-¿De verdad vas a ir tras él después de lo que pasó anoche? -me pregunta, con una mezcla de incredulidad y algo que parece un reproche.Siento una oleada de frustración, pero trato de mantener la calma.
-Fui honesta contigo porque sabía que él se merecía la verdad -respondo, apartando la mirada de su rostro-. No voy a ocultarle nada a Oliver, no lo haré.
-Pero ¿y tú? -su tono cambia, es más suave ahora-. ¿Sabes lo que realmente quieres, Lucía?
Me giro hacia él, sintiendo el peso de su pregunta.
-Estoy intentando averiguarlo, Carlos. No es tan fácil como parece. Pero lo que sé es que no puedo quedarme aquí sabiendo que él se fue así, dolido, por algo que tú y yo sabemos que no debió pasar.
-No te pedí que me besaras -dice en voz baja, su mirada ahora más seria-. Pero sucedió, y algo te hizo hacerlo.
-Fue un error -respondo, sintiendo un nudo en la garganta-. Un error que no quiero repetir. Oliver merece algo mejor que esto... y también yo.
-¿Y yo? -pregunta, casi en un susurro-. ¿Dónde me dejas a mí en todo esto?
Lo miro, tratando de encontrar las palabras.
-Carlos, hemos tenido nuestro momento, pero no es lo que quiero ahora. Me importas, pero no de esa manera.
El silencio que sigue es incómodo. Carlos finalmente asiente, aunque su mirada refleja una mezcla de resignación y dolor.
-Vete, entonces -dice al final-. Ve tras él. Pero recuerda que no puedes seguir huyendo de lo que sientes.
Asiento, sin responder. Cojo mis llaves y el bolso, dejando a Carlos con los niños mientras salgo por la puerta. Mis pensamientos están enredados, pero una cosa está clara: tengo que encontrar a Oliver, y espero que no sea demasiado tarde.
Mientras conduzco por las calles de la ciudad, me siento completamente perdida. Miro a todos lados, buscando alguna señal de él, pero no lo encuentro. Las horas pasan y la frustración crece en mi pecho, aplastándome. El tráfico, las luces, el bullicio de Nueva York no hacen más que intensificar mi sensación de vacío.
Cada vez que veo un coche negro, siento una punzada de esperanza que se desvanece en segundos. El peso de lo que ocurrió con Carlos anoche sigue golpeándome, haciéndome dudar si encontraré a Oliver, si estará dispuesto a escucharme.
Mi mente da vueltas, recordando su expresión herida esta mañana, su mirada llena de decepción. "¿Pasaste la noche con él?", sus palabras resuenan en mi cabeza. No importa cuánto trate de justificarlo, sé que lo lastimé, y eso me mata.
El sol empieza a descender y la desesperación se apodera de mí. Paro el coche en un parque cercano y bajo, dejando que el aire frío de la tarde me golpee el rostro. Miro el teléfono, pero no hay llamadas, no hay mensajes. Es como si se hubiera esfumado de mi vida.
Me siento en un banco, mis manos temblando mientras busco fuerzas para continuar. ¿Y si ya no quiere verme? ¿Y si, con este error, lo he perdido para siempre?
Cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de calmar mi mente, pero el peso de lo que podría haber destruido sigue ahí, impasible.
A mi lado, hay una anciana leyendo un libro. La portada parece interesante, algo que podría atrapar mi atención, pero ella no se da cuenta de que la estoy observando. Cuando finalmente siente mi mirada, deja de leer y sonríe, un gesto cálido que me sorprende.
-¿Te gusta? -pregunta, levantando el libro un poco como si me invitara a unirme a su mundo.
Asiento, incapaz de encontrar palabras. La sonrisa de la anciana parece iluminar el oscuro rincón de mi mente donde se agolpan mis preocupaciones.
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Quiero que me mires- Carlos Sainz
Hayran KurguLucía Garrido, la nueva relaciones públicas de Carlos Sainz, entra con entusiasmo en el glamuroso escenario del Gran Premio de Mónaco, listo para sumergirse en el vertiginoso mundo de la Fórmula 1. Su admiración por Carlos es palpable, pero la eufor...