34. Brenda.

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Las palpitaciones de mi verga eran tan fuertes que creí que me iba a estallar. Después de las experiencias que tuve con mi madre, e incluso con otras de mis hermanas, ya debería sentirme tranquilo ante este tipo de situaciones... o al menos eso es lo que pensaba. Sin embargo, ni una sola fibra de mi cuerpo se puede relajar sabiendo que estoy tan cerca de Gisela y que su concha, húmeda y tibia, está deslizándose por todo el largo de mi verga. No, definitivamente no hay forma de estar tranquilo en una situación como esta, ni siquiera en un millón de años.

―Bueno, ¿dónde me quedé? ―Preguntó mi hermana mayor.

―Me dijiste que Brenda te contó sobre su fantasía de hacer algo indebido en el trabajo, y que eso te hizo verla como un ser humano.

―Así es. Ese día entendí que todo el mundo tiene alguna fantasía sexual... hasta mamá debe tener las suyas, aunque no lo admita. No hay nada de malo en ello. Es más, aunque algunas de esas fantasías puedan ser algo disparatadas, ni siquiera significa que la persona realmente quiera hacerlas realidad. Sino que más bien es algo en lo que piensa mientras se hace una paja... o cuando tiene sexo con otras personas.

―Entiendo. Es como cuando Celeste dice que le da morbo imaginarte teniendo sexo conmigo...

―Sí, exactamente, y más morbo le da saber que es algo socialmente prohibido. Y si bien eso es solo una fantasía... bueno, nosotros se la alimentamos un poquito con las fotos que le mandamos. Estoy segura de que se mata a pajas mirándola. Hace poco me comentó que esas fotos la salvaron de la monotonía de la cuarentena.

―Me alegro mucho por ella. Es un poco pervertida, pero me cae bien.

―Y fue justamente Celeste quien me metió ideas alocadas sobre Brenda.

―¿Ella quería que te acuestes con Brenda? ―Pregunté.

―No exactamente. Me convenció de que yo podía ayudar a Brenda a cumplir con su fantasía, darle ánimos. De esa forma las dos saldríamos ganando. Brenda pasaría un buen momento y yo no me sentiría un bicho raro por dar rienda suelta a mis deseos sexuales. No te das una idea de lo que es sentir que hay algo malo en vos porque te excitás, o porque disfrutás el acto sexual. Una persona no debería vivir con esa culpa.

―Mamá vive con esa culpa desde hace años ―comenté―, y lo peor de todo es que se lo transmitió a todas sus hijas.

―Así es. Porque de una u otra manera, a todas nos afectó. Me di cuenta de que con Brenda ocurría algo parecido, ella también tiene una madre muy puritana y estricta, incluso más que la nuestra... al menos en apariencia. Estoy segura de que la madre de Brenda jamás hubiera aceptado a andar desnuda frente a su hija. Ni siquiera en ropa interior. Al parecer Sabrina ayudó a Brenda a que se sintiera un poquito mejor consigo misma... y con su anatomía femenina. Esto fue tan así que Brenda empezó a subir algunas fotos en bikini a su cuenta de Instagram, algo que me sorprendió un montón. Se animó porque su mamá no tiene ni idea de qué es Instagram, no sabe nada de celulares o redes sociales.

Gisela me mostró las mencionadas fotos y descubrí que Brenda, además de ser muy bonita de cara, también tenía un cuerpo muy bien cuidado, hasta me dio la impresión de que hacía mucho ejercicio, sus abdominales estaban ligeramente marcados. Le hice notar este detalle a mi hermana.

―Eso también se debe al tratamiento de Sabrina ―comentó Gisela―. La psicóloga le sugirió que se buscara alguna actividad extra laboral que le permitiera estar unas horas fuera de casa, sin pensar en su madre. Brenda eligió anotarse en un gimnasio.

―Y se nota que pasó muchas horas ahí.

―Sí, ella misma notó ese cambio físico. Esa fue otra señal que me ayudó a entender que Brenda necesitaba escaparse de su madre. Necesitaba hacer cosas fuera del trabajo, con amigas. Y, según lo que le dijo Sabrina, esa fantasía de hacer "algo indebido" dentro de la oficina se debía a que Brenda quería sentir la rebeldía por una vez en su vida. Hacer eso le ayudaría a decir: "Mirá, mamá, estoy haciendo esto... y sin tu permiso".

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora