47. Reparar el Daño.

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La convivencia familiar cambió radicalmente de un día para otro. La prueba definitiva de esto fue la falta de ropa. Cuando salí de mi cuarto, sentí que estaba entrando al paraíso. Vi pasar el macizo culo de Tefi frente a mis ojos, ella se reunió en la mesa del comedor con mi tía, de la cual podía ver sus enormes tetas. Cristela estaba cebando mates con total naturalidad mientras mi mamá dejaba medialunas con dulce de leche para todos. Pude ver las tetas de Alicia inclinarse hacia el piso, parecía que iban a caer en cualquier momento, por su peso. Pilar, a quien siempre le dio vergüenza andar completamente desnuda, estaba impresionante, caminó sin sentir el menor pudor, sin hacer intentos de cubrir su cuerpo, y se sentó junto a Tefi.

Sé que tuvimos una intensa charla sobre el nudismo, pero me sorprendió que el cambio se diera tan rápido y de forma tan contundente. Di un paso hacia adentro de mi cuarto y me quité el short que traía puesto, yo también quería andar desnudo.

Justo cuando salí por segunda vez, vi aparecer a Gisela y a Macarena. Al igual que todas las demás, ellas también estaban desnudas al 100%. Pero noté algo raro en Gisela. Por eso me acerqué a Maca y tomándola del brazo la aparté, para susurrarle al oído:

―Me parece que hoy sí estamos viendo a Gisela.

―¿Qué? ¿Y a quién tendríamos que ver? ―Preguntó ella, mirando a nuestra hermana mayor.

―A Celeste.

―¿Todavía pensás que Celeste es Gisela?

―Cada día estoy más convencido de eso. Mirala con atención, vos sos muy observadora, compará a esta Gisela con la que vimos en la reunión familiar. ¿Qué diferencias notás?

―Mmmm... ―Macarena la analizó durante unos segundos, Gisela estaba de pie explicando que Brenda no se uniría a nosotros en este desayuno tardío, porque le había costado conciliar el sueño.

―Mientras el problema no seamos nosotros ―dijo mi mamá―, entonces que duerma hasta la hora que quiera.

―Estoy segura de que el problema no somos nosotros, al menos no en un mal sentido ―dijo Gisela―. No la culpo, a mí también me costó mucho dormir. Ayer recibimos demasiada información, todavía la estamos procesando.

―¡Ya sé! ―Dijo Maca, hablando en voz baja―. Las tetas, están diferentes, como caídas. Ayer las tenía erguidas, firmes... eran impresionantes.

―Sí, y también tenía la espalda más recta ―añadí―. Ahora anda encorvada y se tapa la concha con las dos manos, como si le diera vergüenza mostrarla.

―Bueno, es obvio que hubo un cambio de actitud en ella, aunque eso no significa que estemos tratando con dos personalidades diferentes. Voy a hacer un pequeño experimento...

Antes de que Gisela pudiera sentarse, Macarena la tomó por atrás, apoyando su pecho contra la espalda de su hermana mayor. Con ambas manos agarró las tetazas de Gise y las apretó.

―Dios! Cuántas pajas le habré dedicado a estas tetas. Qué ganas de chuparlas todas... y no me quedaría ahí. ―Una de las manos de Maca bajó hasta llegar a la entrepierna―. También me muero de ganas de pasarte la lengua por acá.

Me acerqué para ver lo que ocurría y, efectivamente, los dedos de Macarena habían logrado introducirse en la vagina de Gisela y estaban jugando con ella como si fueran viejas amantes.

―Ay, Maca... me estás poniendo incómoda. No me toques así.

―¿Por qué? Me vas a decir que después de lo que pasó ayer no tenés ganas de portarte mal con una de tus hermanas.

Los dedos entraron más en la concha.

―Uf... ay... no, sinceramente no. Todavía tengo que procesar muchas cosas. Y agradecería que no me toques sin permiso.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora