18. Merecido Castigo.

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Últimamente ocurrieron muchas cosas extrañas en mi casa, la cuarentena nos está afectando mucho y de una forma inesperada. En lo más alto del ránking de estos sucesos extraños se encuentra la "charla" que tuve con mi mamá en su baño, y lo que estoy viendo ahora mismo.

Cristela estaba prácticamente sentada sobre la cara de su hermana... es decir, de mi mamá. Tenía la concha abierta y seguía masturbándose, por el brillo de sus ojos me di cuenta de que estaba muy excitada. Pero había algo más: una sonrisa cruel, como de villana de cine; de esas que saben que son malvadas, y lo disfrutan.

Estaban en medio de una discusión y mi tía tenía intenciones de contarme algo sobre un método que ella solía emplear cuando discutía con su hermana. Por la dirección que habían tomado los sucesos, sabría que se trataría de algo con tintes sexuales. Me moría de ganas por saberlo.

―Che, Nahuel ―dijo mi tía―. ¿Alguna vez tu mamá te contó sobre la pelea que tuvimos cuando ella me robó un vestido?

―¡Cristela! ―Exclamó mi mamá―. Te pido por favor que no hables sobre eso.

―Em... no me dijo nada sobre ningún vestido ―mi respuesta era obvia―. Pero me gustaría saberlo.

Tenía la pija sumamente dura, me palpitaba todo el tronco y temí que fuera a acabar en cualquier momento. Aparté la mano de mi miembro y me quedé observando cómo las grandes tetas de mi tía se sacudían al ritmo intenso de su masturbación. Era hermoso verlas saltar de esa manera, cubiertas por pequeñas gotitas de sudor.

―Bueno, yo te voy a contar lo que pasó.

―No, Cristela. Te lo digo en serio ―siguió quejándose mi mamá―. Me prometiste que eso no se lo ibas a contar a nadie.

―Tu hijo ya es grande, y si le puedo chupar la pija, también le puedo contar una cosita o dos sobre mi vida. ¿No te parece?

―Pero también es MI vida...

―Y ya viene siendo hora de que tu hijo sepa un poco más sobre tu vida. Además, no sé por qué te enojás tanto si fue solo un jueguito.

―Porque me da miedo que Nahuel no lo vea de esa manera. Nosotras lo entendimos de una manera; pero alguien que no estuvo ahí podría malinterpretarlo. No quiero que Nahuel se haga ideas equivocadas sobre su madre y su tía. Quizás él no lo vea como un "juego".

―¿Por qué lo vería de otra manera? ―Dije, lleno de curiosidad―. Si ustedes dicen que fue un juego, lo voy a entender de esa manera. ―No sabía de qué hablaban, no tenía idea de cómo iba a interpretar lo que mi tía quería contar... solo quería que me lo cuente.

―¿Ves? Nahuel es un chico sensato. Y este me parece el mejor momento para contárselo.

―Bien, como no me vas a hacer caso, solamente dejame aclarar una cosa ―dijo mi mamá.

―Adelante.

―Nahuel, cuando tu tía te cuente lo que pasó, quiero que te acuerdes de las charlas que tuviste con Macarena y cómo ella te ayudó con tu problemita. También quiero que te acuerdes de lo que hablamos en el baño.

―Em... ok, está bien.

No tenía ni la más pálida idea de por qué mencionó esas charlas. ¿Qué tenía que ver mi relación con Macarena en todo esto? Y lo que pasó con ella en el baño... creí que mi mamá ni siquiera se animaría a mencionar ese tema. No sabía por qué lo traía a colación ahora, pero si escuchaba atentamente pronto lo descubriría.

―Todo esto empezó el día que me compré un vestido precioso, color rojo ―comenzó diciendo mi tía―. El rojo siempre fue mi color favorito, y había ahorrado durante meses para comprarme ese vestido. Tenía intenciones de usarlo en el cumpleaños de una amiga, que sería en un salón muy elegante. Yo tenía dieciocho años y toda la ilusión del mundo... pero el día de la fiesta me llevé una gran sorpresa: mi vestido no estaba por ninguna parte. ¿Y dónde creés que estaba? ¿Quién sospechás que lo tenía?

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora