XXXXVI

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Tatiana

El 21 de diciembre, la casa estaba llena de emoción. Mi hermano cumplía 16 años, y aunque aún es joven, sentía que este cumpleaños tenía un aire especial, como si estuviera entrando en una nueva etapa. Llegaron César, mi novio, y su familia. La conexión entre nuestras familias ya se sentía natural, como si siempre hubiéramos compartido estos momentos juntos. Mi hermano estaba nervioso pero emocionado, esperando ver qué regalos recibiría.

Entre las primeras sorpresas, César le regaló una camiseta del equipo de fútbol de México, del América y reímos por mi cara de desagrado,pero eso lo que hizo fue que sus ojos brillaran de emoción. También recibió una consola de videojuegos que había deseado durante meses, cortesía de mi parte, Todos los regalos parecían acertar en el blanco de sus pasiones. Más tarde, mi hermano partió su pastel, y entre las risas y el bullicio, César y yo compartimos una mirada que decía mucho más de lo que podíamos expresar con palabras.

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El 24 de diciembre, la casa estaba decorada con luces brillantes y el aroma de la cena navideña se mezclaba con el aire frío de la noche. Las mesas se llenaban de platillos tradicionales, y mi abuela había hecho su famosa ensalada agridulce mientras que la mamá de César hizo tamales y ponche navideño, creando una fusión perfecta entre nuestras culturas. Las familias conversaban como si se conocieran de toda la vida, y entre bromas y risas, César me tomó de la mano y me sonrió, agradecido por la unión de todos en esa noche especial.

Después de la cena, llegó el momento de abrir los regalos. Nos habíamos reunido en la sala, con el árbol de Navidad resplandeciente en el centro. Mi hermano, aún con la energía de un adolescente, abrió sus regalos con una rapidez contagiosa, mientras César y yo intercambiábamos miradas cómplices, disfrutando del espectáculo. Recuerdo que César me dio una carta escrita a mano, tan personal y emotiva que me hizo llorar. No era solo el regalo en sí, sino el cariño y el amor detrás de sus palabras lo que me conmovió.

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La noche del 31 de diciembre fue una mezcla de nostalgia y esperanza. Esta vez, la celebración fue en casa donde los Parras se estaban hospedando, y la tradición mexicana impregnaba cada rincón. Las uvas para los deseos de medianoche, las velas encendidas y el ambiente lleno de música y baile. Mi familia se unió a las tradiciones de buena gana, y César me enseñó a bailar un poco de música regional, lo que hizo reír a todos cuando tropecé más de una vez. A las doce en punto, nos abrazamos y brindamos por el año que se iba y el que estaba por venir.

En cada momento de esos días, sentí cómo nuestras familias se unían más, cómo las diferencias culturales solo enriquecían nuestra experiencia. Tanto el cumpleaños de mi hermano como la Navidad y el Año Nuevo fueron días llenos de amor, de conexión y de promesas para el futuro.

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Desafortunadamente se llagaba la hora de volver, eso me da mucho miedo, supone volver a la realidad, este mes los plebes subieron fotos, videos, más luna, casi siempre en esos casos yo tenía a Dylan en mis brazos para que no lo asociaran a lillian, los rumores respecto a mí al principio cesaron un poco, decían que era alguna prima de ellos, pero en un vídeo de luna, donde precisamente cesar me tenía agarrada de la cintura dándome un beso, ahí estalló, salieron los titulares, CESAR PARRA TIENE NOVIA, ¿QUIEN ES?,¿ QUE HACEN LOS PARRAS EN COLOMBIA?, ¿LA NOVIA TIENE UN HIJO?, ¿CESAR ES PAPÁ?.

Es indiscutible que el pequeño parra se parece demasiado a los gemelos, y como Carlos no está, es complicado.

También en este tiempo he hablado con todos respecto al tema de las redes, yo en su punto fui muy fan de ellos, y se que cómo hay malas intenciones, también hay buenas, también hay comentarios inocentes.

Cesar sigue un poco precavido, pero lo convencía de que no importa mucho, que deje de lado y continúe con su vida, de echo volviendo tiene una competencia de jiu jitsu, no quería ir pero con Cristhian, Vanessa, luna y lillian lo convencimos, se cuan bien le hace, el lo disfruta, y es deporte.

La despedida con mi familia siempre es emotiva, más con mi abuela, ella es mayor nunca se cuando es la ultima vez que la vea.

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Cesar

El avión finalmente aterrizó en Phoenix después de lo que se sintió como un viaje interminable. Estaba prevenido de que el recibimiento sería un poco caótico, pero no esperaba lo que nos esperaba al salir. Mi tío ya nos había dicho que nos recibiría en el Parra móvil, pero al ver la gente afuera del aeropuerto, empecé a preguntarme cómo se habían enterado de nuestra llegada. Nadie había dicho nada, ni subido nada en redes, o al menos eso creíamos.

Cuando recogimos las maletas, no solté ni un momento la mano de mi chula, mi Tatiana. Aunque estaba cansado, sentir su mano me daba algo de paz. Mi mamá venía cargando a mi sobrino, que parecía completamente ajeno al bullicio, y mi papá la acompañaba, siempre a su lado como un pilar firme. Luna y Cristhian caminaban juntos con Vanessa, mientras que Lillian iba justo detrás de nosotros. Íbamos en la retaguardia, tratando de mantenernos juntos.

Al salir, la gente empezó a pedir fotos. Traté de mantenerme lo más tranquilo posible, sonriendo para las cámaras, aunque por dentro sentía un poco de molestia. Las preguntas que lanzaban eran invasivas, del tipo que no quieres escuchar después de un viaje largo. Pero ni Tatiana ni yo respondimos, simplemente reímos, como si eso fuera lo más normal del mundo. Sabía que esas fotos y videos acabarían en TikTok en cuestión de minutos, pero ya estaba acostumbrado. Mi hermano, por su parte, parecía bastante más calmado.

Una vez llegamos al Parra móvil, el caos quedó atrás, y el ambiente se sintió mucho más relajado. Mi mamá acomodó a mi sobrino en su sillita mientras mi papá se aseguraba de que todo estuviera listo para salir. Lo primero que pensé fue en ir a ver a mi hermano, y noté que Lillian también lo tenía en mente. Los dos compartíamos esa misma necesidad.

Mientras arrancábamos, Cristhian no perdió la oportunidad de molestarme, como siempre.

- ¿Qué, César? ¿Cuñada vio la morra que estaba abrazando al cesar? - lanzó con una sonrisa pícara. Lillian y Tatiana no pudieron evitar reírse, contagiadas por la broma. Yo solo le respondí con un bufido exagerado.

- Más bien, ella le sonreía mucho a la muchacha -  dije, tratando de sonar despreocupado, aunque la verdad me seguía afectando.

Luna, por su parte, apenas levantaba la vista de su teléfono. Ya sabía que estaba sumergida en su mundo digital, probablemente revisando sus propias redes o compartiendo fotos. Mi mamá, siempre serena, parecía disfrutar de su tiempo con su nieto, acariciándole la cabecita mientras él jugaba con un juguete pequeño que había traído, La calma de su rostro me dio un poco de tranquilidad; en medio de todo el caos, había algo constante y reconfortante en su presencia.

Tatiana, a mi lado, apretó mi mano suavemente y me dio una sonrisa de esas que siempre logran calmarme. Sabía que ambos estábamos agotados, pero a la vez, sentirnos rodeados por nuestra familia, incluso en esos momentos de caos, hacía que todo valiera la pena.



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solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora