XXXXII

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Cesar

Había algo en la forma en que Tatiana sonreía cuando ese tipo le decía "mami" que me hervía la sangre. No era que fuera mi enemigo, no era más que un mesero, pero ¿por qué diablos le tenía que hablar así?  A Mi novia. La sonrisa en la cara del tipo mientras decía:

- Bueno mami, entonces ¿les gustó?

- JuanKa estaba delicioso, quedaron encantados, dale las gracias a doña Carmen - No pude contener el enojo que crecía en mí.

No era solo el mesero, era todo el ambiente, la forma en que Cristhian, se reía como si fuera la cosa más graciosa del mundo.

- Espérate, wey, a que le hablen así a tu morra, a ver si te da risa - pensé. Pero no dije nada. Mi enojo crecía por dentro, me tragaba las palabras mientras todos terminábamos de comer y nos preparábamos para irnos.

Tatiana había pedido una van para llevarnos, y las calles por las que pasamos eran coloridas, casi como un cuadro que intentaba distraerme de lo que realmente estaba pasando dentro de mí. Llegamos a una casa grande, algo vieja, en un barrio que parecía humilde, pero a mí eso no me importaba. Lo que me molestaba era lo que vendría después.

- Amor, ¿dónde está tu habitación? - le pregunté, sin tener idea de lo que iba a decir. 

- Yo no me quedo aquí, - respondió, con una frialdad que me dejó serio - Esta casa es para ustedes, yo estoy en casa de unos amigos - ¿Cómo que en casa de unos amigos? No podía creer lo que estaba escuchando.

No me importaba lo que había planeado, ni sus amigos, ni la promesa que les había hecho. La quería a mi lado. La necesitaba conmigo.

- Pero ya estoy aquí - le dije, tratando de controlar mi voz. - Te quedas conmigo.

Me miró como si no le importara nada lo que dijera.

- Eso no cambia nada - respondió, fría y cortante, antes de sonreír hacia el resto de mi familia. - Instálense, la cocina está llena de bebidas, cerveza y comida. Si necesitan algo, estoy a tres casas, o me pueden llamar - Y sin más, salió de la casa.

Me quedé ahí, parado como un estúpido, sin saber qué hacer. Todo me quemaba por dentro. Cristhian no perdió la oportunidad para burlarse de mí.

- Te la aplicaron, cabrón - decía entre risas. Mientras tanto, mi apá solo me miraba negando con la cabeza, desaprobando mis decisiones en silencio. Y mi mamá, bueno, ella me miraba con tristeza. Sé cuánto le dolió dejar a Carlos solo. Aunque ya no está en este mundo, para nosotros, Carlos sigue sintiendo. Él siempre fue el niño más consentido, el que si no le decías cosas bonitas o le dabas cariño, se ponía triste.

Pero ahí estaba yo, parado en medio de esa situación, queriendo que todo fuera diferente, queriendo a Tatiana conmigo, pero sintiéndome impotente ante lo que acababa de pasar.

Cada uno escogió una habitación, y se fue a ella, yo no tenía ganas de nada.
Escuché que tocaron mi puerta y unas estúpidas esperanzas vinieron a mí.

- adelante - dije sonriendo, una sonrisa la cual desapareció cuando vi quién entraba por esa puerta.

No me desagradaba la visita de lillian a mí habitación, después de todo era mi cuñada, nunca lo va dejar de ser solo porque Carlos no esté.

En silencio, como si el peso de todo lo que no habíamos dicho antes se acumulara en el ambiente. Ella se acomodó en el sillón frente a mí, cruzando las piernas con esa elegancia natural que siempre había tenido, aunque se le notaban las ojeras de los días complicados que ambos estábamos viviendo.

No tardó mucho en romper el silencio.

- ¿Qué te pasa con Tatiana, César? - preguntó directo al grano, sin rodeos, con esa familiaridad que sólo los años  daban.

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora