III. PARTE NEW YORK 1.2

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Apenas abro los ojos, un fuerte dolor de cabeza me invade. Me levanto soñolienta y me dirijo al baño. Me lavo la cara y escucho a Sandra entrar. Los niños duermen plácidamente en su habitación.

Me doy un baño y, mientras el agua cae sobre mí, no soy capaz de detener mis pensamientos. ¿Por qué Carlos quería verme? Me había escondido lo suficientemente bien como para no volver a vernos. Estaba teniendo una vida tranquila, sin él, pero tranquila.

Me pongo un pantalón de cintura alta y una blusa blanca, me subo en los tacones y bajo a la cocina. Sandra está preparando el café.

-Señorita -dice-. Afuera la buscan. ¿No abrirá?

-Sandra, ¿es...?

-No -sonríe-. Compruébelo usted misma.

Abro la puerta y, recostado sobre su Ferrari rojo, está Oliver con una sonrisa de lado a lado. Mi boca se abre con alivio y corro hacia él para abrazarlo.

-Ollie...

La última vez que lo había visto había sido hace dos meses; tenía miedo de que no regresara. Ollie me acaricia la mejilla y me da un tierno beso en los labios.

-Te eché mucho de menos.

-Y yo a ti. ¿Por qué no me dijiste que venías?

-Era sorpresa -dice sonriendo-. ¿Están los niños adentro?

Asiento. Me toma de la mano y le sonríe a Sandra. Ollie ha mejorado mucho su español. Subimos a la habitación de los niños, y estos duermen.

-Sería una lástima despertarlos.

-Sí... -sonrío al verlos-. Parecen dos angelitos.

Ollie me atrae hacia él y salimos de la habitación. Es temprano, y es difícil que se despierten a esta hora. Vamos a nuestra habitación, y él me atrae por la cintura.

-Dime, ¿no crees que podemos intentarlo de nuevo?

Lo miro con cariño y acaricio su cabello.

-¿Y cuándo vendrás en dos meses?

Hace un puchero y me lleva a la cama. Se sube sobre mí, acorralándome por completo. Acaricio su suave piel.

-Oliver -susurro-, no quiero que te vayas.

-Entonces ven conmigo, vamos...

-Sabes que no puedo volver ahí -digo.

Oliver se acuesta en la cama y me atrae hacia su pecho.

-Carlos ha venido a pedir que la revista cubra su boda y ha dicho que quiere que sea yo.

La expresión de Oliver cambia; se sienta en la cama preocupado.

-¿Lo has visto?

-No -digo-. Debo estar en una reunión en dos horas.

Me atrae a su pecho y besa mi cabello.

-¿Estás lista para eso?

-No lo sé, pero -lo miro- ha pasado mucho tiempo, y siento que no debí ocultar lo de los niños

Me mira con cariño.

-Lucía, si quieres decirle, está bien... Pero no sé si lo de los apellidos te traerá un problema legal.

Carlos entra por la puerta y, al ver a Oliver, corre a abrazarlo. Lo conocen.

-Papi -salta.

-Carlos, no es papá.

Me mira confundido. Alex se acerca a Ollie con los dedos en la boca, y él besa su cabello.

-¿Quieren dar una vuelta con el tío Ollie?

-No en el Ferrari, por favor, y llévate a Sandra.

-Vale -Oliver me da un beso en la mejilla-. Dime si puedo recogerte cuando acabes.

Asiento, le doy las llaves de mi auto y él me da las llaves de su auto. Ollie sale con los niños y Sandra, después de vestirse. Grace entra por la puerta.

-¿Regresó Ollie?

Sonrío asintiendo. Ella lo adora e insiste en que podemos volver a intentarlo. No estoy segura, pero Ollie siempre ha estado para mí.

-Nos iremos en el Ferrari. Se ha llevado a los niños.

-Te ves hermosa -dice-. Deslumbrante.

Al llegar a la oficina, me tiemblan las piernas y me sudan las manos. Derek quiere que aceptemos y cubramos su boda. Doy vueltas por la oficina, intentando no arruinarme las uñas. Me siento en mi silla y me llevo las manos a la cabeza. ¿Qué le voy a decir?

Unos segundos después, la puerta se abre. Mi corazón late tan rápido que siento como si drenaran cada parte de mi cuerpo. La puerta se cierra y ahí está él. Lleva un pantalón blanco y una camisa celeste, zapatillas blancas, y de pronto tengo un vago recuerdo de él en el yate, por la costa Amalfi.

-Lucía -dice acercándose

-Carlos.

Se acerca un poco, y estamos a unos metros de distancia.

-¿Cómo estás?

-Estoy bien, puedes tomar asiento.

Me siento en mi silla y él enfrente de mí. Sus grandes ojos marrones me miran y no me quita la vista de encima.

-Quieres que llevemos la cobertura de tu boda -lo miro-. Podemos reunirnos con todo el equipo.

-Sí -dice-. Mi prometida está afuera.

Asiento, claro que está aquí aquella hermosa brasileña morena y de ojos castaños.

-Entonces convocaré la sala.

Me levanto de la silla y él se levanta.

-Lucía -dice-, ¿dónde están mis hijos?

-¿Qué?

Mi respiración se acelera tan rápido que siento que no puedo respirar.

-La única razón por la que estoy aquí es por ellos. Sé que los tuviste.

Trago grueso; quiero mantener mi postura, pero es muy difícil controlar cómo me siento.

-Los tuve -digo con voz suave-. Si quieres, puedes conocerlos.

-¿Si quiero? -pregunta levantando la voz-. Me escondiste a mis hijos durante cuatro años.

Mis ojos se llenan de lágrimas.

-¿Qué querías que hiciera? -pregunto-. ¿Que me sentara a ver cómo le enviabas cartas a Judith mientras yo estaba embarazada?

-Pudimos habernos separado -dice- y arreglar lo del embarazo.

Sonrío incrédula, aquello me duele.

-No me amabas -lo miro-. Me humillaste. Si tomé una decisión fue para cuidarme a mí y a mis hijos porque no podía hacer nada.

-Lucía...

-Si quieres ver a los niños, avísame.

Escribo mi dirección y la anoto. Se la entrego sin quitarle la mirada; la toma, se acerca a mí, y yo doy un paso hacia atrás.

-No te lo voy a perdonar jamás.

Cierro los ojos y solo escucho cómo la puerta se cierra. Mis niños... No debí ocultarlos tanto tiempo. Carlos jamás me va a perdonar, y más si sabe que mis hijos llevan el apellido de Oliver. Mis hijos son Bearman.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora