XXXXIV

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Cesar

Había sido una semana intensa. El calor de Cali se mezclaba con el bullicio de la ciudad y las miradas inquisitivas que parecían seguirnos a todas partes. La gente hablaba. Habían rumores estúpidos en las redes, comentarios venenosos sobre mí y Lillian, sobre Cristhian y su lugar en el grupo, sobre cómo Lillian ya había olvidado a Carlos. La realidad es que ninguno de nosotros estaba cerca de olvidar. Estos comentarios no solo me dolían a mí; sabía que a Lillian le calaban más.

Mis papás, no veían mucho las redes, y eso era una bendición. Pero mi hermana menor, había subido unas fotos. No lo hizo con mala intención, lo sé. Ella es una adolescente feliz, creciendo, pero la gente es cruel. Era difícil protegerla de todo esto. Después de hablar con Tatiana, entendí que ella quería estar conmigo. Me dejó claro que no estaba dispuesta a rendirse, y yo no podía seguir con mis miedos. No quería perderla.

No he podido dormir bien desde nuestra pelea cuando salí del hospital, pero ahora, mientras me arreglaba para la cena, sentía algo diferente. Quería ignorar todo lo demás, dejar de controlar cada maldito detalle. Siempre había sido yo quien llevaba las riendas de todo, pero ahora quería soltar.

Terminé de ponerme la camisa negra de lino, las mangas arremangadas hasta los codos. Unos jeans oscuros y zapatillas blancas completaban el look. Me perfumé con mi fragancia favorita, esa que a Tatiana le encantaba. Miré al espejo y sonreí. Hacía mucho tiempo que no me arreglaba así para salir. Bajé las escaleras, donde ya estaban todos, menos ella. Cristhian, como siempre, aprovechó el momento para lanzarme un comentario sarcástico.

- ¿Te perfumaste para ti o para alguien en especial, carnal? - me dijo, sonriendo de lado.

- Mira, cabrón, lo hago para mí - respondí, aunque sabía bien que lo hacía por ella, todos lo sabían y rieron.

No pasaron ni cinco minutos antes de que entrara Tatiana con sus amigos. Los presentó con entusiasmo. Kelly, Juan, y, claro, Zaith. A decir verdad, todos se veían a toda madre. Nos saludaron con una vibra increíble. Me molestaba un poco la presencia de Zaith, pero no dije nada. Esa batalla la tenía que pelear internamente. Ella es mía, me repetía. A mis 28 años nunca había dicho que estaba enamorado, pero con Tatiana... quizás ya lo estaba. Quizás ya lo había hecho hace tiempo y solo ahora lo estaba aceptando.

Salimos a cenar, y la noche fluyó con una ligereza inesperada. Todo eran risas, y eso era algo que no habíamos tenido en mucho tiempo. Ver cómo Tatiana se preocupaba por mi familia era lindo. Durante toda la noche no solté su mano. Cada vez que me lo permitía, la besaba. Había grabaciones de historias en Instagram, fotos, pero por una vez en mucho tiempo, no me importaba lo que los demás pudieran pensar. Era increíble sentirme así de libre.

Después de cenar, fuimos a caminar. Mi sobrino Dylan quiso ir de la mano conmigo y con Tatiana. Iba saltando entre nosotros, riendo. No me molestaba para nada, y a Tatiana tampoco. Caminamos por un rato, disfrutando de la brisa nocturna, y cuando sugirieron ir a bailar, mis papás quisieron volver a la casa.

- No, no, no - dijo Tatiana, tomando a mi mamá de un brazo y a mi papá del otro -  Vamos, va a ser divertido. No se pueden ir aún.

Reíamos todos. Kelly nos explicó con su acento caleño que íbamos hacia el famoso bulevar de Cali. Al llegar, el lugar estaba lleno de vida. Música, luces, gente bailando por todas partes. Era un lugar donde la gente se soltaba, donde el bullicio y el ritmo caleño impregnaban cada esquina.

No sabíamos bailar salsa, no como ellos, pero nos enseñaron. Tatiana me tomó de la mano, sonriente, y me preguntó si quería bailar.

- ¿Quieres intentarlo? - me dijo, con esos ojos que siempre me derretían.

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora