10. Hermana Desesperada.

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El torneo de culos terminó y después de la cena cada una de las mujeres de la casa se fue a su dormitorio. Entré a la pieza de Macarena justo cuando ella se estaba quitando la tanga. Me quedé mirándola, atontado. Sus labios vaginales mostraban signos de humedad.

―¡Ey! ¿Se puede saber qué hacés? ―Me dijo, dándose la vuelta para mirarme.

―Perdón... creí que no te molestaba que te viera desnuda.

―No me refiero a eso, tarado. Te pregunto qué hacés en mi pieza. Hoy te toca dormir con Pilar. ¿Ya te olvidaste?

Se acostó en su cama, con las piernas separadas. Al parecer no le importó que yo le estuviera mirando toda la concha.

―Ah... no me acordaba de eso. Pero ya hablé con ella, no es necesario que...

―Sí, es necesario. Yo quiero tener un rato a solas... ya te imaginarás para qué. ―Macarena pasó dos dedos a lo largo de su concha y se frotó suavemente el clítoris―. Después del concurso me quedé bastante caliente.

―¿Caliente de enojada o caliente de excitada?

―De ambas. Me dejaste en tercer lugar... después de lo bien que la pasamos en nuestras charlas. ¡Qué mal hermano! Todavía sigo enojada con vos. Pero bueno, ver tantos culos me subió la temperatura... y estoy con ganas de tocarme un poquito.

―Pero... eran culos de mujeres.

―¿Y qué te hace pensar que no me puedo excitar al mirarle el culo a una mujer?

―Em... no sé... yo creí que vos... este...

―Mejor hablamos de eso en otro momento. No tengo ganas de ponerme a discutir sobre prejuicios. Ahora andá a la pieza de Pilar, que yo necesito estar sola ―en el momento en que me echó, se abrió la concha con los dedos. Entendí el mensaje, era como si me estuviera diciendo: "Sé que te gustaría mirar, pero estoy enojada con vos... y no vas a ver nada"―. Es cierto que lograste que Pilar saliera de la pieza y socializara un poco; pero ni siquiera estás arañando la superficie para conocerla.

―No creo que a ella le guste que yo me quedé a dormir en su pieza.

―No importa si le gusta o no, lo tiene que hacer. Todas tenemos que colaborar. Un día de estos vas a dormir con mamá, y seguramente alguna vez te tocará compartir la cama con Gisela. Esta noche dormís con Pilar, así que... ¡fuera de mi pieza!

Me tiró con una almohada, la cual pude esquivar; de todas formas abandoné su cuarto porque vi que ya estaba buscando alguna otra cosa para tirarme. Cuando cerré la puerta detrás de mí pude escuchar la maquiavélica risa de Macarena. Y pensar que alguna vez creí que ella era una buena persona.

Temeroso me acerqué a la pieza de Pilar y golpeé la puerta.

―¿Quién es? ―Preguntó desde adentro.

―Soy yo, Nahuel. Macarena dice que esta noche tengo que dormir acá...

―Ah...

―Pero no quiero molestarte. Puedo dormir en el sofá del living.

Como poder, podía... solo que sería muy incómodo. No era un sofá diseñado para usarse como cama.

Estaba dando media vuelta cuando la puerta se abrió.

―Pasá. Después voy a hablar seriamente con Macarena, pero esta noche te podés quedar.

―Em... no es necesario, puedo...

―No vas a dormir en el sillón. Si Maca te ve durmiendo ahí, me va a tirar la puerta a patadas, así que entrá de una vez.

―Ok, está bien.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora