50. Operación Celeste.

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―¿Nahuel?... ¿Nahuel?

Una voz dulce me llamó en la oscuridad. La seguí, tenía que tratarse de una ninfa. Ya podía sentir el roce de sus suaves dedos en mi miembro.

―Nahuel... ―repetía mi nombre sin cesar.

Ya podía verla, hermosa y desnuda frente a mí. La mujer más preciosa que puedan imaginar... solo para mí, esperándome con una cálida sonrisa y las piernas abiertas... fui hacia ella.

―¿Nahuel?

Mi pene erecto estaba listo para entrar a un mundo de placer. Me tendí sobre ella y...

―Despertate, pendejo!

―¡Ay, la concha de la lora!

Sentí que me ahogaba en agua fría, salté y di manotazos, intenté nadar hacia la costa... y me caí de la cama, de cara al suelo. El golpe fue seco y despertó la carcajada de una bruja, una harpía que se burlaba de mí.

―¡Qué pelotudo que sos! ―Volvió a reírse de mí.

―¿Macarena?

―No, la madre Teresa ―seguía riéndose sin parar―. Mirá que sos duro para despertarte... y bueno, veo que vos no sos el único que amaneció duro ―señaló mi miembro erecto―. ¿Qué estabas soñando?

―Con una mujer muy linda ―dije mientras me frotaba la cabeza en la zona del golpe.

― ¿Más linda que yo?

Me fijé en mi hermana, estaba completamente desnuda, su lacio cabello negro era suave como la seda y sus ojos grises lanzaban chispas cuando ella sonreía. Caí en la cuenta de que la mujer de mis sueños se parecía mucho a ella; pero preferí no darle otra victoria.

―Mucho más linda que vos.

―Entonces tendrías que haberte dado cuenta de que era un sueño, porque no existen muchas mujeres más lindas que yo.

―Uf... qué modesta.

―Hey, cada una aprende a lidiar con los traumas de su madre a su manera. Y hablando de eso, hoy tenemos que hablar con Gisela.

―Es cierto, hoy inicia la Operación Celeste.

―Llamalo como quieras. Pero antes de que hablemos con ella, date un baño. Anoche le estuvimos dando duro al garche y no te vendría nada mal una ducha.

―Muy cierto.

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―Ya estoy listo ―le dije a Macarena cuando volví a su cuarto.

No me vestí, porque eso de usar ropa dentro de mi casa ya pasó al olvido. Y cómo me gusta saber que ya nadie se viste. Se pueden ver tetas y conchas todo el tiempo, donde sea. Es hermoso.

―Muy bien, le pedí a Pilar y a la tía Cristela que mantengan entretenida a Brenda.

―Ah... y creo que lo están haciendo muy bien.

Desde el cuarto contiguo nos llegaban gemidos femeninos y el rítmico golpeteo de la cama contra la parte.

―Sí, entre las tres se deben estar dando duro. Mejor vamos ahora a hablar con Gisela, antes de que no pueda resistir más las ganas de meterme en la pieza de Pilar.

Llegamos al cuarto de nuestra hermana mayor y Macarena me pidió que golpeara la puerta mientras ella se encargaba de algo. La vi desaparecer dentro de la pieza de mi madre y me puse muy tenso. ¿Cuáles eran sus planes? ¿Iniciar una guerra?

―Hola, Nahuel ―saludó Gisela cuando abrió la puerta. Estaba tan cerca de mí que sus enormes tetas me bloquearon casi toda la visión―. ¿Necesitás algo?

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora