LXXI

210 24 5
                                    

Cesar

Los últimos tres meses han sido como despertar a una vida que nunca imaginé tener junto a Tatiana. Es un tipo de amor que se siente en cada detalle, como si cada instante juntos fuera un regalo. Ahora que está mejor, puedo verla en plenitud, y siento que yo también he cambiado; me he vuelto alguien más paciente, alguien que escucha y que entiende lo importante que es estar presente. Tatiana me ha enseñado tanto sin siquiera decirlo, solo con su forma de ser.

Recuerdo cuando celebramos su graduación del máster. Fue una noche especial, rodeada de amigos y familia. Estaba tan radiante, y mientras la observaba, pensaba en todo lo que ha logrado con esfuerzo y dedicación. Ese día me prometí que no iba a ser una carga para ella, que iba a construir con ella un espacio donde pudiera crecer sin preocupaciones. Desde entonces, cada decisión que tomo, cada momento en el que pienso en nuestro futuro, tiene un nuevo propósito.

Desde que empezó en la empresa como arquitecta junior, me he dado cuenta de lo apasionada que es. Cada noche que nos vemos, me cuenta emocionada sobre los proyectos en los que trabaja, los desafíos, y los pequeños logros. Al principio, pensé que me iba a sentir intimidado por su éxito, pero ahora lo único que siento es orgullo. Amo ver cómo brilla, cómo disfruta, y cómo sus ojos se iluminan cuando habla de lo que le gusta. Ella me ha motivado a ser mejor, a tener metas que no sean solo para mí, sino para ambos.

En estos meses, Cristhian, Luna y yo hemos estado trabajando en nuevas canciones para el grupo. La música sigue siendo una parte esencial de mi vida, pero es diferente ahora. Tatiana a veces se sienta a escuchar nuestras composiciones y da su opinión, y me encanta cómo su presencia ha influido en el sonido de las canciones. Hay algo más suave, más profundo en ellas. Me sorprende cómo lo que siento por ella se filtra en cada acorde, en cada letra. Incluso grabamos una canción especial que le dediqué; no fue nada formal, solo nosotros en el estudio, pero ella lo escuchó en vivo, y me bastó ver sus lágrimas para saber que lo había hecho bien.

Los fines de semana, hemos hecho de todo un poco. A veces salimos a conocer lugares nuevos, otras simplemente nos quedamos en su depa, cocinamos juntos y nos reímos hasta el cansancio. Me gusta cómo hemos creado pequeñas tradiciones, las películas de los viernes, los paseos por el parque los domingos, las noches de karaoke en las que ella se ríe de mi acento al cantar en inglés. Esos pequeños momentos se han vuelto el centro de mi semana, y cada vez que ella está a mi lado, siento que estoy donde debo estar.

A veces, ella se despierta antes que yo y se queda mirándome en silencio. Lo sé porque la he sentido, y aunque al principio me daba un poco de vergüenza, ahora lo disfruto. Es como si, en esos momentos, el mundo entero se redujera a nosotros dos. En uno de esos despertares, me confesó que se siente feliz, que estos meses le han dado la paz que buscaba, y no puedo evitar sentirme agradecido. Ella ha cambiado mi vida de maneras que no esperaba.

Por las noches, mientras hablamos de lo que queremos para el futuro, ella menciona cosas como viajes, proyectos, y yo, por primera vez, no tengo miedo. Siento que con ella todo es posible, que con ella no tengo que pretender, que puedo ser vulnerable. Estos tres meses han sido un renacer para ambos. Cada día, a su lado, me convenzo de que estoy listo para dar el siguiente paso y construir juntos una vida que honre todo lo que hemos vivido y superado.

•••

Tatiana

Nos vemos casi todos los días de la semana, y cada uno de esos encuentros me hace recordar lo afortunada que soy de tenerlo a mi lado. Generalmente, César y yo pasamos juntos las noches, al menos cinco días a la semana. A veces, nos encontramos después de mi trabajo, y otras él viene a buscarme a la oficina, con alguna sorpresa, ya sea una flor, un café, o incluso una canción que escribió pensando en mí. Los fines de semana son sagrados, esos son los días completos para nosotros; planeamos actividades, pero siempre con la libertad de quedarnos en casa si eso es lo que queremos.

Estos meses he visto cómo ha cambiado. César es más paciente, más atento a los detalles, y siento que ambos estamos construyendo una relación llena de confianza. A veces me sorprende cómo, después de días de trabajo intenso, aún tiene la energía de sentarse conmigo y escucharme hablar de mi nuevo empleo como arquitecta junior. Él me motiva, me hace sentir que puedo lograr todo lo que me proponga. Saber que lo tengo a mi lado, que me apoya sin reservas, me da fuerzas para enfrentar cualquier reto.

No hay semana en la que no compartamos al menos una cena o una salida rápida después del trabajo, y esos momentos entre semana se han vuelto un ritual; son como pausas necesarias donde recargamos energía. Suelo bromear diciendo que es mi "dosis diaria de alegría," y él siempre responde con alguna broma. Aunque en realidad, ambos sabemos que lo que tenemos es algo único.

•••

Nunca pensé que estaría en esta situación tan pronto. Hace una semana comencé a sentirme diferente, ese cansancio, las náuseas, una sensación que parecía más persistente de lo normal. Al principio creí que se debía al ritmo en el trabajo y a la falta de sueño, pero en el fondo, una pequeña idea empezó a crecer, una posibilidad que evitaba pensar en serio. Mi vida con César ha sido activa y plena, y aunque siempre fuimos responsables, una parte de mí empezó a cuestionarse. Esa duda, esa pequeña posibilidad, me llevó a hacer una cita con la ginecóloga.

Llego al consultorio sintiendo una mezcla de nervios y temor que no había sentido nunca. Me siento en la sala de espera, y todo a mi alrededor se vuelve ruido de fondo. Mis manos están frías y, aunque intento distraerme mirando el celular, nada logra sacarme de este torbellino de pensamientos. "¿Y si estoy embarazada? ¿Qué voy a hacer?" Me pregunto cómo reaccionará César. Nunca hemos hablado de hijos, y aunque siempre he creído que quiero formar una familia con él, nunca pensé que sería tan pronto.

La ginecóloga es amable y me habla con un tono calmado que me tranquiliza un poco. Me hacen algunos exámenes, y el tiempo parece detenerse mientras espero los resultados. Finalmente, la doctora regresa y se sienta frente a mí con una expresión suave pero firme. Sus palabras son claras y directas, y siento que el mundo a mi alrededor se detiene.

- Tatiana, el resultado ha salido positivo. Estás embarazada de cinco semanas.

No sé qué decir. Mis ojos se llenan de lágrimas, y aunque intento mantener la compostura, me quiebro y comienzo a llorar. La doctora se queda a mi lado, me ofrece un pañuelo, y me da un momento para asimilar lo que acabo de escuchar. Las emociones me invaden de una forma que nunca había experimentado. Siento miedo, confusión, y también una profunda alegría, aunque envuelta en un torbellino de incertidumbre.

Salgo del consultorio todavía en estado de shock. El aire fresco me golpea el rostro, pero mi mente sigue nublada. Camino lentamente hacia el auto, tratando de recuperar el control, pero en cuanto cierro la puerta y estoy sola, las lágrimas vuelven a salir. ¿Qué le voy a decir a César? Es una pregunta que me atormenta. Él ha sido tan amoroso, tan comprensivo, pero nunca hablamos de esto. ¿Y si no está preparado? ¿Y si esta noticia lo aleja? Siento que una parte de mí se desploma ante la posibilidad de que él no quiera este cambio tan drástico en nuestras vidas.

Me quedo un rato en el auto, sintiendo cómo las emociones van y vienen en oleadas. Una parte de mí se aferra a la idea de que será algo hermoso, de que César me apoyará y juntos enfrentaremos esto. Pero el miedo sigue ahí, latiendo en el fondo. Voy a ser madre… y ni siquiera sé si él quiere ser padre.



solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora