Capitulo 86: Vuelve y Juega

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La batalla había terminado y la brisa nocturna ahora soplaba sobre los barcos que seguían su rumbo hacia The Arbor. El silencio era casi absoluto, solo roto por el sonido de las olas chocando contra los cascos de las embarcaciones. En la cubierta principal del barco insignia, Aelyria descansaba, herida pero no rota. A pesar de la fatiga, sus ojos permanecían entrecerrados, y aunque estaba consciente, su mente aún procesaba lo sucedido.

Dos flechas seguían clavadas en su cuerpo. A pesar de que solo las había partido para poder moverse, las heridas seguían doliendo, y la magia oscura que había invocado para proteger a Daenerys la había dejado exhausta. Pero su determinación seguía intacta.

Daenerys, que había estado vigilando de cerca, se sentó junto a Aelyria. Parecía estar en calma, pero la preocupación era evidente en su expresión. Aún no podía quitarse de la cabeza lo cerca que estuvo de perderla durante la batalla.

—¿Así va a ser cada vez que salga a una batalla? —preguntó Daenerys finalmente, rompiendo el silencio con una voz suave pero firme. Miró a Aelyria, exigiendo respuestas, como si con esa pregunta quisiera entender más allá de lo evidente—. ¿Voy a tener que preocuparme así cada vez?

Aelyria abrió los ojos lentamente y giró la cabeza hacia Daenerys. Había un brillo de cansancio en sus ojos oscuros, pero también una chispa de humor, a pesar de la situación.

—¿Preocuparme o no dejarme pelear? —repitió Aelyria, con una ligera sonrisa ladeada. Sus palabras eran una mezcla de burla suave y una verdadera curiosidad.

Daenerys apretó los labios y suspiró profundamente. Se pasó una mano por el cabello, claramente frustrada. No era fácil para ella estar en la posición de tener que cuidar a alguien que, en muchos sentidos, parecía ser aún más peligrosa que ella misma.

—No puedo evitarlo —admitió Daenerys finalmente—. Si sales a pelear, no quiero perderte. Y... es difícil no intervenir cuando veo que estás al borde de la muerte. Esta vez estuve cerca, muy cerca de... no volver a verte.

Aelyria la miró con suavidad. Sabía que las palabras de Daenerys no eran solo una manifestación de preocupación; eran un reflejo de un miedo profundo, uno que no se podía desvanecer con simples palabras.

—No estoy hecha para quedarme atrás mientras tú peleas, Dany —dijo Aelyria con voz suave, alcanzando la mano de Daenerys y apretándola con fuerza—. Pero no necesitas preocuparte de esa manera. Siempre estaré a tu lado, y siempre sacaré fuerzas de donde sea para protegerte. Así lo hice hoy.

Daenerys iba a responder, pero un sonido en la distancia captó su atención. Giró la cabeza hacia la otra punta del barco, donde dos figuras aladas se elevaban en el cielo. Drogon y Vyrex volaban cerca, sus sombras proyectándose sobre el agua, y sus rugidos resonando en la noche.

Aelyria los observó con una ceja alzada.

—Parece que están inquietos —dijo, notando cómo ambos dragones parecían retarse en el aire. Drogon, más grande y poderoso, hacía movimientos amplios y amenazantes, mientras que Vyrex, aunque más joven, no retrocedía, mostrando una actitud desafiante.

—No es solo Drogon —comentó Daenerys—. Vyrex también está protegiéndome. Ha estado más pegado a mí desde que apareciste.

Aelyria suspiró y se levantó lentamente, aunque aún sentía el dolor en su cuerpo.

—Voy a calmarlos —dijo, mirando a los dragones—. No necesitamos otro enfrentamiento.

Pero antes de que pudiera moverse, una figura emergió de la oscuridad del interior del barco. Lyssara, la hija del tío de Kaelen, había estado resguardada durante la batalla, pero ahora caminaba rápidamente hacia Aelyria, con una expresión de preocupación en su rostro.

—Aelyria, ¿estás bien? —preguntó con una voz que no ocultaba la angustia mientras se acercaba.

Antes de que Aelyria pudiera responder, Lyssara hizo algo inesperado. Se acercó aún más y, con un rápido movimiento, besó los labios de Aelyria nuevamente como si fuera un gesto natural de afecto y preocupación.

Aelyria se quedó quieta por un momento, completamente sorprendida, sus ojos abriéndose ampliamente. El toque suave del beso aún lo sentía en su piel, y la confusión se apoderó de ella.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó con un tono firme, dando un paso atrás instintivamente.

Lyssara la miró con una ligera sonrisa, como si no hubiera hecho nada fuera de lo común.

—Solo estaba preocupada por ti, Aelyria —respondió con dulzura, sin notar el ambiente tenso que había creado.

Daenerys, que había estado observando la escena con una mezcla de incredulidad y celos, no pudo contenerse más. Sin decir una palabra, se levantó bruscamente y comenzó a caminar hacia el interior del barco, claramente molesta.

Aelyria, aún aturdida por lo que acababa de pasar, no perdió tiempo. Ignorando completamente a Lyssara, fue tras Daenerys de inmediato, sabiendo que tenía que arreglar lo que acababa de suceder.

—¡Dany! —llamó, apresurando el paso para alcanzarla—. ¡Espera!

Daenerys no se detuvo. Sus pasos eran rápidos, llenos de frustración. Aelyria la alcanzó finalmente en la entrada de la cabina, y antes de que Daenerys pudiera abrir la puerta para refugiarse en su enojo, Aelyria la tomó del brazo con firmeza.

—No te vayas así —dijo Aelyria, con su voz llena de determinación—. Lo que acabas de ver no significa nada. Nada de eso.

Daenerys la miró, sus ojos ardían de rabia contenida y algo más profundo que dolía más de lo que quería admitir.

—¿No significa nada? —repitió Daenerys, con un tono amargo—. ¿Entonces por qué la dejaste besarte?

Aelyria apretó los labios, maldiciendo internamente la situación. Lo último que quería era herir a Daenerys o darle razones para desconfiar de ella.

—No la dejé —respondió con firmeza—. Me tomó por sorpresa. Sabes que jamás te haría daño. No tengo ningún interés en Lyssara.

Daenerys se cruzó de brazos, aún furiosa, pero poco a poco su mirada comenzó a suavizarse. Había algo en la sinceridad de Aelyria que siempre lograba calmarla, aunque su orgullo le impedía ceder tan fácilmente.

—¿Entonces qué fue eso? —preguntó Daenerys, aunque esta vez su voz ya no estaba llena de rabia, sino de inseguridad.

Aelyria suspiró profundamente, relajando los hombros.

—Nada más que un malentendido —respondió, acercándose a Daenerys y tomando su rostro entre sus manos—. Nada de lo que pasó cambia lo que siento por ti. Y créeme cuando te digo que Tú eres todo lo que necesito. Y te prometo que no dejaré que algo como eso vuelva a suceder.

Daenerys suspiró de nuevo, pero esta vez su resistencia parecía desvanecerse. Se quedó en silencio por unos momentos, asimilando las palabras de Aelyria.

Finalmente, sin decir una palabra, asintió ligeramente, dejando que Aelyria la rodeara con sus brazos, abrazándola con fuerza. La tormenta de emociones que había sentido comenzaba a calmarse, y en ese abrazo encontró un consuelo que necesitaba desesperadamente.

—Te creo —dijo Daenerys en voz baja, apoyando su cabeza en el hombro de Aelyria—. Pero prométeme que no me harás dudar de ti otra vez.

—Te lo prometo —respondió Aelyria, besando suavemente la cabeza de Daenerys mientras la sostenía cerca.

La tensión entre ellas comenzó a disiparse, pero sabían que aún quedaba mucho por delante. Los dragones, los aliados, las batallas por venir. Pero por ahora, al menos, tenían ese momento de paz juntas.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora