prologo

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Tatiana despertó otra vez con el corazón acelerado y una sensación de vacío que la acompañaba cada mañana. Sus sueños eran vívidos y llenos de colores, pero siempre dejaban una estela de anhelo en su corazón. No sabía quién era él, ese hombre que aparecía noche tras noche, pero en sus sueños, él era todo lo que ella siempre había deseado.

Era un sueño recurrente, un hilo rojo invisible que la conectaba a un amor que parecía existir solo en su subconsciente. En esos sueños, todo era perfecto. Su sonrisa, sus palabras, la manera en que la miraba, como si ella fuera el centro de su universo. Cada detalle era tan real que Tatiana podía sentir su piel estremecerse con cada caricia, podía escuchar su risa resonar en su mente incluso después de despertar.

Cada mañana, al abrir los ojos, la realidad se imponía con su fría indiferencia. La habitación era la misma, su vida seguía su curso habitual, pero el recuerdo de él persistía. Tatiana no podía evitar compararlo con los hombres que conocía en su vida diaria, encontrándolos a todos faltos de algo que ni ell misma podía definir con claridad. Ese hombre de sus sueños era un enigma, una figura etérea que encarnaba todo lo que anhelaba, pero que al mismo tiempo, se desvanecía con la luz del día.

A menudo se preguntaba si alguna vez lo encontraría, si en algún rincón del mundo existía alguien que pudiera llenar ese vacío inexplicable. La sensación de incompletitud la perseguía, y aunque trataba de ignorarla, su corazón siempre volvía a ese misterioso desconocido. Se sentía atrapada entre dos mundos: uno de sueños donde encontraba la felicidad perfecta y otro de realidad donde seguía buscando sin saber exactamente qué.

Tatiana sabía que era irracional, que aferrarse a una fantasía solo la haría sentir más sola, pero no podía evitarlo. El anhelo era demasiado fuerte, demasiado profundo. Esa conexión, aunque irreal, le daba un destello de esperanza, una promesa de algo más allá de lo que conocía.

Así, Tatiana seguía viviendo su vida, día tras día, con una parte de su alma anclada en esos sueños. Cada noche esperaba encontrarse con él nuevamente, esperando que tal vez, solo tal vez, algún día sus caminos se cruzarían en la realidad. Porque aunque no sabía quién era, en el fondo de su corazón, Tatiana sentía que él existía en algún lugar, y que su hilo rojo finalmente los uniría.

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