44. Sabrina.

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Los días que siguieron fueron de una incomodidad extrema. Brenda almorzaba y cenaba con nosotros, pero se notaba que estaba haciendo un gran esfuerzo para no mirar a los ojos a mi madre, a Cristela o a mí.

Pilar y Gisela preguntaron por Ayelén, aún no tenían del todo claro por qué la chica había decidido, tan repentinamente, marcharse a vivir con la abuela. Cristela simplemente dijo: "Quizás necesitaba un cambio de aire luego de pasar tantas semanas encerrada en esta casa".

Mi mamá era la que estaba muy preocupada, su estado de ánimo había caído por los suelos. Lo único que la animó un poco fue escuchar en las noticias que ya se hablaba de una vacuna rusa que nos ayudaría a combatir el Covid. Quizás este aislamiento está a punto de terminar... y eso en realidad me da miedo. ¿Soy imbécil? ¿Acaso quiero quedarme toda la vida encerrado en mi casa? La lógica me lleva a decir que no; pero hay una parte dentro de mí que no quiere salir a la calle y que prefiere quedarse acá.

Por eso decidí hablar con Macarena, además quería saber si durante estos días logró algún avance con la psicóloga de Brenda.

Entré al cuarto de mi hermana, ella estaba tan desnuda como siempre. Parecía tranquila, estaba mirando una serie en Netflix.

―¿Qué tal la estás pasando? ―Pregunté.

―Más o menos. Ya no sé qué mirar. Con tanto tiempo libre ya me miré todo el catálogo de Netflix

Me senté a su lado e instintivamente admiré todo su cuerpo desnudo. Estaba cubierto por una fina capa de sudor, que hacía brillar su piel, y la zona de su vagina mostraba claros signos de humedad. Estoy seguro de que Macarena estuvo masturbándose momentos antes de que yo entrara.

―Te quería preguntar algo ―dije.

―Preguntá. A ver si por lo menos me das algo entretenido para pensar.

―Es sobre la cuarentena. Me está pasando algo raro. Al principio, cuando mamá sentenció que nadie saldría, me moría de ganas de salir a la calle. Lo que más quería era jugar un partido de fútbol con mis amigos. Ahora, en cambio... no quiero salir. Escuché las noticias sobre la vacuna. En la tele dijeron que cuando estemos todos vacunados, vamos a poder salir a la calle a hacer vida más o menos normal. Eso tendría que alegrarme. Pero no lo hace... ¿Me habré vuelto loco... como mamá?

―Mmmm... interesante. No creo que estés loco. Estuve leyendo muchas páginas en internet, noticias, redes sociales, foros... y un largo etcétera. A mí, como futura psicóloga, me interesa cómo afecta la pandemia y el aislamiento a la gente, a nivel psicológico. Y una cosa que me llamó la atención fue justamente lo que vos dijiste. Mucha gente se muere de ganas por salir a la calle, no aguantan más el encierro. Incluso salen violando las normativas sanitarias. No los culpo. Yo también tuve ganas de ir a una playa en más de una ocasión. Y el sentido común nos lleva a pensar que esa debería ser la forma más coherente de pensar. Que todos deberíamos estar hartos del encierro.

―Exactamente.

Me fascinaba hablar de estos temas con Macarena y al mismo tiempo verla completamente desnuda sabiendo que hace unos minutos se estaba haciendo tremenda paja. ¿Será que me calientan las mujeres inteligentes? ¿O solo me calientan mis hermanas? Bueno, en este caso sería lo mismo.

―Pero los seres humanos somos animales de costumbres. Podemos habituarnos prácticamente a lo que sea. Durante estos meses el encierro se volvió algo normal para nosotros. Mucha gente desarrolló cierto miedo a salir a la calle; porque se pasaron meses entre cuatro paredes y ahí se sienten más seguros. Por eso, aunque haya vacuna, va a haber gente que preferirá quedarse en sus casas durante un tiempo más largo, o quizás sus vidas hayan cambiado para siempre y de ahora en adelante prefieran pasar más tiempo dentro de sus casas que afuera. Una amiga me comentó hace unos días: "Me volví adicta al delivery. Me acostumbré tanto a que me traigan todo a casa que cuando termine la pandemia ni siquiera voy a querer entrar a un supermercado".

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora