Capitulo 68: Me Gusta Llevarte la Contraria

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La noche caía suavemente sobre Rocadragón, pero la actividad en el campamento de la Casa Graegoris seguía en pleno apogeo. Antorchas encendidas iluminaban las tiendas de campaña, y el sonido de las órdenes, risas y martilleo de armas resonaba por todo el lugar. Aelyria, en lugar de quedarse en el castillo y recibir la atención médica bajo el techo de piedra y los cuidados que Daenerys había dispuesto, había decidido descender a su propio campamento, buscando el confort entre los suyos.

Mientras tanto, Daenerys caminaba hacia la tienda principal del campamento con paso firme y la furia ardiendo en sus venas. No podía comprender por qué Aelyria había rechazado su oferta de cuidados en el castillo, rodeada por los mejores sanadores que Rocadragón podía ofrecer. En cambio, Aelyria había optado por volver a su campamento, a la intemperie, donde solo su gente podía atenderla.

A medida que se acercaba a la tienda de la regente de los Graegoris, Daenerys vio una pequeña multitud congregada afuera, compuesta por guerreros y sirvientes que hacían reverencias al verla pasar. Pero lo que realmente atrajo su atención fue lo que ocurría dentro de la tienda.

La lona de la tienda estaba apenas entreabierta, lo suficiente para que Daenerys pudiera ver el interior. Aelyria estaba sentada en un taburete bajo, su torso desnudo a excepción de una tela que le cubría los pechos, mientras una sirvienta le limpiaba la sangre que aún cubría gran parte de su piel. La luz de las antorchas brillaba sobre la piel de Aelyria, destacando cada línea de sus músculos tensos, las cicatrices que adornaban su cuerpo como testigos de su vida en constante batalla.

Daenerys se detuvo en seco, sus ojos fijos en la escena ante ella. Sintió una mezcla de preocupación y algo más profundo que no quería nombrar. La forma en que la sirvienta tocaba a Aelyria no era solo profesional; sus dedos parecían deslizarse más de lo necesario por la piel de la regente, como si se tomara libertades que no le correspondían.

La sangre de Daenerys hirvió.

Entró en la tienda de golpe, empujando la lona hacia un lado sin decir una palabra. La sirvienta, al ver a la Reina Dragón, se congeló de inmediato, apartándose de Aelyria con los ojos abiertos como platos.

— "Fuera," dijo Daenerys, su voz baja pero cargada de una autoridad indiscutible.

La sirvienta no necesitó que se lo repitieran. Salió de la tienda a toda prisa, dejando atrás a Daenerys y Aelyria en un silencio incómodo, roto solo por el crujido del fuego en las antorchas.

Aelyria, sin embargo, parecía completamente despreocupada por la repentina aparición de la Reina Dragón. Observó a Daenerys con una mezcla de curiosidad y diversión, una sonrisa apenas perceptible asomándose en la comisura de sus labios.

— "¿Por qué no estás en el castillo siendo atendida como te pedí?" Daenerys cruzó los brazos sobre su pecho, sus ojos centelleando de frustración.

Aelyria se levantó lentamente de su asiento, estirando su cuerpo con una calma que solo sirvió para aumentar la irritación de la reina. Aún sin camisa, la regente de los Graegoris se acercó a Daenerys, acortando la distancia entre ellas con pasos lentos pero decididos. Daenerys se mantuvo firme, aunque su corazón latía más rápido con cada paso que Aelyria daba hacia ella.

— "¿Y perderme la oportunidad de ver esto?" dijo Aelyria, su tono ligero, pero con un filo juguetón, mientras hacía un gesto hacia Daenerys, que ahora la observaba con una mezcla de desconcierto y rabia. "Verte tan enojada, tan molesta. Es fascinante."

Daenerys sintió cómo la irritación aumentaba dentro de ella. — "Esto no es un juego, Aelyria. Estás herida. Necesitas ser atendida adecuadamente. No tienes por qué exponerte aquí, entre la tierra y las armas, cuando podrías estar descansando en el castillo."

— "Ah, ¿y por qué no podría?" Aelyria dio un paso más cerca, y de repente, antes de que Daenerys pudiera reaccionar, la regente la acorraló contra uno de los soportes de la cama, dejando apenas unos centímetros entre ellas. La madera fría del soporte se clavaba en la espalda de Daenerys, pero lo que más la perturbaba era la intensidad en los ojos de Aelyria, una mezcla de desafío y algo más profundo, algo que hacía que su piel se erizara.

— "¿Qué estás haciendo?" exigió Daenerys, su voz bajando un tono ante la cercanía, mientras la intensidad del momento la envolvía.

— "Simplemente," Aelyria inclinó su rostro ligeramente hacia ella, manteniendo sus ojos fijos en los de Daenerys, "me gusta llevarte la contraria. Porque," susurró, su aliento rozando la piel de la reina, "te ves preciosa cuando te enojas."

Daenerys sintió una oleada de calor recorriendo su cuerpo, su rabia mezclándose con algo más peligroso. Aelyria estaba demasiado cerca, sus palabras demasiado cargadas de significados ocultos. No podía permitirse perder el control, no ahora.

— "Esto no es una cuestión de caprichos, Aelyria," dijo Daenerys con esfuerzo, intentando recuperar el control de la situación. "Tu vida está en riesgo. Cada herida que no sanas adecuadamente es una debilidad. Si realmente te importan tus tropas, tu causa, deberías estar en el castillo, descansando y recuperándote."

Aelyria no se apartó ni un centímetro. En lugar de retroceder, pareció disfrutar del desafío, la tensión entre ambas aumentando con cada segundo. Sus ojos brillaban con una intensidad que reflejaba no solo su pasión por la batalla, sino también su pasión por la vida, por la libertad de tomar decisiones por sí misma.

— "No me gusta estar encerrada entre muros de piedra," respondió Aelyria, su tono bajo pero firme. "Mi lugar es aquí, con mi gente, donde puedo sentir el viento en mi piel y la tierra bajo mis pies. No soy una dama de castillo, Daenerys. Soy una guerrera. Y no puedes encerrarme."

Daenerys la miró con frustración, pero también con una profunda admiración. Aelyria era todo lo que admiraba en un líder: valiente, decidida, libre. Pero también era frustrantemente terca.

— "No intento encerrarte," dijo finalmente Daenerys, su voz suavizándose a pesar de sí misma. "Solo quiero que estés a salvo."

Aelyria la miró en silencio por un momento más, sus ojos buscando algo en los de Daenerys. Y entonces, con una sonrisa ladeada, finalmente retrocedió, liberando a la reina de la prisión invisible en la que la había mantenido.

— "Lo sé," dijo Aelyria, su tono más suave ahora. "Pero a veces, Daenerys, me gusta ver cómo reaccionas. Me gusta que te importe."

Daenerys la miró fijamente, sus emociones entrelazándose de una manera que no podía desentrañar fácilmente. Finalmente, suspiró, dando un paso hacia la entrada de la tienda.

— "Descansa, Aelyria," dijo antes de girarse y salir de la tienda, su corazón aún latiendo con fuerza. "La guerra aún no ha terminado, y te necesitamos en tu mejor forma."

Aelyria la observó partir, una sonrisa tranquila en sus labios. Sabía que su relación con Daenerys era complicada, pero en esos momentos, disfrutaba del juego, del desafío, y de la extraña pero innegable conexión que compartían.

La noche aún era joven, y la guerra, lejos de terminar.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora