Madrid 1.1

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Estoy hecha un ovillo en mi cama mientras observo mi teléfono. Ya ha pasado una semana. Es Lunes y estamos en semana de Carrera  Atenea llama varias veces a mi puerta, pero le digo que se vaya y trato de no preocupar a Padre contestando sus llamadas de vez en cuando. Unas horas después me levanto de la cama y veo el atardecer desde la ventana. Estaba totalmente desconsolada, Judith no me había llamado, mucho menos Carlos ni Ollie. Escucho a alguien forzando la puerta y Atenea abre la puerta, dejándome totalmente fría. Es Sergio, mi ex.

- ¡Pero qué carajos, Atenea!

-¿Lucía, estás bien? -pregunta Sergio-. Me encontré a Atenea afuera y estaba preocupada.

-Estoy bien, ya se pueden ir.

-¿Qué sucedió en Barcelona?

Miro a Atenea, ella se encoge de hombros.

- Sergio, vete.

Sergio asiente.

- Estaré en Madrid, llámame. Quisiera que habláramos.

- No.

Asiente y sale de mi departamento. Atenea se acerca a mí y me abraza.

- Estaba asustada -dice-. Lo siento.

- Y se te ocurre traer a Sergio.

- Lo sé, soy una tonta.

- ¿Cuándo te vas a Australia?

- No iré a Australia.

Camino hacia la cocina y le sirvo una copa de vino. Ella me mira sorprendida.

- Los Sainz no quieren que me involucre sentimentalmente con Carlos.

- ¿Sentimentalmente? -chilla-. ¿Pero qué sucede que no lo sé?

Me llevo las manos a la cabeza y ella grita.

- ¿Te enamoraste de Carlos?

- ¡No! -chillo-. Es que pasó algo.

Abre la boca y yo me sonrojo, ella se sorprende aún más.

- Cuéntame más -se sirve otra copa-. Salgamos, es he quedado con las chicas.

- No -ruedo los ojos-. Menos con Sergio en la ciudad.

-No te preocupes -dice-. No irá.

Alzo las cejas y sonrío. Atenea y yo pasamos unas horas hablando sobre Carlos. Por más que quisiera que la situación fuera así de perfecta, la realidad era totalmente distinta.

Entramos en Aroya, un restaurante en Madrid con una estética espectacular lleno de naturaleza a su alrededor. Atenea ha decidido invitar a Ángela y Sandra, amigas de la facultad, aunque muy poco hablo con ellas, Atenea las adora. Ángela y Sandra son dos rubias despampanantes, las dos se recuperan de una liposucción.

- Te hemos visto en la TV - dice Ángela-. Carlos es guapísimo, ¿cómo le haces?

- Mucha fuerza -Sandra sonríe-. Es solo trabajo.

Ángela se ve hermosa, sin duda Carlos se fijaría en ella. Atenea pide las cartas y ordenamos las comidas. Entre risas y cuentos viejos, al final terminamos pidiendo unas margaritas.

- ¿Cuándo te vas? -pregunta Sandra-. Está por empezar el GP de Australia.

— Oh sí.

— Pronto - bebo de mi margarita -. ¿Y ustedes, cómo les va?

— Pues no muy bien como a ti - Sandra se inclina -. ¿Tiene novia?

— Oh, no hablemos de trabajo - miro a Sandra -. Hablemos de ustedes.

— Vi a Sergio - dice Sandra -. ¿Estáis juntos aún?

— No.

— Pero se iban a casar, ¿no?

— Sandra - dice Atenea -. No es el momento.

— Es verdad - sonrío a medias -. Creo que debería irme.

-Oh Dios -dice Atenea-Yo no estaría tan segura

Al darme la vuelta , mis ojos se iluminan al ver a Carlos entrar. Su sola presencia parece transformar el ambiente a mi alrededor. Cuando nuestros ojos se encuentran, una chispa se enciende dentro de mí y mi corazón late con fuerza. Su sonrisa amable y su gesto de señalarme hacen que mi mundo se detenga por un momento. Angela y Sandra, a mi lado, apenas disimulan su sorpresa y curiosidad. Atenea, también sorprendida, me observa con asombro. Mientras Carlos se acerca a nuestra mesa con esa sonrisa que tanto me cautiva, siento cómo cada segundo se vuelve especial y único. Es como si el resto del mundo desapareciera y solo existiéramos él y yo en ese instante.

— Señoritas — dice saludando y luego me mira — Lucia.

— Carlos.

— ¿Me permites un momento?

— Claro.

Me levanto para reunirme con él, coloca su mano detrás de mi cintura y se acerca a mi oído.

— Estás hermosa — susurra —. Pero solo yo quiero verte a la espalda, mira cuántos hombres te miran.

— No me digas — sonrío —. ¿Qué haces aquí, Carlos?

— ¿Podemos ir a un lugar más privado?

— Carlos — lo miro —. Dime qué haces aquí.

Carlos y yo nos movemos a una parte privada, no sin antes reservarlas, nadie puede ver desde afuera. Carlos se acerca a mí y me acomoda el cabello detrás de las orejas.

— Te eché de menos — dice.

— No te creo.

— ¿Por qué?

— Parecías muy ocupado — lo miro.

 Sus labios se acercan a los míos y me da un suave beso en los labios. Carlos me da pequeños besos en los labios y me atrae a su pecho.

— Lucia, vine a decirte que seguirás siendo mi relación pública - sonríe-. Hablé con mi familia.

— ¿De verdad?

Asiente y me vuelve a besar.

— Gracias.

— ¿Es verdad lo que dijo Judith?

— Un poco - dice-. Pero eso ha cambiado.

— ¿Ah, sí?

Asiente y me acomoda el cabello.

— Ven conmigo, por favor.

— Pero...

— Salimos mañana para Australia, te quiero conmigo esta noche - me sonríe-. A mi lado, como relaciones públicas y como amiga.

— Los amigos no se besan.

 Me atrae a su cuerpo y me observa.

— Sabes que dejamos de ser amigos.

— ¿Y qué hay de divertirme con otros?

 Frunce el ceño, sacude la cabeza y me da un beso en el cabello.

— Ve a despedirte de tus amigas, llévame a tu departamento 

Me despido de Atenea y de las demás chicas, Sandra me mira con un poco de envidia. Lo sé porque siempre fue así en la universidad. Carlos y yo salimos del restaurante y somos fotografiados juntos. Carlos solo se limita a abrir la puerta del auto. Cuando miro por la ventana veo a Sergio mirandome fijamente. Carlos besa mi mano y pone el auto en marcha . 

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora