52. Destructora de Hogares.

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El momento de Ayelén para intentar jodernos la vida llegó antes de lo que esperábamos. Sospecho que la obligamos a apurarse al demostrarle que no jugaríamos

a la defensiva. Cuando mi abuela Fernanda me vio cogiendo con Brenda, seguro se lo comentó a su nieta favorita... y eso hizo que las alarmas de Ayelén se encendieran.

Estábamos desayunando en familia, tuvimos que traer una mesa auxiliar para anexarla a la del comedor así podíamos entrar todos. Mi abuela hizo lo posible para llevar el tema de conversación hacia la mala imágen que estábamos dando al permitir que Brenda y yo tuviéramos relaciones sexuales en la casa; pero habílmente Cristela dirigió la conversación hacia temas más mundanos como "¿Recomiendan algo para ver en Netflix? Ya no sé qué mirar". Pilar y Macarena empezaron a recomendar series y películas y con eso mantuvimos a nuestra abuela en silencio. Sin embargo... llegó Ayelén, y lo hizo acompañada del televisor de mi mamá. Nos quedamos mirando sorprendidos mientras empujaba la mesita con ruedas y nos mostraba una sonrisa maliciosa.

―¿Para qué trajiste la tele? ―Preguntó mi abuela.

―Hay algo que tenés que ver.

Ahora las alarmas sonaron para nosotros. Nos pusimos tensos. Miré a mi mamá y ella estaba pálida, petrificada... como si hubiera entendido perfectamente el plan de Ayelén.

Yo tampoco supe cómo reaccionar. Tendría que haber interrumpido a mi prima, pero tuve miedo de que, al sentirse amenazada, ella iniciara una batalla campal. Además tenía cierta curiosidad por ver lo que ella iba a mostrar, como quien ve la explosión de una bomba atómica con cierta fascinación sin ser consciente de que eso solo trae destrucción.

La tele se encendió y noté que Ayelén había conectado su teléfono por cable USB. Comenzó a reproducirse un video que parecía haber sido grabado con un celular. En pantalla apareció Alicia, muy sonriente, con un dildo color turquesa en la mano. Frente a ella estaba sentada una mujer de cabello corto, rubio, medio regordeta y con tetas voluminosas. La reconocí enseguida, se trataba de Clara, una vieja amiga de mi mamá.

―Tu hija ―dijo Ayelén― se dedica a vender consoladores.

―¿Qué? ¿Eso es cierto? ―Preguntó mi abuela, consternada.

―No tiene nada de malo ―comentó Macarena―. Es un negocio como cualquier otro.

Y sí, yo también comparto la perspectiva de Maca; pero sé que a mi mamá le avergüenza muchísimo tener que ganarse la vida vendiendo dildos. Ella agachó la cabeza. Vi que estaba por comenzar a llorar, Ayelén le había pegado fuerte en una zona muy sensible.

―Pero eso no es todo ―continuó mi prima―. Miren la forma en que los vende.

La Alica del televisor se acercó a su amiga y dijo:

―Clarita, te aseguro que vas a amar este juguetito.

―Ay, pero a mí me dan un poquito de vergüenza estas cosas ―dijo Clara, soltando una risita nerviosa―. Aunque admito que el que me mostraste la vez pasada me gustó mucho.

―Y este te va a gustar todavía más, porque además vibra. Mirá, te doy una demostración, sin obligación de compra.

Todos nos quedamos mudos al ver cómo Alicia se ponía de rodillas frente a su amiga. Clara, que al parecer ya sabía lo que iba a ocurrir, levantó su vestido y separó las piernas, dejándolas en los apoyabrazos del sillón. No tenía ropa interior. La cámara hizo una toma en primer plano de una concha carnosa, cubierta de vellos rubios. Era una linda concha, no lo voy a negar.

Alicia acercó el dildo a esa vagina y el aparato comenzó a vibrar. Fue tanteando el orificio de entrada y...

―Ahora van a ver que lo de la venta de dildos no es más que una fachada ―dijo Ayelén―. Este es el verdadero "trabajo" por el que le pagan ―con los dedos remarcó las comillas en la palabra trabajo.

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora