19. El Juego de Celeste.

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Lo que pasó con mi mamá y mi tía Cristela todavía me tiene consternado, a pesar de que ya pasaron dos días. Sin embargo, a pesar de eso, me di cuenta que me estoy adaptando muy bien al encierro... y eso se debe a todo lo que pasó, tuve la oportunidad de vivir momentos muy interesantes... y ahora que tengo acceso a mi propio cuarto, puedo divertirme con mis cosas. Me queda poco tiempo para aburrirme.

No hablé con mi tía sobre lo que pasó con mi mamá; pero sí tuve el enorme privilegio de que me volviera a chupar la pija, lo hizo anoche, antes de que nos fuéramos a dormir. ¡Dios, qué mujer! ¡Cómo la chupa! Le pone una pasión increíble... y me hace acabar en menos de cinco minutos. No sé cómo voy a aprender a aguantar más si ella me la chupa con esa intensidad; Cristela opina que, justamente, me tengo que acostumbrar a que me la chupen con esas ganas.

Por lo general no me gusta socializar mucho con mi familia en grupo, últimamente lo hago más; pero prefiero hablar con una a la vez. Sin embargo esta vez me acerqué a ellas porque las vi contentas, riéndose mientras tomaban mates, y no había rastros de mi prima Ayelén, era la única de la familia que no estaba. Justo llegué en el momento en que mi tía Cristela preguntaba por ella y Tefi respondió que estaba durmiendo en su cuarto. Eso nos daba varias horas de tranquilidad, Ayelén duerme como una morsa.

Me puse a tomar mates con ellas mientras intentaba no mirar demasiado la entrepierna de Macarena, a mi hermana se le ocurrió usar una tanga blanca muy transparente, y estaba sentada con las piernas subidas al sillón. Todas notaron que le veía la concha de una forma obscena, incluso Gisela lo notó; pero nadie le dijo nada. Tefi y Cristela también estaban en tanga, pero ellas estaban sentadas de una forma más discreta.

Mi mamá terminó de tomar un mate y dijo:

―Bueno, me voy a bañar.

Apenas salió del living, Gisela susurró:

―Al fin se va... no aguantaba más.

―¿Tanto odiás a mamá? ―Preguntó Macarena, con tono mordaz.

―No es por eso... lo que pasa es que no aguanto las ganas de preguntarle a la tía Cristela qué pasó con el asunto de las plantas. Porque discutieron feo... pero ahora mamá está hecha una seda, hasta la noto contenta... y las plantas siguen estando donde las dejó la tía.

―Tenés razón ―dijo Pilar―. No me había dado cuenta de eso. ¿Será que mamá se está drogando?

Todos nos reímos, porque esa idea era absurda. Mi mamá odia todo lo que tenga que ver con drogas, a menos que sean medicamentos emitidos bajo receta.

―No tienen por qué preocuparse ―dijo Cristela―. Ese asunto ya está resuelto. Incluso Nahuel me ayudó mucho ―mi tía me guiñó un ojo.

―¿Y cómo hicieron para que se calme? ―Preguntó Gisela.

―Em... este... ―¿Qué le iba a decir? ¿Que la tía la sometió y la obligó a que le chupe la concha y que después yo le acabé en la boca?―. Simplemente hablamos con ella. Tardamos bastante, pero al final logramos convencerla de que la idea de cambiar un poco el ambiente era buena y nos hacía bien a todos.

―En eso estoy de acuerdo ―dijo Tefi―. Me gusta el cambio. Quizás algún día podríamos cambiar la disposición de los sillones.

―Vamos de a poco ―dijo Cristela―, porque sino a tu mamá le va a dar una crisis de nervios.

―Estoy de acuerdo ―dijo Gisela―. Bueno, además del chisme, hay otra cosa que quería hablar con vos, tía. Tengo una buena noticia, pero no te ilusiones mucho, porque todavía no sé si se va a poder dar.

―Si son buenas noticias, me encantaría escucharlas.

―La cosa es así: le comenté Karla, a una de mis jefas, que vos sos peluquera... y una muy buena. Ella está aburrida por esta pandemia y quiere aprovechar el tiempo para aprender a hacer algo nuevo.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora