21. La Experiencia de Pilar.

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―Fue raro tocar el interior de la concha de otra mujer ―dijo Pilar.

Esta frase, sin contexto, ya de por sí sería brutal; pero la situación en la que se estaba dando la hacía incluso más morbosa.

A mí cerebro aún le costaba procesar que cuando Pilar habla de "su amiga" en realidad se refiere a lo que hizo minutos antes con nuestra hermana, Macarena. A eso le tengo que sumar que mientras cuenta todo, le está acariciando la concha a su mamá... a mí mamá. Alicia parece tomárselo con calma, quizás se deba a que ella, al igual que yo, pasó por un período de adaptación que la llevó a hablar de sexo de forma mucho más directa y explícita con miembros de su familia.

Y esto no era todo lo que mi frágil mente de pajero juvenil tenía que procesar, porque además mi verga está enterrada hasta la mitad en la concha de Pilar... y se siente muy apretada, como si desde el interior de ese agujero alguien dijera: "Hasta acá se puede entrar, ya no más"; pero yo quería más... aunque al mismo tiempo me daba miedo lastimarla.

Esta no es la primera vez que meto la verga en una concha; sin embargo se siente como si lo fuera... y eso se debe a que se trata de Pilar, y sé que para ella es una experiencia nueva.

―¿Y me vas a mostrar cómo lo hiciste? ―Preguntó mi mamá con un tono tan neutro que me resultó imposible determinar si ella lo pedía por calentura, o por algún otro motivo.

―¿Estás segura? ―Pilar seguía moviendo sus dedos por el clítoris de nuestra madre.

―Sí. Siento que te generé mucho miedo a... a las relaciones íntimas... y quiero ayudarte, así como te ayudó tu amiga.

Quería ver eso ocurriendo, la pija me lo pedía, por eso decidí tomar un riesgo. Retrocedí mi verga unos centímetros y luego la volví a enterrar.

―¡Auch! ―Exclamó Pilar.

―Perdón ―dije, al instante, quedando expuesto, como un idiota.

―¿Qué pasó? ―Quiso saber mi mamá, que miró fijamente a la zona de la pelvis de Pilar. No podía ver lo que ocurría bajo las sábanas, pero se notaba que intentaba adivinarlo.

―Nada, es que... ―Me di cuenta de que Pilar intentaba construir una verdad a media, debía darle una respuesta convincente a mi mamá, sin llegar a decirle: "Nahuel me enterró la mitad de la pija"―. Es que Nahuel se movió... y sentí presión en la concha, como si la verga se me fuera a meter, aunque la tela de la tanga la frenó... pero ese es el problema, la tela molesta un poco.

―Y sí, hija... es como masturbarse por encima de la tanga, un ratito está bien; pero después de unos segundos la tela ya empieza a irritarte.

―Sí, es eso.

―¿Y por qué no te sacás la tanga? Eso evitaría que se te irrite la concha. ―Sugirió mi mamá. La pregunta nos tomó tanto por sorpresa que nos quedamos mudos―. Por supuesto, si te sacás la tanga Nahuel va a tener que dejar de arrimarte así.

Así que ahí estaba el truco. Parecía que nos estaba dando un permiso un tanto inapropiado; pero en realidad solo buscaba que ya no siguiera arrimando a mi hermana.

―No sé... ―dijo Pilar―. Creo que eso empeoraría las cosas... ¿y si me la mete sin querer?

―¿Vos confiás en tu hermano?

―Sí ―me alegró que ella respondiera sin dudar.

―Entonces sabés que él va a ser muy cuidadoso. Además Nahuel tiene que aprender a dominar sus impulsos.

―Eh... ¿lo decís por algo en particular? ―Pregunté, asustado. Tenía miedo de que ella se hubiera enterado de lo que pasó con Tefi en el baño.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora