III.PARTE NEW YORK 1.2

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Cuando vuelvo a abrir la puerta, me siento pálida como un papel. La prueba en mis manos parece brillar, y la realidad de lo que está sucediendo me golpea de lleno. Miro a Grace, quien, con su emoción desbordante, parece saber exactamente lo que pasa.

—¡Lo sabía! —grita, saltando y girando como una loca en el pequeño espacio del baño. Su alegría es contagiosa, y aunque la noticia me toma por sorpresa, no puedo evitar sonreír.

—No puede ser... —susurro, todavía intentando procesar lo que acabo de descubrir.

El mar de emociones en mi interior se agita: felicidad, miedo, incertidumbre. La idea de que un nuevo pequeño ser esté creciendo dentro de mí me llena de asombro, y la imagen de mis hijos me atraviesa la mente.

—¡Tienes que decirle a Oliver! —exclama Grace, frenética, mientras me abraza con fuerza—. Esto es increíble, Lu!

El abrazo de Grace me reconforta, y aunque sé que habrá que enfrentar una montaña de desafíos, en este momento, hay algo puro y hermoso en la vida que se está gestando. Una nueva aventura comienza, y por primera vez en mucho tiempo, siento una chispa de esperanza.

Me quedo en el sofá, mirando la prueba en mis manos mientras una mezcla de emociones me sacude. Ya había tomado una decisión, pero el miedo a lo desconocido me hacía sentir pequeña frente a lo que venía. Sabía lo que quería para mí y para mis hijos, pero el camino para llegar allí se sentía incierto, lleno de retos. Grace regresa con el vaso de agua, pero su energía y entusiasmo me hacen sonreír.

—¿No te has acostado con Carlos, verdad? —pregunta de repente, su tono cambiando a uno más serio.

—¡No! —respondo casi a gritos, escandalizada.

Grace se deja caer en el sofá con alivio.

—Ah, entonces está todo bien. ¡Voy a ser tía de nuevo! —exclama, riendo mientras se lleva las manos a la cabeza como si fuera su propio embarazo.

Sonrío, divertida, aunque por dentro siento el peso de lo que está por venir. La montaña de decisiones que tendré que tomar, los pasos difíciles que debo dar... Pero al mismo tiempo, una parte de mí ya había resuelto lo más importante: sabía con quién quería estar y qué era lo mejor para mis hijos. Solo que el miedo de que todo no resultara como antes me frenaba.

Grace sigue moviéndose con esa chispa de emoción, como si ella misma fuera la que espera un bebé.

—Tenemos que sacar una cita ya —insiste, casi chillando—. ¡Dios, tomamos alcohol!

—Tranquila —le digo con una mirada calmante.

Me quedo un momento en silencio, reflexionando. Entonces ella me mira fijamente y lanza la pregunta que sabía que eventualmente llegaría.

—Sé que es personal, pero... ¿ya sabías con quién te quedabas?

Asiento lentamente. No necesitaba pensarlo más. Una lágrima silenciosa resbala por mi mejilla, pero es una mezcla de alivio y miedo. Grace toma mis manos con fuerza, sus ojos llenos de comprensión.

—Sé que harás lo correcto —me dice con suavidad, su voz dándome la paz que tanto necesitaba.

—Oye, Grace —la miro de reojo—. ¿Crees que podrías conseguir otra entrada para Sia?

Ella asiente sin pensarlo y me abraza con entusiasmo.

—¡Voy a ser tía! —grita, y se va bailando hacia la cocina, dejando tras de sí una estela de risa y ligereza.

La vida, aunque complicada, se siente un poco más fácil de llevar en momentos.

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El sonido que llena la sala es el latido rítmico, fuerte y constante. Mis ojos se llenan de lágrimas sin darme cuenta, y una sonrisa nerviosa aparece en mi rostro. El ultrasonido muestra una pequeña mancha en la pantalla, un punto de vida. Me quedo mirando, con el corazón acelerado, mientras el médico sigue moviendo el transductor sobre mi vientre.

—¿Dos? —pregunto, sintiendo cómo el aire me abandona de golpe. Miro a la doctora y luego a la pantalla, intentando procesar lo que acaba de decirme. Grace, a mi lado, abre los ojos como platos y se lleva las manos a la boca.

—Sí, son dos —repite la doctora con una sonrisa cálida—. Felicidades.

El latido doble llena la sala, resonando en mis oídos mientras trato de ordenar mis pensamientos. Dos... dos bebés. Mi corazón late más rápido, no sé si por la emoción o el miedo. Grace sigue agarrando mi mano, su emoción casi contagiándome, pero mi mente está a mil por hora.

Pienso en mis hijos, en lo que significa esto para ellos. Y luego... el pensamiento inevitable de Carlos y Oliver, cada uno por separado. ¿Qué iba a hacer ahora? 

Grace me mira con una sonrisa llena de amor y apoyo.

—Vas a ser una supermamá otra vez —me susurra, y yo sonrío débilmente, aunque el nudo en mi garganta apenas me deja responder.

—Sí...

De camino a casa, me quedo mirando la ecografía con una sonrisa de lado a lado. Mis pequeños estaban aún creciendo, y aunque mi primer embarazo fue difícil, no por el parto, sino por todo lo que sucedía en mi vida, ahora todo se sentía diferente. Al llegar a casa, abrazo a mis hijos y nos sentamos juntos a ver un poco de televisión.

—Mami, Ollie se ríe de mí porque no puedo decir ferroca...gil —dice Alex, haciendo pucheros.

Le beso el cabello y me sorprendo al escucharla llamarlo así.

—Tiene tiempo Papi que no viene —dice Alex, con inocencia.

—Vendrá pronto, mi niña —respondo, pero Oliver me interrumpe.

—Ella habla del tío Oliver, mami.

Un poco más tarde, Sandra llega a la casa con su pequeña Sofía y, al ver a Alex, corren juntas al cuarto de juegos. Voy al concierto con Grace y una invitación más que he enviado, esperando que llegue. Es una función privada de Sia en un bar.

Sandra me mira y sonríe, como si ya supiera lo que está pasando. Me siento en el taburete y le devuelvo la sonrisa.

—¿De qué te ríes? —pregunto.

—Nada —responde, remojando unos tomates—. ¿Comerás aquí?

—Es probable que no.

—¿Lo sabes, verdad?

Asiento, notando su mirada de complicidad.

—¿Y no me vas a dar un abrazo o crees que te daré más trabajo?

Su cara cambia a una expresión de ternura, y con una sonrisa de nostalgia, deja las cosas en el lavaplatos y se acerca a abrazarme.

—Felicidades, mi niña —dice suavemente, con el cariño de alguien que me ha visto superar muchas cosas.


Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora