**Capítulo: El Refugio en las Sombras**
La luz del ocaso empezaba a desvanecerse tras las colinas, pintando el cielo de tonos rojizos y dorados. La noche estaba por caer, y con ella, la sensación de incertidumbre y temor que había invadido a Daenerys desde que Aelyria había sido rescatada. Aún no podía borrar de su mente la imagen de la regente, ensangrentada y al borde de la muerte, su cuerpo consumido por el veneno que casi la reclamaba. El caos, la desesperación, y luego... la intervención de la sacerdotisa, que había traído consigo un precio que ambas aún no comprendían del todo.
Aelyria, por su parte, había pasado el resto del día en una especie de calma tensa. Tras su despertar, había entregado el anillo a Daenerys, haciendo una promesa que se anclaba en lo más profundo de su ser. Pero ahora, mientras las sombras comenzaban a alargarse en el castillo, sentía el peso de todo lo que había vivido y visto. Las visiones que tuvo durante su cercanía con la muerte aún se mantenían frescas en su mente: su madre, las sombras antiguas, y un destino que aún no podía desentrañar por completo.
Al caer la noche, Aelyria caminó lentamente por los pasillos de Rocadragón, su cuerpo aún debilitado pero con una extraña energía en su interior. Sabía que necesitaba descansar, pero había algo que no podía ignorar: la presencia de Daenerys, la única persona que, en ese momento, podía ofrecerle un verdadero refugio. Sentía una conexión más profunda ahora, como si el lazo entre ambas hubiera sido forjado en algo más fuerte que el fuego y las sombras.
Se detuvo frente a la puerta de la habitación de Daenerys, tocando suavemente, con un susurro casi inaudible.
—"Dany..." Su voz, aunque baja, era firme. Estaba pidiendo más que solo la compañía de su reina; estaba pidiendo un respiro de la oscuridad que la había rodeado desde su despertar.
La puerta se abrió lentamente, revelando a Daenerys, quien ya estaba vestida para dormir, con su cabello suelto y su mirada aún teñida de preocupación. Aelyria la observó por un momento, notando lo cansada que parecía, pero también sintiendo una calidez que solo ella podía darle.
—"¿Aelyria? ¿Todo está bien?" preguntó Daenerys, aunque en su interior sabía la respuesta. Nada estaba completamente bien, pero tampoco era tan grave como podría haber sido.
Aelyria respiró hondo, luchando contra el cansancio que empezaba a apoderarse de su cuerpo. El veneno había dejado una huella, y aunque la sacerdotisa había logrado salvarla, aún sentía los ecos de esa oscuridad en sus venas. Pero había algo más que la estaba inquietando esa noche.
—"No quiero estar sola," confesó finalmente, sin rodeos. —"¿Puedo... quedarme contigo esta noche? O... ¿podrías quedarte conmigo?"
Daenerys parpadeó, sorprendida por la vulnerabilidad en la voz de Aelyria. No era común ver a la regente de los Graegoris, siempre tan fuerte y decidida, pedir algo con tanta franqueza. Pero Daenerys lo entendió. Después de todo lo que había pasado, era natural que Aelyria buscara consuelo en alguien que pudiera comprender, aunque fuera un poco, el peso de lo que llevaba dentro.
—"Por supuesto," respondió suavemente Daenerys, apartándose para dejarla pasar. —"No tienes que pedirlo."
Aelyria entró, sintiendo de inmediato el calor del ambiente. La habitación de Daenerys siempre tenía ese toque especial, un refugio cálido en medio de los muros fríos de Rocadragón. Se sentó en el borde de la cama, dejando escapar un suspiro profundo mientras sus manos recorrían el suave tejido de las sábanas. Aunque su cuerpo estaba exhausto, su mente seguía girando, atrapada en pensamientos y recuerdos que no podía apagar.
Daenerys se sentó a su lado, observándola en silencio. Durante unos minutos, ninguna de las dos habló, simplemente compartiendo la tranquilidad del momento. Pero la tensión en el aire era palpable. Ambas sabían que había preguntas sin responder, dudas que flotaban entre ellas desde que Aelyria había regresado del borde de la muerte.
Finalmente, fue Aelyria quien rompió el silencio, con la mirada fija en el suelo.
—"Dany..." comenzó, con un tono más suave del habitual. —"Necesito saber cómo fue que me salvaron. No recuerdo mucho... Estaba más allá... mucho más allá que aquí. Veía cosas que no puedo explicar, y sentía que no iba a regresar."
Daenerys la miró con una mezcla de preocupación y alivio. Se mordió el labio, recordando las terribles horas en las que Aelyria había estado al borde de la muerte, su piel cubierta de venas negras, y el temor constante de que no habría un despertar. No era una historia que quisiera recordar, pero sabía que Aelyria necesitaba escucharla.
—"Fue gracias a la sacerdotisa de Asshai," respondió finalmente, con la voz baja pero clara. —"Ella... Ella utilizó una magia antigua, muy poderosa. Algo que, según dijo, solo podía hacer con un alto precio."
Aelyria frunció el ceño, girando lentamente su cabeza para mirarla directamente a los ojos.
—"¿Qué precio?" preguntó, aunque ya temía la respuesta.
Daenerys se removió incómoda, sus ojos violetas evitando la mirada de Aelyria por un momento.
—"Nuestra primera hija," confesó Daenerys en un susurro apenas audible, pero lo suficientemente claro como para que Aelyria lo escuchara.
El impacto de esas palabras cayó como una piedra en el estómago de Aelyria. Sabía que la magia siempre tenía un precio, pero esto... esto era algo que no había anticipado. Una vida que aún no existía, prometida a las sombras a cambio de la suya.
—"No... no puede ser," murmuró Aelyria, su voz apenas un hilo mientras trataba de procesar lo que significaba. —"Dany, tú... no puedes tener hijos. Eso fue lo que dijiste. La maldición de aquella bruja..."
—"Eso es lo que yo creía," interrumpió Daenerys, con los ojos llenos de incertidumbre. —"Pero la sacerdotisa dijo que las sombras y el fuego han cambiado las cosas. Dijo que podremos tener hijos, Aelyria. Pero que el primero... el primero no vivirá."
Aelyria sintió que un nudo se formaba en su garganta. El peso de esa revelación era abrumador, pero más allá de la tristeza y el miedo, había algo que la fortalecía. Aún tenía una vida por delante, aún tenía la promesa que le había hecho a Daenerys. Y, a pesar de todo, seguía aquí.
Con una decisión renovada, Aelyria se volvió hacia Daenerys, sus ojos oscuros con destellos rojos fijos en los suyos.
—"No importa el precio," dijo con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente. —"Voy a luchar. No dejaré que las sombras me dominen, y no dejaré que ninguna maldición nos arrebate lo que es nuestro."
Daenerys, emocionada por la fuerza en las palabras de Aelyria, asintió en silencio, sintiendo cómo su propio corazón se llenaba de determinación. Aunque el futuro fuera incierto, aunque las sombras estuvieran siempre acechando, sabían que juntas podían enfrentarlo todo.
Aelyria, después de unos momentos, extendió su mano hacia Daenerys.
—"Esta noche... ¿puedo dormir contigo?" preguntó, su voz mucho más suave ahora. —"No quiero estar sola. No después de todo esto."
Daenerys no respondió con palabras. Simplemente tomó la mano de Aelyria y la llevó hacia la cama, acurrucándose a su lado, permitiendo que ambas compartieran ese momento de intimidad y paz en medio del caos que las rodeaba.
El anillo de dragón en el dedo de Daenerys brillaba a la luz de las antorchas, un recordatorio de la promesa que habían hecho. No importaba qué sombras intentaran separarlas; juntas, siempre encontrarían el camino de regreso la una a la otra.
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Hijos del Fuego y de la Sombra
أدب الهواةTras la caída de Valyria, los Targaryen se erigen como los últimos señores de dragones. Sin embargo, en las sombras de la historia, una casa valyria desconocida resurge, reclamando su lugar y su legado. Con dragones olvidados y secretos ancestrales...