Los labios de Brenda y Gisela estaban pegados a mi glande, una de cada lado. Sus lenguas no dejaban de moverse y además podía sentir la succión casi constante de sus bocas. No recuerdo que me hayan chupado la pija de esta manera. Estas dos chicas tenían una coordinación perfecta, y a pesar de que sus lenguas se entrecruzaban todo el tiempo, no se molestaban la una a la otra. Incluso estaban bien sincronizadas a la hora de tragar un poco mi verga, cuando una lo hacía, la otra inmediatamente se ponía a dar largas lamidas a todo mi tronco o bien a chupar mis huevos.
Se supone que estamos haciendo esto para que Gisela se caliente, y espero que esté funcionando, porque conmigo sí que funcionó. Mi verga está tan dura que la siento palpitar.
Hubo un tiempo en el que tener a Gisela chupándome la verga me generaba cierta incomodidad, incluso más que si lo hacía otra de mis hermanas o mi madre. Esto se debe a varios factores, y uno de ellos es que nunca creí que Gisela fuera tan sexual. Ella siempre ocultó esa faceta de su carácter. Ahora que sabemos de Celeste, su alter ego, y de cómo lo usó para vivir sus fantasías sexuales a pleno, me siento más cómodo. Sé que hay una parte en Gisela que ama el sexo; quizás más que la propia Macarena, que hasta ahora pensaba que era la más puta de mis hermanas. Ahora tengo mis dudas.
Brenda se puso en cuatro sobre la cama, ella ya distaba mucho de la chica tímida que conocí el primer día que llegó a casa. Ahora actuaba con una soltura y una confianza extrema, como si ya fuera parte de la familia... y me encanta que se sienta así.
—Vení, meteme la verga —me dijo mientras se abría las nalgas.
— ¿No se supone que la que se tiene que calentar es Gisela? —Pregunté.
—Por eso. A Gise le encanta ver cómo me clavan una pija.
—Uf, sí... eso es muy cierto —aseguró mi hermana mayor—. Pocas cosas me calientan tanto como ver a Brenda siendo penetrada. No sé por qué.
—Yo sí sé por qué —dijo Macarena.
Ella observaba toda la acción sentada muy cómodamente en su cama, mientras se hacía tremenda paja. Ya se había quitado la tanga y su hermosa concha estaba a la vista de todos.
—Mmmm... me gustaría escuchar tu teoría —dijo Gise—, pero antes... quiero ver cómo Nahuel le mete toda la pija a esta putita.
Gise se quedó de rodillas junto al culo de Brenda y abrió esa concha para mí. Se encargó de guiar mi verga hacia el interior de ese agujero.
—Uf... me vuelve loca —dijo, mientras el miembro se iba hundiendo en esa apretada concha.
—Te da tanto morbo porque Brenda tiene mucha cara de inocente. De "chica buena". Quien la vea por primera vez seguramente pensará que ella nunca tiene sexo con nadie, una chica con esa carita de Testigo de Jehová no podría ser una puta. Pero lo es...
—Antes no lo era —dijo Brenda—. Cuando nos conocimos con Gisela yo era tan inocente como mi apariencia lo indicaba. Ella me llevó por el mal camino... o quizás debería decir que lo hizo Celeste.
—Y ese es el otro punto por el cual Gise se calienta tanto al ver cómo te cogen. Porque sabe que ella te llevó por "el camino de la corrupción". Ella sacó la puta que hay en vos... y mirá, te llevó a situaciones tan locas como ésta. De ser una chica muy inocente pasaste a formar parte de las fantasías incestuosas de una familia a la que ni siquiera conocías.
—Una familia que te adoptó como si fueras una más —acotó Gisela, y luego pasó su lengua por los labios vaginales de Brenda.
—Así es —dije—. Nos encanta tenerte acá. Espero que nunca te vayas.
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Aislado Entre Mujeres
Fiction généraleNahuel es un chico de 18 años que vive junto a sus cuatro hermanas mayores y su madre. Un día se entera que tendrá que cederle su dormitorio a dos nuevas integrantes de la casa: su tía y su prima. Como si esto fuera poco, se declara cuarentena por c...