27. La Estética del Morbo.

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Me pasé un par de horas deambulando por la casa, esperando a que Ayelén saliera de mi cuarto. No lo hizo. Se quedó encerrada allí sin hacer el menor ruido. Mis hermanas volvieron a su rutina diaria, si es que se le puede llamar rutina a quedarse tiradas en la cama mirando Netflix (en el caso de Pilar y Macarena) o jugando a la Play (en el caso de Tefi). Mi mamá y mi tía Cristela se pusieron cómodas batas y salieron a charlar al patio. Allí nadie podía verlas, pero no hubo forma de convencer a Alicia de que saliera desnuda.

Gisela volvió a su cuarto y se quedó allí. ¿Y qué hice yo todo ese tiempo? Nada. Caminar de acá para allá como un perro al que no dejan salir a la calle. Le mandé un mensaje a Celeste, pero no me respondió. No insistí, no quería parecer un pesado. Me entretuve como pude con algunos juguitos de celular, hasta que por fin vi señales de vida.

Era Gisela. Aún estaba con su diminuta tanga, pero se había quitado el corpiño deportivo, en su lugar tenía una remera blanca, bastante vieja y desgastada, que le marcaba mucho los pezones. Yo estaba completamente desnudo y ella, al verme, seguramente notó cómo mi verga empezó a despertarse. ¿Cómo evitarlo, con semejante mujer adelante? Por más que sea mi hermana, la anatomía de Gisela es muy impactante.

―¿Qué hacés solo en el living? ―Me preguntó.

―Nada... es que todos se fueron y yo... ―señalé con el pulgar mi cuarto.

―Ah... ya veo... Ayelén te dejó sin tu guarida, como la llamás vos ―sonrió maternalmente―. ¿Por qué no me avisaste? al menos me hubiera quedado charlando con vos.

―No quería molestarte. Pensé que estabas trabajando.

―Hoy no tengo nada de trabajo. Es que... con el aburrimiento del encierro, adelanté demasiado trabajo. Me llamó mi jefa para decirme que pare un poquito, porque ya no queda nada para hacer. Me dijo: "Descansá por unos días, cuando haya trabajo yo te aviso".

―Creo que tenés bien merecido unos días de descanso, Gise. Trabajás mucho. Demasiado. Hasta tu propia jefa te pidió que pares un poquito.

―Es que el trabajo es lo único que me mantiene un poquito cuerda. Sino... no sabría qué hacer tantas horas encerrada en esta casa.

―¿Y qué hacías antes para divertirte? Digo... cuando no éramos prisioneros de una bruja con fobia a los gérmenes.

Ella soltó una risita. Me alegró mucho verla sonreír.

―No hacía mucho. ―Miró para todos lados, como si temiera que alguien la estuviera espiando―. Mejor vamos a mi pieza, ahí podemos hablar más tranquilos.

―Em... bueno, pero te aclaro que no tengo pantalón. El que tenía puesto mamá lo juntó del piso y lo puso a lavar. Los demás están en mi pieza... y con Ayelén enojada ahí dentro, no es seguro entrar.

―Está bien, entiendo la situación. No me molesta que estés desnudo.

Iba a decirle que a mí tampoco me molestaba que ella estuviera en tanga; pero temí que fuera a malinterpretar el comentario.

Entramos a su cuarto, yo me senté en su cama, que estaba pulcramente tendida, y ella ocupó la silla que usaba para trabajar. Miré a mi alrededor y todo estaba muy prolijo, hasta los adornos de la repisa parecían haber sido colocados milimétricamente. Comencé a preocuparme de que Gisela estuviera desarrollando una manía por el orden como la que tiene mi mamá... o quizás solo ordenó todo porque estaba aburrida. Algo que yo no haría... no importa qué tan aburrido esté, ordenar mi cuarto nunca me va a resultar mínimamente entretenido.

―¿Por qué querés saber qué hacía en mi tiempo libre?

―Por nada, simple curiosidad. Siempre te vi trabajando, antes y después de la pandemia. Por eso me surgió la duda: "¿Qué hará Gisela para divertirse cuando no está trabajando?"

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora