37. Animarse.

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Entré de vuelta a la casa porque en el patio ya me estaba sintiendo como alguien que sobra. Alicia estaba aprovechando la oportunidad para hacerse ver como la madre dulce y comprensiva que nunca vio, y en cierta forma lo estaba logrando. Brenda parecía rendida a sus pies. Gisela soportaba la situación a su manera: en silencio y con una sonrisa tensa. Creo que fue esa sonrisa lo que me hizo sentir más incómodo. Bueno, eso y saber que toda la situación era una farsa y que apenas un par de días antes Gisela odiaba a mi madre por no dejarla vivir su sexualidad como le diera la regalada gana.

Por eso decidí refugiarme en lo más parecido que tengo a un lugar propio: el cuarto de mi mamá.

Me acosté en la cama y empecé a buscar algo para mirar en Netflix cuando escuché ruidos provenientes del baño. Me puse muy tenso y me asusté, aunque el pensamiento racional me calmó: Tranquilo, boludo, no puede ser un ladrón y ya todos en la casa saben de las cajas de dildo de mamá.

Como no vi riesgo alguno, abrí la puerta y me encontré con mi hermana Pilar, ella se asustó un poco al verme, pero enseguida se relajó.

―Ah, sos vos... ¡qué susto! Pensé que era mamá... o peor, Ayelén.

―¿Qué estás buscando? ―Pregunté al ver varias cajas abiertas en el piso.

―Nada, solo una cosita... para em... para nada.

―Mmm... ya veo. Estás buscando un buen dildo para hacerte la paja ―le sonreí―. Tu cara se puso roja, así que acerté.

―No acertaste... del todo.

―¿Y no me vas a contar?

―No. Me da vergüenza.

―Ok, entonces ahora la llamo a mamá y le cuento que estás hurgando entre sus juguetes.

―¡Hey! ¿Por qué harías una cosa así? ¿Cuándo te hice algo malo?

―Nunca. De mis hermanas, vos sos la más buena. Pero me molesta que no quieras contarme, después de todo lo que pasó. Pensé que ya podíamos hablar sin tapujos sobre esto. ¿Qué tiene de malo que quieras meterte un dildo en la concha para pajearte un rato? Yo también tenía pensado hacerme una paja... ¿Ves? A mí no me molesta hablar de esto con vos.

―Mmm... sí, ya sé. Tenés razón. Soy una boluda. Pero es que esto es diferente. Mi idea era hacerlo sin que nadie se entere y... apareciste vos.

―Podría haber sido peor. Vos misma lo dijiste ¿y si te hubiera sorprendido Ayelén?

―Sí, es cierto. Está bien, te voy a contar. ¿La puerta de la pieza está cerrada?

―Sí.

―Ok... resulta que ―miró para todos lados, como si temiera que alguien pudiera oírnos, bajó la voz y prosiguió―. Estoy buscando algo para meterme por el culo.

Me quedé petrificado y sentí un cosquilleo recorriendo toda mi verga.

―Ay, no me mires así ―dijo Pilar―, que me siento aún peor.

―¿Qué? Ah, no... perdón... no era mi intención hacerte sentir incómoda. Lo que pasa es que me sorprendió mucho lo que dijiste. Creí que, de todas las mujeres en la casa, vos serías la última en decir una cosa así. Porque a vos te gustan mucho esas historias melosas y románticas que tanto leés y... a ver, hice el intento de leer alguno de esos libros. A veces tienen escenas de sexo, pero suelen ser bastante... em... convencionales. No recuerdo que haya escenas de sexo anal.

―Es cierto. En algunas sí hay, aunque... como vos decís, no es que sea común ver a una chica suplicándole al un tipo que le rompa el culo. Ojo, no todas las historias que leo son tan melosas y convencionales. Otras son... un poquito más porno, aunque me da vergüenza hablar de ellas y quedar como la boluda que se hace la paja leyendo novelas eróticas en lugar de coger con alguien de verdad.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora