cuatro

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Harry se removió un poco en su lugar, y estiró su mano hasta donde se encontraba su teléfono.

3:30 am marcaba el reloj, su vuelo era a las 7:00 am

La noche anterior no había podido dormir de manera correcta, los nervios y la emoción de ver a su hijo, después de más de cinco años, lo habían mantenido despierto hasta tarde. Sumándole que vería por primera vez a su pequeña nieta, desde antes que naciera había soñado con tenerla en sus brazos, y el solo hecho de saber que estaba a unas horas de hacerlo, le generaba una enorme emoción.

Le habían firmado su despido y había recibido una cantidad de dinero generosa por ello. Le serviría por lo menos por unos meses en lo que conseguía un buen trabajo en Doncaster.

Se levantó de la cama y caminó al baño de la habitación, se miró al espejo y lavó su cara con agua fría para poder despertar.

Le había avisado a Noah que iría, unos días atrás. De alguna forma le habría gustado darle la sorpresa a Noah, pero al final lo consideró, pensaba pasar los días que estarían ahí en casa de Noah, y no en un incómodo hotel.

Noah había estado muy feliz por la noticia, él también extrañaba a Harry, y como no, de un día a otro se fue y de eso ya había pasado mucho tiempo.

Harry salió del baño y tomó la ropa que había dejado afuera para vestirse, sus maletas ya estaban hechas. No llevaba mucho, cuando salió del departamento de Luka, se había llevado solo una parte de sus cosas.

Ya listo, tomó sus cosas y salió de ahí. Iba a extrañar un poco esa ciudad.

Harry ya había olvidado lo que era tomar un avión, lo había hecho muy pocas veces en su vida, y la última fue la vez que llegó a Corea. Sabía que este sería un vuelo muy largo, estarían más de veinte horas en un avión, después manejaría un par de horas más. Definitivamente, sería un viaje muy pesado.

Unos minutos después se encontraba en el aeropuerto haciendo el chequeo de las maletas, y revisando pasaportes.

[...]

—Joven, estamos por aterrizar.— dijo una auxiliar de vuelo, moviendo un poco ahora Harry.

El avión estaba aterrizando en Londres, eran alrededor de las 6:00 pm. Fue un viaje largo y pesado, la mayor parte del tiempo se la pasó durmiendo.

Harry se removió poco a poco, la espalda le dolía por la incómoda posición en la que había quedado dormido.

Abrió los ojos y pudo ver por la ventanita del avión que están aterrizando, el sol estaba apenas bajando, extrañaba ver los atardeceres en Inglaterra.

Cuando el avión aterrizó por completo, les permitieron bajar. Harry estaba aún más nervioso que cuando abordaron. Su corazón latía rápido, por fin estaba de vuelta en su país, y estaba a unas horas de ver de nuevo a su (no tan pequeño ahora) hijo.

Cuando se fue era solo un adolescente asustado, que no sabía lo difícil que era la vida, tal vez su partida ayudó a qué Noah madurara. Siempre dependió de alguien más, pero con el tiempo se supo hacer cargo de él mismo y también de su hija.

Harry tenía planeado hacer una parada en una tienda de camino a Doncaster, justo en ese momento su pequeña nieta estaba cumpliendo cinco años, y por tener que estar varias horas en el avión, no había podido ni siquiera llamarla para desearle feliz cumpleaños.

Una vez fuera del aeropuerto, Harry se dirigió a la parada de taxis. Le saldría caro, pero sería lo más cómodo.

————

Un par de horas después, Harry le pidió al chófer que parara frente a una enorme tienda de juguetes, si pudiera, la llevaría completa para Darcy.

Harry, sinceramente, no sabían a ciencia cierta que podrían llevarle, a pesar de hablar seguido con ella por facetime, no sabían mucho de sus gustos, era una niña algo diferente a las demás, podía pasar todo el día viendo películas de princesas, o jugando fútbol. Un día podía querer estar vestida de cualquier princesa, y otro usando mascaras de luchadores.

Llevaba unos 10 minutos caminado. Cuando encontró un osito rosa. Era lindo, sólo esperaba que le gustará.

Pagó y volvió al auto, aún le quedan una hora de camino por delante, estaba muriendo de cansancio.

Harry miraba las calles por las que pasaba y cada lugar le traía más recuerdos. El podría viajar a todo el mundo, pero algo nunca una a cambiar, su hogar siempre iba a estar ahí.

Eran cerca de las 10:00 pm cuando estuvo frente a la casa de Noah. Se veía justo como la recordaba. La primera vez que entro en esa casa, supo que sería el lugar en donde quería ver crecer a su hijos y a sus nietos. Se sentía feliz al saber que eso se estaba cumpliendo, con un solo hijo por ahora, pero lo había logrado.

Bajó del auto y tomo el enorme oso de peluche. Las luces de la casa estaban apagadas, así que esperaba que aún estuvieran despiertos.

Se paró frente a la puerta y lo pensó un par de segundos, sus manos sudaban y sus piernas estaban temblando.

Se armó de valor e hizo sonar el timbre...

TRAMPADonde viven las historias. Descúbrelo ahora