodarla―. ¿De qué querés hablar?

―Vení, sentate acá ―dio un par de golpecitos al colchón―. Esto que te voy a decir no va a ser fácil, pero Maca tiene razón, ahora es el mejor momento.

―¿Por qué?

―¿Por qué no va a ser fácil de decirlo?

―No... ¿por qué ahora es el mejor momento?

Me senté a su lado en la cama, ella permaneció acostada de lado, sus pechos asomaban bastante, incluso podía ver uno de sus pezones. Esta imagen me recordó mucho a las mujeres griegas representadas en estatuas de mármol.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora