Capitulo 87: La Llegada a The Arbor

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El sol se ocultaba lentamente en el horizonte cuando el barco de Aelyria finalmente llegó a las costas de The Arbor. Las verdes colinas, los viñedos interminables y el majestuoso castillo de los Redwyne se alzaban a la vista, una visión que siempre había representado prosperidad y poder en el mundo de Poniente. La isla, conocida por su vino y sus flotas navales, era un bastión estratégico y comercial importante, y ahora, Aelyria volvía a este lugar no solo por el lazo familiar, sino con un propósito mucho más oscuro y decisivo: la guerra contra Jon Snow.

A medida que el barco atracaba, Aelyria y su comitiva descendieron, siendo recibidos por un grupo de soldados y sirvientes que los esperaban con antorchas encendidas. Al frente del recibimiento, Thalion, su hermano mayor, esperaba con una sonrisa en su rostro, vestido con los colores de la casa Redwyne junto con los Graegoris. Sus ojos reflejaban la misma mezcla de fortaleza y frialdad que compartían todos los hijos del Lord Graegoris.

—Hermana —dijo Thalion cuando Aelyria se acercó, su tono solemne pero cálido—. Has vuelto justo a tiempo. Las cosas están a punto de cambiar, y no podemos permitirnos ningún error.

Aelyria le devolvió la sonrisa, aunque cansada por el viaje, sentía la adrenalina de lo que estaba por venir.

—Es bueno verte, Thalion —respondió ella mientras ambos se abrazaban brevemente, sabiendo que, a pesar de los lazos de sangre, los momentos de afecto eran contados entre ellos—. Sé que hemos llegado en un momento crucial.

Junto a Thalion, Desmera, su esposa, observaba con una sonrisa maternal en los labios. Sostenía a uno de sus hijos, un niño recién nacido, mientras otro sirviente sostenía a su segundo bebé. Los gemelos de Thalion y Desmera, herederos de los Redwyne y los Graegoris, eran el símbolo de una alianza que había consolidado el poder de la familia en The Arbor.

—Aelyria, me alegra que estés aquí —dijo Desmera, avanzando con el bebé en brazos—. Quiero que conozcas a tus sobrinos.

Aelyria se inclinó para observar al pequeño que Desmera sostenía. Sus ojos grises la miraban con curiosidad, sin comprender el mundo al que acababa de llegar. La mujer se permitió un momento de ternura, acariciando suavemente la cabecita del niño.

—Son preciosos —dijo con una sonrisa sincera—. Y fuertes, como debe ser.

Desmera le devolvió la sonrisa antes de pasar el bebé a un sirviente y tomar la mano de Aelyria.

—Ven, quiero mostrarte más del castillo y presentarles a nuestros vasallos. Sé que has estado aquí antes, pero algunas cosas han cambiado desde tu última visita.

Mientras Desmera comenzaba a guiar a Aelyria por los pasillos del castillo, Thalion se quedó atrás, hablando en voz baja con los soldados y comandantes que lo acompañaban. La mirada de Aelyria se desvió hacia Daenerys, quien permanecía en la parte trasera, observando todo con una mezcla de curiosidad y una leve sombra de tensión. Aelyria sabía que Daenerys no estaba completamente cómoda con esta situación, especialmente con la presencia de la hija de Vorak, que seguía intentando acercarse a ella de manera persistente.

El recorrido por el castillo era impresionante. Desmera le mostraba cada rincón con entusiasmo, hablándole de los cambios que habían hecho desde su matrimonio con Thalion y cómo habían fortalecido su control sobre la isla. Los vasallos, al enterarse de la llegada de Aelyria, se inclinaban ante ella con respeto, conscientes del poder y el renombre que los Graegoris habían acumulado a lo largo de los años.

—La flota está lista —comentó Desmera en un momento, su voz baja mientras caminaban por uno de los balcones que daban al puerto—. Con tus dragones y los nuestros, estamos en una posición única para ganar esta guerra.

Aelyria asintió, su mente calculando las posibilidades. Pero antes de que pudiera responder, algo más llamó su atención.

Caminando por uno de los patios del castillo, Aelyria vio a una joven que conversaba animadamente con varios soldados. La chica parecía radiante, llena de energía, y a medida que se acercaba, Aelyria pudo reconocerla. Era Lyssara, la hija del tío de Kaelen, quien había decidido acompañarla en el viaje a The Arbor. La joven hablaba con una sonrisa despreocupada, pero su mirada se desvió hacia Aelyria cuando la vio acercarse. Sus ojos brillaron con una chispa de coquetería.

—Lady Aelyria —dijo Lyssara, acercándose con una sonrisa traviesa—. Veo que ya estás explorando los dominios de los Redwyne. ¿Cómo va todo?

Aelyria respondió con una leve inclinación de cabeza, intentando mantener la conversación lo más neutral posible, pero Lyssara no parecía dispuesta a dejar pasar la oportunidad de llamar la atención.

—¿Ya pensaste en lo que te dije sobre mostrarte algunos rincones especiales de esta isla? —continuó Lyssara, acercándose un poco más, sus ojos fijos en Aelyria con una expresión que no dejaba lugar a dudas sobre sus intenciones.

Aelyria frunció ligeramente el ceño, sintiendo cómo la situación se tornaba incómoda. No había manera de ignorar la mirada persistente de Lyssara, y justo cuando iba a responder, una figura familiar se acercó. Daenerys, que había estado observando la interacción desde la distancia, se acercó con una expresión rígida.

—Aelyria, necesitamos hablar —dijo Daenerys, su tono frío mientras evitaba mirar a Lyssara directamente.

Aelyria, consciente de que Daenerys no estaba tomando la situación con la mejor de las disposiciones, asintió y se apartó de Lyssara, dejando que la joven quedara detrás. Mientras seguía a Daenerys, podía sentir la tensión creciente en el aire, y sabía que tendrían que lidiar con esto más pronto que tarde.

Cuando finalmente llegaron a una parte más privada del castillo, Daenerys se detuvo y se volvió hacia Aelyria, sus ojos reflejando una mezcla de frustración y celos.

—¿Hasta cuándo vas a dejar que ella te siga así? —preguntó Daenerys, su tono acusador pero también vulnerable—. ¿No ves lo que está haciendo? No es solo una conversación, Aelyria. Está intentando algo más, y no sé cómo puedes ser tan indiferente.

Aelyria suspiró, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros. Sabía que Lyssara no tenía buenas intenciones, pero también sabía que no tenía ningún interés en la joven.

—Dany, no tienes de qué preocuparte —dijo Aelyria con calma, acercándose a Daenerys y tomando su mano—. Lyssara no significa nada para mí. Todo lo que hace es por su propia diversión, pero no hay nada entre nosotras. Tú eres quien me importa.

Daenerys apretó los labios, mirándola con una mezcla de escepticismo y dolor.

—No es solo eso, Aelyria —respondió Daenerys en voz baja—. Me siento como si estuviera compitiendo por tu atención. Entre los dragones, la guerra y ahora esto, no sé dónde encajo.

Aelyria la miró con seriedad, consciente de lo profundo que era el conflicto interno de Daenerys.

—Siempre vas a estar conmigo —dijo Aelyria con firmeza, acercándose aún más y acariciando suavemente el rostro de Daenerys—. Nadie más importa, ni siquiera Lyssara. Y si te preocupa que te esté apartando, créeme, no lo estoy. Eres mi prioridad, incluso cuando parece que el mundo se desmorona a nuestro alrededor.

Daenerys asintió ligeramente, pero aún quedaban dudas en sus ojos. Sin embargo, antes de que la conversación pudiera continuar, uno de los soldados llegó apresurado, trayendo consigo noticias urgentes.

—Mi reina, Lady Aelyria —dijo el soldado—, han llegado rumores desde el otro lado del mar. Se dice que hay otras casas valyrias activas en Essos, casas que se creían extintas. Podrían estar alineándose con nuestros enemigos.

Aelyria y Daenerys intercambiaron miradas, sabiendo que esto podía cambiar el curso de la guerra. Con la situación cada vez más incierta, y el peligro de Jon Snow avanzando, sabían que tendrían que tomar decisiones rápidas y calculadas para sobrevivir a lo que estaba por venir.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora