II. PARTE MÉXICO 1.2

265 18 1
                                    

—Sí, papá, serán mellizos —digo, sonándome la nariz mientras hablo con mi padre.

—Hija... Es maravilloso, ya quiero poder cargar a mis nietos.

Sonrío en el teléfono sin mucho ánimo. Estoy en un apartamento propiedad de la familia Sainz en México. Carlos está abajo hablando con Reyes y le pedí que, por favor, no subiera.

—Espero que las cosas con Carlos marchen bien —dice preocupado—. No quiero que a mi niña le pase nada. Cuídate mucho, por favor.

—Sí, papá. Ya te echo mucho de menos.

—Y yo a ti, mi niña.

Cierro el teléfono y suspiro. Abro la puerta y escucho la voz alterada de Reyes.

—Pero ¿en qué cabeza cabe, Carlos? ¡Dejar a tu novia sola en un día como este!

—Mamá, me siento muy mal por Lucía.

—Escúchame, Carlos, te quiero lejos de Judith Leclerc.

—Mamá... —dice Carlos—. Es la única que puede llevar las relaciones públicas al menos hasta que termine la temporada. Quería darle ese puesto a Lu, que también es buena, pero mamá, ella está embarazada. No quiero que se estrese.

—¿Y por eso te sientas a comer pizza con otra mujer mientras Lucía te esperaba?

—Carlos —dice Reyes—, ¿sientes algo aún por Judith? Porque si es así...

—Mamá, no —responde—. Estoy con Lucía. Es que Judith... No es como si pudiera apartarla así de la nada de mi lado.

Cierro los ojos y me llevo las manos a la boca. Cierro la puerta y le pongo seguro.

Me siento destrozada por dentro. Cada palabra de Carlos retumba en mi mente como un golpe duro, pesado sobre mi corazón. Me encierro en mi habitación, el silencio solo roto por mis sollozos.

Judith persiste como una sombra. Aunque Carlos me ama, su presencia no desaparece. Me pregunto si algún día podrá salir completamente de nuestras vidas y si podré superar este dolor. Mientras más pienso, me quedo totalmente dormida.

Me despierto sobresaltada. Es de noche y el cuarto está oscuro. Abro la puerta y bajo las escaleras. Hay un olor delicioso que viene de la cocina. Carlos lleva un delantal y tiene un verdadero desastre en la cocina.

—Hola.

Se gira para verme. Tiene un poco de harina sobre la cara y se acerca con cuidado a mí, acariciándome la mejilla.

—Has dormido bastante —dice—. ¿Cómo te sientes?

—Estoy bien.

—Intenté cocinar algo, pero creo que mejor pedimos comida.

Asiento. Mira hacia un lado y luego me mira con atención. Se siente culpable, sus ojos están un poco aguados y no sabe cómo argumentar una palabra.

—Lo siento mucho, Lucía.

—Entiendo que Judith no pueda salir de tu vida, pero puedes hacer un esfuerzo en... dejarla a un lado. Seremos una familia, Carlos.

—Lo sé, mi amor —me sostiene la cara con sus manos—. Ella tuvo la idea de las pizzas. Te juro que no estaba enfocado en la cita y de pronto ella empezó a hablar de muchas cosas...

—Carlos, si de verdad me amas, intenta buscar otra relaciones públicas al menos por lo que queda de la temporada.

—¿Eso te haría sentir más tranquila?

Asiento. Él sonríe un poco y me da un beso en la frente.

—Lo que digas —dice—. Hablaré con mi padre mañana y le diré a Judith.

Quiero que me mires- Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora