LXXVI

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Tatiana

Decidimos reunir a la familia para darles la noticia de la mejor manera. Quería que fuera especial, así que César y yo preparamos una cena en nuestra casa. Nada demasiado elegante, solo algo sencillo y acogedor. Sabíamos que todos estaban ansiosos por saber el sexo del bebé, así que César y yo intercambiamos miradas cómplices durante toda la preparación, disfrutando de ese pequeño secreto que teníamos para compartir.

Cuando todos llegaron, la casa se llenó de risas y conversaciones. Ramón y Paola llegaron primero, seguidos por Cristhian, que traía una botella de vino, y luego Lillian, con Luna aferrada a su mano y Dylan a luna, que no dejaba de brincar de emoción.

- ¡Por fin, ya era hora de que se dignaran a invitar a la familia completa! - bromeó Cristhian, abrazándome y mirándonos a César y a mí con una mezcla de emoción y celos.

César y yo intercambiamos una sonrisa, intentando no delatar nada, pero los nervios nos traicionaban. Durante la cena, las conversaciones iban y venían; todos intentaban adivinar, casi como si fuese un juego, pero César y yo nos mantuvimos en silencio, dejando que la anticipación creciera.

Finalmente, después del postre, César se puso de pie y aclaró la garganta. Sentí cómo el corazón me latía rápido. Él me tomó de la mano y juntos nos pusimos de pie frente a la mesa, mirando a nuestra familia, que ahora guardaba un silencio expectante.

- Queremos agradecerles a todos por estar aquí, por su apoyo, su cariño y su paciencia con nosotros en estos meses. Sabemos que han tenido muchas preguntas, y hoy… - César me miró con una sonrisa llena de emoción - hoy finalmente tenemos una respuesta para ustedes.

César apretó mi mano y me dio el honor de decirlo.

- ¡Es una niña! - anuncié con una voz que se quebraba de felicidad.

Hubo un instante de silencio, y de repente Ramón se llevó las manos al rostro, y sin poder contenerse, rompió en lágrimas, susurrando, "una niña…", como si las palabras le hubiesen golpeado directo al corazón. Ver a Ramón, un hombre que rara vez muestra sus emociones de esta manera, tan conmovido, me llenó de ternura.

Cristhian, por otro lado, soltó un suspiro largo, y con una risa entrecortada, se acercó a nosotros. También tenía los ojos brillantes y, al abrazarme, murmuró en mi oído.

- Gracias, cuñada, gracias por traerla a nuestras vidas. Te prometo que siempre estará rodeada de amor.

Mientras tanto, Lillian y Luna casi gritaron de alegría, levantándose y aplaudiendo. Lillian me abrazó con fuerza, y Luna, con su entusiasmo, Dylan estaba haciéndome preguntas sobre cuándo podría jugar con su futura prima.

Y entonces, cuando todos nos habíamos envuelto en ese mar de emociones, Paola se acercó a César y lo abrazó profundamente, sosteniéndolo como si quisiera transmitirle toda la fuerza y el amor que una madre puede dar. Luego me miró, y en sus ojos vi tanto amor y agradecimiento, que me conmovió más de lo que esperaba. Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos, susurrando.

- Gracias, Tatiana, por hacer de esta familia un lugar aún más lleno de amor.

En ese momento, sentí que nuestra hija estaba rodeada de la familia más hermosa y amorosa que podría desear. Todos allí, con sus propias historias y dolores, compartiendo esa alegría. Y al ver a César, con una sonrisa plena y los ojos enrojecidos, supe que nuestra hija iba a crecer rodeada de una familia que la amaría incondicionalmente.

•••

Los primeros dolores fueron como leves punzadas, casi imperceptibles al inicio, pero en cuestión de minutos se volvieron fuertes, constantes, haciéndose imposible ignorarlos. Miré a César, que dormía profundamente a mi lado, su respiración tranquila contrastando con mi creciente nerviosismo.

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora