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ZAITH

Habían pasado ya cuatro horas desde que comenzamos la cirugía, y todo en mi interior se sentía al borde de colapsar. Las manos me temblaban por el cansancio y la tensión, pero también por el miedo, ese maldito miedo de perder a Tatiana, mi mejor amiga. Había hecho todo lo que estaba en mis manos, pero los médicos que ahora estaban a cargo me pidieron que saliera, que tomara un respiro y que llamara a su familia.

¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a hablar con su papá, con su hermano? ¿Cómo podía decirles que su hija y hermana, mi Tatiana, estaba en una sala de operaciones luchando por su vida? No sabía cómo manejar eso, nunca había estado en una posición tan personal, y aunque soy cirujano, sentía que no tenía el control de nada.

Salí del quirófano con el estómago hecho un nudo y me apoyé contra la pared más cercana. Todo alrededor parecía distante, casi surrealista. El sonido de los monitores, de las voces que iban y venían, todo se mezclaba con el eco de mi propia respiración entrecortada. Miré mi teléfono. Tenía mensajes de Lillian y Luna, ambos preguntando por Tatiana. Decían que había peleado con César, que él estaba fuera de sí, pero en ese momento, no podía pensar en eso. Solo tenía una cosa clara, debía llamar a César.

Con los dedos torpes, marqué su número. No sabía si debía hacerlo, pero algo en mí necesitaba que él supiera lo que estaba pasando, aunque no tenía idea de cómo iba a reaccionar.

César contestó al primer tono. Su voz estaba llena de desesperación, cargada de una urgencia que me destrozó el alma.

- ¿Dónde está? ¿Está contigo? - me preguntó, casi gritando al teléfono. El tono de su voz me golpeó como un mazo, me costaba responder.

- César, escucha... Tatiana está en el hospital - traté de mantener mi voz firme, pero ya sentía cómo se me quebraba. Al principio, él no entendió lo que estaba diciendo, o quizá no quiso entender. Pensaba que le estaba diciendo que estaba bien, que estaba simplemente conmigo. Su confusión era palpable.

- ¡Dime dónde estás! ¡Voy para allá! - gritaba al otro lado de la línea.

Respiré profundo, tratando de que mis palabras fueran lo más claras posible. Le expliqué, le conté lo del accidente, le dije que Tatiana estaba en cirugía, que había sido grave y que la situación era crítica. Sentí cómo mi garganta se cerraba mientras hablaba, y en un momento, la voz se me rompió. Un pequeño silencio se formó en la llamada, y me di cuenta de que César no estaba procesando lo que le decía.

- César... ¡está en cirugía, por favor! - logré decir, pero para entonces ya no escuchaba su respiración al otro lado. Fue cuando escuché una nueva voz, más calmada, aunque no menos cargada de preocupación. Cristhian había tomado el teléfono.

- Zaith, ¿qué pasó? - su voz era más clara, directa, como si supiera que tenía que mantener la compostura para que alguien pudiera entender lo que estaba ocurriendo.

- Está grave, Cristhian. Tatiana está en el quirófano, ha sido un accidente... César no me entiende, tienes que venir... - Las palabras salían desordenadas, pero él las entendió de inmediato.

- Estamos en camino - respondió con una determinación que casi me tranquilizó.

Cuando colgué, me quedé parado en el pasillo, el teléfono en la mano temblorosa. Había hecho lo que tenía que hacer, pero no me sentía mejor. Todo lo contrario, una rabia creciente empezaba a apoderarse de mí. ¿Por qué tuvo que pasar esto? Pensé en César, en cómo las cosas habían llegado a este punto. En cómo su ira, sus inseguridades, lo habían empujado a lastimar a Tatiana emocionalmente justo antes de que sucediera este accidente. Mi mente se llenaba de pensamientos oscuros, de reproches, de rabia que no sabía cómo manejar.

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