LXII

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Zaith

Hace días que no sé nada de Tatiana. Nos peleamos y, aunque parte de mí pensaba que haría las paces conmigo rápidamente, parece que no le importa mucho. No me ha mandado ni un solo mensaje. Cuatro días sin recibir noticias suyas. En el pasado, esta distancia habría sido imposible de imaginar entre nosotros, pero ahora... ni siquiera sé cómo llegamos hasta este punto.

Hace cuatro días, también, que llegué a Phoenix. Le mencioné que me mudaría aquí, y como imaginaba, no le gustó mucho la idea. Pero no estaba pidiéndole permiso. Este era nuestro plan desde siempre, uno que habíamos trazado juntos en aquellas noches de desvelo y sueños locos. Hoy, al fin, comencé mi práctica rural en el hospital, poniendo en marcha una de las etapas más importantes de mi vida profesional. Es un programa exigente, una experiencia médica única que me expone a casos variados y a la realidad de una comunidad que depende del hospital para todo. Aunque estoy emocionado por el desafío, no puedo evitar sentirme incompleto. Falta algo… falta Tatiana.

Mi mamá y mi mami hicieron todo un escándalo cuando les dije que venía a Phoenix. Traté de calmarlas, pero al final se resignaron porque saben que si algo tiene que ver con Tatiana, no hay manera de que cambie de opinión. Es mi mejor amiga, mi hermana, y no voy a renunciar a ella tan fácil, no importa cuántas peleas tengamos.

Hay otra cosa que ha añadido complejidad a todo esto. Ignacio también vino a Phoenix, y me propuso que fuéramos roomies. Por un lado, me encanta la idea. Poder verlo todos los días, tenerlo cerca, ver cómo se pasea sin camisa en el departamento... Pero, al mismo tiempo, sé que es peligroso para mí. Lo que siento por él es demasiado confuso, y tenerlo tan cerca solo complica las cosas. Pero acepté.

Hoy en la tarde, Ignacio sugirió que celebremos nuestro nuevo depa, y aunque me puso algo nervioso, acepté su invitación. Será la primera vez que estamos solos desde que compartimos depa. Mientras el reloj avanza hacia la hora acordada, no puedo dejar de pensar en lo que podría pasar, en la conversación, en el hecho de que cada vez que lo miro siento un vacío extraño en el estómago. No sé qué significa esto, ni sé si estoy listo para enfrentarlo.

Ignacio llega puntual y con un par de cervezas en mano. Cuando lo veo entrar, me doy cuenta de que el apartamento parece más pequeño, como si él llenara cada rincón con su presencia. Nos sentamos en la pequeña sala, y, después de los primeros brindis, Ignacio se relaja, recargándose en el sillón de una manera despreocupada. Su camiseta se levanta ligeramente, y me obligo a desviar la mirada para no hacer evidente mi interés.

- Bueno, aquí estamos - dice finalmente, rompiendo el silencio incómodo - Nunca pensé que terminaríamos siendo roomies en Phoenix.

- Sí, es raro - respondo, intentando parecer tranquilo - Pero aquí estamos, como dices. Y bueno, ¡a celebrar!

Nos reímos un poco, y la conversación fluye de manera natural. Hablamos sobre nuestras experiencias en el hospital, los casos que hemos visto, los pacientes que nos han marcado. Hay un momento de silencio, de esos que, en otra situación, habrían sido incómodos, pero con él se siente diferente, como si ambos estuviéramos esperando el momento adecuado para hablar.

De repente, Ignacio baja la mirada, y veo una sombra de duda en sus ojos. Toma un largo sorbo de su cerveza, como si buscara valor en el fondo de la botella, y luego se aclara la garganta.

- Zaith… - comienza, su voz más seria de lo habitual - Hay algo que he estado queriendo decirte, pero… no estoy seguro de cómo.

Mi corazón empieza a latir más rápido. No sé si es por el tono de su voz o por el hecho de que lo veo tan serio. Intento tranquilizarme, esperando que lo que esté a punto de decir no sea algo que me vaya a destrozar.

solo en sueños Donde viven las historias. Descúbrelo ahora