40. La Hermana más Sexy.

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Me pasé todo el día encerrado en el cuarto de Tefi jugando al God of War, completamente solo. Estefanía se apiadó de mí y me dijo que después de la ayuda que le había brindado, merecía un día de paz y tranquilidad disfrutando de la PlayStation que, al fin y al cabo, es mía.

No me despegué de la pantalla más que para comer algo.

Cuando ya caía la noche decidí que había llegado el momento de hacer algo que venía posponiendo: hablar con Macarena. Necesitaba que ella me ayudara a entender un poco mejor toda la situación actual, en especial los bruscos cambios de actitud de Gisela.

Sabía que Macarena estaba sola en su cuarto, y al entrar me imaginé que la encontraría desnuda. Sé lo mucho que mi hermana disfruta el nudismo y como ya no puede hacerlo en los ambientes comunes de la casa, porque tenemos una invitada, entonces se pasará cada minuto dentro de su cuarto con las tetas y el culo al aire. Estaba muy ilusionado por verla así.

Llamé a su puerta y desde adentro ella me dijo que pasara. Al entrar descubrí que hay formas más eróticas de ver a una mujer, incluso más que la desnudez total.

Macarena tenía puesto un conjunto de lencería negro. Medias de nylon que le llegaban hasta la mitad de sus muslos, y unas tiritas que salían de ellas y se prendían a su em... tanga? no sabría cómo llamar a eso. Parece una tanga, pero no cumple con su principal función, que es la de cubrir la vagina. Hay un hueco justo en esa zona que deja expuestos los labios vaginales de mi hermana. Arriba tiene un corpiño, también negro, que quizás llamarlo corpiño sea darle demasiado crédito a esa prenda, porque al igual que la de abajo, tampoco cumple con su función principal. Los pezones de Macarena están completamente a la vista.

Ella está examinando su atuendo frente al espejo. Parece contenta con lo que ve, así lo indica la sonrisa de oreja a oreja. También me sorprendió ver que...

―¿Te cortaste el pelo? ―le pregunté.

Ella tiene el cabello de un negro intenso y muy lacio, al igual que Gisela. Por lo general lo tiene largo, por debajo del nivel de sus hombros; pero ahora, a pesar de que mantiene una forma similar a la de siempre, las mechas más largas no llegan a tocar sus hombros. Su largo cuello se puede apreciar mucho mejor. No sabría explicar por qué (quizás sea una suma de todos los factores), pero nunca había visto tan sexy a Macarena... ni a ninguna de mis hermanas.

―Sí, me lo cortó la tía, fue por puro aburrimiento. Estábamos encerradas en la pieza y no sabíamos qué hacer para pasar el rato.

―Se me ocurren muchas cosas que ustedes dos pueden hacer...

―Ah, sí... y las hicimos. Quedate tranquilo que las hicimos. Pero... a ver, chupar concha siempre es una delicia, lo disfruto un montón, en especial con una mujer tan fogosa y tan experimentada como Cristela. Sin embargo, después de tanto darle al sexo lésbico con la misma persona, como que empieza a volverse monótono. Además, tampoco vamos a estar cogiendo las veinticuatro horas del día.

―Claro, me imagino que no ―mis ojos recorrieron toda su anatomía, sus nalgas estaban perfectamente definidas, daban ganas de apretarlas―. ¿De dónde sacaste esa ropa?

―Me la dio mamá, aunque tuve que insistirle mucho. Me dijo "Eso es para vender, Macarena". Y yo le dije: "Bueno, consideralo como parte de pago por tenerme encerrada todo el día en casa, como a una prisionera".

―Me sorprende que hayas aguantado tanto el encierro ―le dije―. Siempre creí que vos serías la primera en huir de todo esto. Creí que para esta altura ya estarías en la casa de alguna amiga, o algo así.

―Ganas no me faltan; pero... si me voy mamá no me va a dejar entrar. Y la verdad es que no quiero perderme las cosas interesantes que pasan en esta casa ―me miró con sus grandes ojos grises―. ¿En algún momento pensaste: "Ojalá esta pandemia dure dos años más"?

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora