60. El Juicio.

816 12 0
                                    

Pilar comentó que toda esta escena le estaba resultando muy entretenida. Se parecía a los dramas judiciales que le gustaba leer cuando se cansaba de las novelas románticas. Dijo: "Esto es como una novela de John Grisham; pero con menos ropa".

Estoy seguro de que los procesos judiciales normalmente no tienen a la demandante y a la demandada desnudas y en cuatro patas mientras reciben penetraciones anales. Ni a los jueces y el jurado desnudos en su totalidad. Porque sí, quienes antes habían tenido algunas prendas de vestir, ya se las sacaron. Las únicas que aún permanecían con algo que difícilmente se podría considerar "prenda de vestir" eran Alicia y Gisela, con sus trajes que parecían sacados de una película porno de BDSM.

—Muy bien, abuela, te escuchamos —dijo Macarena—. ¿Qué es eso que podemos escuchar sobre mi mamá que nos desagrade tanto?

—Auch... Nahuel... por favor, dame un poco de tregua.

—Vos pediste esto... ahora no te quejes.

Mi verga continuaba entrando rítmicamente en su culo, por lo general se la metía despacio, más que nada para ahorrar energías. De vez en cuando aceleraba el proceso y le daba algunas duras embestidas, para que no se relajara demasiado.

—Uff... ¿no me van a dejar en paz hasta que les cuente todo, cierto?

—Adivinaste —dijo Tefi.

Ella se había sentado en la cama junto a mí y de vez en cuando me acariciaba las bolas. Esto me ayudaba mucho a mantener la rigidez de la verga. De paso yo aprovechaba para acariciar sus piernas... y un poquito de su concha. Estaba sorprendentemente húmeda, imagino que ella también estaba disfrutando del proceso judicial.

—Como ya se habrán dado cuenta —dijo Fernanda—, Alicia solía coger con tipos durante varias noches a la semana. A veces volvía alcoholizada, y lo de volver con la concha llena de semen se hizo costumbre.

—Así que imagino que también se habrá hecho costumbre que vos le metas los dedos para sacar lechita de esa concha y luego lamerla —Macarena estaba sosteniendo la muñeca de la abuela, para impedir que alejara los dedos de su concha. De todas maneras, no creo que Fernanda estuviera sufriendo mucho al poder colarle los dedos a una de sus nietas.

—No fue tan así, lo decís como si yo disfrutara haciéndolo. Como si mi intención fuera tragar semen de tipos a los que ni conocía.

Alicia ladró con el bozal puesto, gruñó como si quisiera morder a su madre. Me pareció que la estaba insultando, casi podía entender frases como "Hija de puta mentirosa", o algo así. Difícil saberlo, esa pelotita en su boca no la dejaba hablar. Sin embargo la abuela entendió el mensaje: debía decir la verdad, de lo contrario habría consecuencias.

—Está bien, está bien —dijo—. Se podría decir que se hizo una costumbre; pero no fue porque yo quisiera. La culpa fue de ella.

—¿Y cómo fue este proceso cuando empezó a convertirse en una costumbre? —Preguntó Pilar.

—Y mirá mamá que yo no te voy a dejar mentir —comentó Cristela—. Yo espié algunos de esos procesos y sé lo que pasó. Más te vale que digas la verdad.

—Eso, toda la verdad y nada más que la verdad —dijo Pilar, con una risita.

—Y no basta solo con contarlo —intervino Macarena—. Yo quiero que me lo muestres. Podés usarme como ejemplo.

—Uff... qué pesadas que son. Está bien, pero vas a tener que venir más cerca.

Siguiendo las indicaciones de la abuela, Macarena se acostó boca arriba en la cama, obligando a mi mamá a moverse un poco hacia un costado, para darle lugar. Ahora Maca estaba con las piernas abiertas frente a Fernanda, esperando a que ella iniciara la explicación.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora