LII

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César

Otra vez no puedo estar en esta situación. El mismo maldito círculo que nunca parece romperse. Fuck! ¿Por qué siempre tengo que arruinarlo todo? ¿Por qué no puedo controlar mi ira? Estoy aquí, en este avión, y no puedo sacarme su rostro de la cabeza, la forma en que me miró antes de salir del hospital, la rabia en sus ojos mezclada con algo más… dolor. El mismo dolor que ahora me está quemando por dentro.

Tatiana ha estado conmigo, preocupándose por mí, cuidándome cuando ni yo sé qué hacer conmigo mismo. Y, ¿así es como le pago? Tratándola como si fuera culpable de algo que ni siquiera entiendo. ¿Qué demonios te pasa, César? Mi cabeza no para, repite lo mismo una y otra vez, como una maldita grabadora rota.

El avión aterriza, pero no puedo esperar. No puedo quedarme quieto, no mientras ella está ahí, en quirofano de hospital, sola, después de nuestro estúpido enfrentamiento. Ni siquiera sé cómo pasó el accidente, solo que la última vez que hablamos le grité, la insulté, y ahora… ahora podría perderla.

Salí del aeropuerto sin pensarlo, necesitaba un taxi, un Uber, algo que me llevara al hospital cuanto antes. Mi corazón latía tan fuerte que podía oírlo en mis oídos. Cristhian me gritó que me calmara, que mi actitud no mejoraría nada, pero no podía escucharle, ni siquiera ver más allá de mi propia desesperación. Mi hermano tiene razón, pero la razón ahora no tiene espacio en mi mente. Solo está ella, Tatiana, y la posibilidad de que, como a mi gemelo, podría perderla para siempre.

No. No puedo soportar ese pensamiento. No puedo pasar por ese dolor otra vez.

•••

Llegamos al hospital y todo dentro de mí estaba a punto de estallar. Lillian estaba pálida, su mirada fija en el suelo mientras apretaba la mano de Luna, que no decía nada. Cristhian caminaba a mi lado, con ese aire de frialdad que siempre usa para no mostrar que está tan jodido como yo por dentro. Ninguno de nosotros hablaba. No había nada que decir, solo esa espera tortuosa mientras el mundo entero se detenía. El sonido de los pasos, las puertas abriéndose y cerrándose, los murmullos de los médicos, todo se sentía distante, irreal. Pero lo único que realmente me importaba era no escuchar las mismas palabras que nos dijeron aquella vez. Que era tarde.

- No. Esta vez no - Me repetía una y otra vez, como si pudiera conjurar una realidad diferente solo con pensarlo. Pero el miedo me estaba devorando por dentro.

Mi mente comenzó a retroceder. No quería recordar, pero las imágenes volvieron sin permiso.

Flashback

Ese día, el día que cambió todo, íbamos de camino a México después de un unos años. Carlos manejaba el auto, como siempre. Cristhian estaba sentado al frente, Luna y Andrew iban atrás. Yo iba en otro auto, detrás de ellos, solo unos metros separándonos. La música sonaba fuerte en mi camaro, pero no lo suficientemente fuerte como para silenciar ese estruendo... ese sonido que jamás olvidaré.

Vi cómo el Mercedes de Carlos derrapó, cómo se salió del camino, el impacto brutal que lo hizo volcar. Mi cuerpo reaccionó antes de que pudiera pensar. Frené bruscamente, salí corriendo hacia ellos. Dios, por favor, que estén bien.

Cuando llegué, vi a Cristhian y Andrew saliendo tambaleándose del auto. Luna estaba cubierta de polvo, pero ilesa. Estaban vivos, todos ellos. Pero cuando miré hacia Carlos... algo dentro de mí se rompió. Estaba en su asiento, inmóvil, con su cuerpo cubriendo a Luna, protegiéndola como siempre lo hacía, incluso en el peor de los momentos.

Corrí hacia él. Lo sacamos del coche, pero no reaccionaba. 

-  No, no puede ser... - Grité su nombre, sacudiéndolo, tratando de despertarlo, pero nada. Cristhian, que siempre parecía tener control, también se veía perdido, sin palabras. Todo fue un caos después de eso. Ambulancias, sirenas, el hospital... todo fue un borrón.

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora