LXXV

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Tatiana

Hoy por fin sabremos el sexo del bebé. Estoy emocionada, pero, si soy honesta, también estoy agotada. Desde que me tomé la baja por maternidad, César se ha convertido en una sombra constante, extremadamente cuidadoso, atento y... bueno, algo controlador. Sé que lo hace por amor, pero siento que apenas me deja respirar.

Recuerdo que empezamos el día con un desayuno que él preparó, insistiendo en que yo solo me sentara a comer. Él se encargó de todo, desde servir la fruta hasta colocar los jugos, y me sonrió orgulloso mientras me veía desayunar. Pero ya empezaba a molestarme esa actitud de querer hacer todo él.

- César, de verdad, no soy de cristal. Puedo caminar a la cocina, ¿sabes? - dije con un tono suave, pero esperando que entendiera.

Él rió, tratando de tomarlo a la ligera.

- Lo sé, pero no me cuesta nada cuidar a mi mujer y a mi bebé, Solo quiero que estés tranquila - Se acercó para darme un beso en la frente.

Apreté los labios, sintiendo que la conversación inevitablemente iba a derivar a otro tema. Así que, sin perder el tiempo, lo mencioné

- He estado pensando en el viaje a Los Ángeles. ¿Por qué no vuelves al escenario? Todos te esperan, tus hermanos también. Sería solo un par de días, César.

Su rostro cambió, frunciendo el ceño.

- Tatiana, ya te lo dije, no me voy a ir. No puedo dejarte aquí sola en esta etapa. Mi prioridad son ustedes dos.

Respiré hondo, intentando no perder la calma.

- César, no estoy sola. Zai vive cerca, mi familia también. ¿Por qué insistes en detener tu vida y la de todos por cuidarme en exceso?

- Porque te amo, y este es el momento más importante de nuestras vidas - contestó con voz firme, como si eso fuera respuesta suficiente. Su mirada, intensa, reflejaba su preocupación y algo de obstinación. Se acercó, tomando mis manos - No quiero estar lejos, por si acaso.

Solté sus manos suavemente, empezando a frustrarme.

- ¿Por si acaso qué? ¿Por si acaso camino cinco pasos sola? ¡César, tienes que confiar en mí, y en que puedo cuidarme también!

Se quedó en silencio, un silencio que me tensó aún más. Finalmente, exhaló, molesto.

- Tatiana, te entiendo, pero... no voy a arriesgarme. No después de todo lo que pasó. Si algo te llegara a pasar…

- ¡No estoy en coma, César! - mi tono salió más alto de lo que pretendía, y vi cómo se sorprendía. Me llevé las manos al rostro, respirando hondo, controlando la rabia. Luego, hablé más calmada, aunque aún se me notaba el enojo - Esto no es vida para ti, ni para mí. Y a tus hermanos tampoco les hace bien que faltes.

Hubo un largo momento de silencio. Nos miramos a los ojos, cada uno firme en su postura, hasta que sentí que no soportaba más esa tensión en el aire. Me levanté, agarrando mi bolso y las llaves.

- ¿A dónde vas? - preguntó, intentando sonar sereno, pero noté su preocupación.

- A donde pueda estar sola y pensar - respondí sin mirarlo, abriendo la puerta con determinación.

- Tatiana, no te vayas así - pidió, con un tono de súplica que me hizo detenerme un segundo. Pero el enojo era demasiado fuerte como para quedarme.

- Necesito un espacio, César. Para nosotros estar bien... necesito que tú también lo estés - Y con esas palabras, cerré la puerta tras de mí, sintiendo cómo la tensión se aliviaba solo un poco. Salí al jardín, donde el aire fresco me hizo cerrar los ojos y respirar hondo, intentando calmar el torbellino de emociones que llevaba dentro.

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora