59. Punto Límite.

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Por fin mi abuela llegó a su punto límite, o al menos yo decidí que ya era el momento de pasar a la acción. Porque ya estaba harto de ver a mi madre letárgica en la cama. Necesitaba verla feliz otra vez. Aunque dentro de unos meses me odie por decir esto... extraño que se meta siempre en mi vida y en la de los demás; que abra puertas sin avisar; que esté pendiente de todo lo que ocurre en la casa. Si no hace ninguna de esas cosas, no es ella misma.

Previamente Macarena ya me había avisado que Gisela estaba usando el plug anal, lo usaba por fragmentos de unos minutos todos los días, a la espera de que llegara el momento apropiado. Así yo podría penetrarla analmente lo más rápido posible cuando fuera necesario. Incluso Gise me hizo prometerle que yo no dudaría en hacerlo sin siquiera pedirle permiso. Si se ponía el plug, entonces aceptaba lo que pasaría después. Su mayor miedo era que el punto de quiebre de la abuela llegara cuando ella no estaba usando el plug. Le dije que no debía preocuparse por eso, ya que si eso ocurría, yo simplemente me alejaría de la abuela y listo. De hecho, tuve que hacerlo varias veces a lo largo de los últimos dos días.

En esta ocasión todo se había alineado, Gise tenía puesto el plug y la abuela estaba más caliente que una olla a presión. Por eso me quedé esperándola en mi cuarto, con la puerta ligeramente abierta mientras me masturbaba mirando algunas de las últimas fotos que me había tomado con Tefi.

Al momento en que Fernanda apareció, yo ya tenía la pija bien dura. La puerta se abrió como si un tornado hubiera entrado en la casa. Ella tenía los ojos desencajados y estaba completamente desnuda, como si ya no le importara nada. Una vez más me sorprendió lo bien que mantiene su cuerpo, es una mujer que le pararía la pija a cualquier tipo. Estoy seguro de que si los pajeros de mis compañeros de fútbol la vieran, no dudarían en hacer comentarios como "Esa veterana está para romperle el orto toda la noche".

—Vos y yo tenemos cuentas pendientes —me dijo mientras se adentraba a la habitación, cerró la puerta con tranca detrás de ella, no quería interrupciones—. Ahora no me podés poner excusas... te voy a ser honesta, Nahuel, porque se ve que no entendés las indirectas: Sé que te gustó coger conmigo, también sé que sos mi nieto... aunque eso ahora mismo no me importa demasiado. Quiero que me des por el culo. No aguanto más las ganas... y con el consolador no es lo mismo. Necesito una verga de verdad... una bien grande, como la tuya.

—Si querías eso, solo tenías que pedirlo de forma sincera y directa.

—Entonces... ¿lo vas a hacer?

—Claro, ahora que me lo pedís bien, lo voy a hacer. —Se quedó de pie junto a la cama, mirándome confundida—. Quizás algún día aprendas que pedir las cosas de buena manera suele ser la mejor vía para conseguir algo.

Guardó silencio. Su ego estaba herido. Además ya había conseguido lo que quería y sabía que no iba a pedir disculpas por su comportamiento. Simplemente se sentó a mi lado, me agarró la verga y comenzó a chuparla. Para demostrarle que esta vez sí me vería colaborar, dirigí mi mano derecha hacia su concha y comencé a masturbarla.

No pasó mucho tiempo hasta que Fernanda estuvo en cuatro patas, con la cara apuntando hacia los pies de la cama. Se la metí por la concha, porque antes quería hacerla calentar un poco más... y suplicar.

—Ay, dale Nahuel... no perdamos tiempo... metemela por el culo de una vez por toda.

—¿No querés ni un poquito de juego previo? Mirá que te va a doler si te la meto sin que hayas dilatado bien.

—Ya te dije que estuve usando el dildo... mi culo está bien dilatado. Metemela de una, tan adentro como puedas... me gusta que duela.

—¿Te hace acordar a cuando tus amantes te daban por el culo?

Aislado Entre MujeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora