III. PARTE. NEW YORK 1.4

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Me estoy terminando de arreglar cuando escucho que Sandra dice que Carlos está abajo. Me acomodo el vestido y me subo en mis sandalias de tacón. Me peino el cabello hacia atrás y abro la puerta. Carlos me mira y traga grueso; su mirada se posa en mi pecho y baja, pero la retira de inmediato.

—¿Saldrás?

—Sí, Ollie quiere cenar afuera.

—Ah, vale —dice.

—¿Estás más calmado?

Asiente, agacha la cabeza y parece pensar en lo que va a decir.

—Pensé que podríamos pasar la noche con los niños, así puedo, no sé, conocerlos mejor.

Mierda, tiene razón. Lo miro con nostalgia y asiento. Él me regala una cálida sonrisa. Marco el número de Oliver y me alejo hacia la cocina.

—Ollie, ¿podemos dejarlo para mañana?

—¿Qué sucede?

—Carlos prefiere que esté con él y los niños.

Hay un silencio; escucho su respiración.

—Está bien —dice—. Iré más tarde, ¿sí?

—Vale.

Cuelgo y Carlos se queda mirándome con atención.

—Te ves muy guapa.

—Gracias —sonrío.

Se acerca un poco y lo siento demasiado cerca. Sandra baja con los niños. Alexandra se esconde detrás de mis piernas y Carlos, un poco más activo, lleva a su padre a la sala.

—¿Y el tío Ollie?

—Viene más tarde, ¿sí?

Su carita se torna roja y empieza a llorar. La atraigo hacia mí y beso sus mejillas.

—Papá quiere jugar contigo, mi amor.

—Pero...

—Ven.

Carlos está en el suelo junto a su padre y Alex se acerca a él. Le toca el hombro y él, con cautela, la abraza. Le dice algo al oído y ella asiente.

—Señora —dice Sandra detrás de mí.

Me limpio las lágrimas.

—Dime, Sandra.

—Quisiera hablar con usted un momento.

—Claro, dime.

—Si usted se va... —dice preocupada—, mi niña...

—Sandra, no me iré a ningún lado.

Ella asiente, aliviada. Vuelvo a la sala y los veo jugar. Me acerco a ellos y Alex me da un beso en la mejilla. Siento la mirada de Carlos clavada en mí. Carlos y yo jugamos con los niños, una escena que jamás pensé vivir. Dos horas después, tengo a Carlos dormido sobre mí y a Alex en los brazos de su padre.

—Lucía... me robaste cuatro años.

—Carlos —lo miro—, ¿qué se supone que debía hacer?

Él me mira, sus ojos están húmedos; la poca luz que hay proviene de la televisión encendida.

—Te entiendo, Lu —dice en voz baja—. No fui lo suficientemente valiente para decirte la verdad, para ser sincero contigo. Te amaba, Lu, estaba enamorado de ti.

—No lo suficiente como para dejar atrás a Jud, que ahora sigue felizmente casada con Charles.

Carlos me mira, acomoda a Alex en sus brazos y se queda mirándola.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora