16. La Fantasía de Pilar.

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Caminé junto a Pilar intentando disimular la erección que tenía dentro del pantalón. Por suerte ella no preguntó qué hacía con la pija parada en mi pieza si supuestamente allí estaba la tía Cristela durmiendo. No hubiera sabido cómo responder a eso. Sin embargo mi hermana parecía estar preocupada por otra cosa. Aún no podía bajar la guardia. Probablemente recibiría un duro sermón por la vez que le acabé en la cara (sin querer).

Entramos a su pieza, estaba más desordenada que de costumbre, incluso junto a la computadora había un plato sucio. Ahí caí en la cuenta que desde el incidente, Pilar salía de su habitación menos que antes, a veces ni siquiera se sentaba a comer con el resto de la familia; se pasaba prácticamente el día entero dentro de su cuarto.

―Vení, sentate en la cama ―dijo Pilar, eso me llamó la atención porque ella misma se dirigió hacia la cama. Pensé que al estar enojada conmigo no me querría cerca. De todas maneras hice lo que me pidió, me acomodé a su lado y la miré con toda la incomodidad del mundo. Al parecer esto se notó mucho―. No tengas miedo, Nahuel, no te traje para pelear.

―¿Ah, no?

―No, te pedí que vinieras para pedirte disculpas.

Si me hubiera dicho que ganó un millón de dólares jugando a la lotería, no me hubiera sorprendido tanto.

―¿Qué? ¿Y por qué me tenés que pedir disculpas?

Al parecer mi pregunta la tomó por sorpresa, abrió mucho los ojos y retrocedió.

―¿No es obvio? Por cómo te traté durante estos días.

―Pensé que estabas enojada conmigo, por lo que pasó la última vez.

―No... justamente por eso quería hablar. Hace un rato, cuando nos cruzamos a la salida del baño, me dijiste que lo que pasó fue sin querer... obvio que fue sin querer, eso ya lo sabía. Nunca tuve dudas. Pero si me lo aclaraste fue porque te sentís culpable. No quiero que te sientas así, menos por mi culpa.

―Pilar, vos no hiciste nada malo.

―Sí que lo hice... te traté como si fueras una basura ―noté que sus ojos estaban lagrimeando―. Al menos quiero explicarte por qué.

―Eso me serviría mucho; pero de verdad no siento que me hayas tratado mal... solo fuiste algo... em... distante.

―Sí, el silencio es mi forma de poner una pared que me separe de las personas. Pero no lo hice porque estuviera enojada con vos. Al contrario, agradezco mucho lo que hiciste por mí. La idea de Macarena era una locura, pero tengo que reconocer que funcionó, al menos ahora sé cómo se siente tocar una verga de verdad. Para mí eso fue muy importante. ―Sus mejillas se pusieron rojas―. Ahora, cuando leo una de esas novelas eróticas que tanto me gustan, sé lo que siente la chica cuando dice que tocó una verga grande y dura, eso ayuda mucho a la... estimulación.

―Odio esa palabra.

―¿Por qué?

―Em... no sé, suena demasiado fría y distante.

―Tenés razón ―ella sonrió, me alegró que lo hiciera―. Por "estimulación" me refiero que me sirvió mucho a la hora de hacerme la paja. Soy una boluda, decirte eso me da muchísima vergüenza... incluso después de que te vi la pija, y de que vos me viste toda la concha.

―A mucha gente le da vergüenza hablar de la masturbación.

―¿A vos no?

―No sé, creo que ya me estoy acostumbrando.

―¿Tuviste muchas charlas con Macarena?

―Demasiadas.

Ella soltó una risotada.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora